Desde los tiempos de Leire Pajín


A uno le puede gustar una cosa más o menos. A otro menos o más. Hay gente “pa tó” (Guerrita dixit) y para gustos los colores. Libres somos de opinar y allá cada cual con sus filias, fobias, manías, preferencias gustos o incomodidades.


A mí que lo socialistas estuvieran encantados con Zapatero pues es lo natural. Que lo alabaran, su obligación de militantes. Que además prefirieran en Estados Unidos a Obama antes que a Bush, entraba en su lógica de partido de izquierdas y de desconocimiento de la realidad política estadounidense. Ahora bien, afirmar que “el próximo acontecimiento histórico en el planeta será la coincidencia de Zapatero en la UE y Obama ” como se permitió hacer Leire Pajín es una gilipulluá, una boutade, una salida de pata de banco y ganas de hacer el ridículo. Pero aquí cada cual se lo monta como quiere, puede y le dan de sí sus neuronas.

Pasa igual con el papa Francisco. A la gran mayoría de católicos nos complica poco la vida que el papa sea Francisco, Benedicto, Juan Pablo, Pablo, Juan, Pío… Es el papa y punto pelota. Después vienen los matices que siempre serán cuestión menor y desde luego dentro de lo estrictamente opinable. Gente se ve pelín decepcionada, y están en su derecho de expresar sus preferencias. ¿Por qué un católico no puede decir, por ejemplo, que añora el estilo de Pio XII y sin embargo está de moda afirmar que lo que de verdad mola es el de Juan XXIII? Los hay entusiasmados, que tambiéne están en su derecho de estarlo.


En lo que hace referencia a “estilos”, “modos”, “gestos” allá cada cual con sus preferencias, las suyas, y que como suyas las mantiene o rechaza. Porque en lo que es doctrina el papa Francisco sigue diciendo lo de toda la vida, por más que se quiera leer lo que no hay manera de demostrar que se ha escrito. Pero es igual. Y que haya gente entusiasmada con Francisco pues es lógico. Ahora bien, soltar nada menos que en Río comenzó una Revolución Eclesial Copernicana, como escribe M. A. Velasques es cuando menos una exageración, y llevar todas las papeletas para cuando rifen el título de cursi del año. Servidor no había visto cosa parecida desde los tiempos de Leire Pajín.


A mí estas chorradas de la revolución eclesial copernicana me recuerdan a esos panegíricos tan llenos de falsa adulación que hasta para el homenajeado causaben disgusto. En el caso del papa es aún más flagrante. Para hacer ver la sencillez, la normalidad, su buen hacer de hombre cercano, nada menos que si la revolución eclesial copernicana.


Qué cosas. No veía una cursilada parecida desde los tiempos de la Pajín.




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