“Uno le preguntó: “Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús le dijo: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán”. (Lc 13,22-30)
Una vez más nos encontramos con la misma pregunta.
“Serán pocos los que se salven?”
Y como siempre, Jesús nunca responde directamente a la pregunta.
El siempre va más allá de la pregunta.
¿Por qué preguntar si serán pocos o serán muchos los que se salven?
Jesús sencillamente marca el camino de la salvación.
Y que muchas cosas que nosotros hacemos no nos garantizan salvarnos.
“Que no basta haber comido y bebido con El”
“Que no basta el que Jesús haya enseñado en nuestras Iglesias”.
Que lo único que garantiza la salvación es:
Haberle aceptado a El.
Haber entrada por a puerta que es El.
Haber creído en El.
Haberle seguido a El.
Además, Jesús no responde si los demás serán pocos o muchos.
Está bien preocuparnos de si los demás se van a salvar.
Que aquí lo importante es: “¿Y tú te salvarás?”
Puede que sen muchos los que se salven.
Y que yo no esté en la lista de los salvados.
Puede que sean pocos los que se salven.
Y entre ellos está también mi nombre.
Mi salvación:
No depende del número de los salvados.
No depende de si otros se salvan.
Mi salvación depende de mí.
No por el hecho de que sean muchos tengo yo asegurada mi salvación.
Ni por el hecho de que sean pocos me debo sentir excluido.
Son muchos los números de la Lotería Nacional, pero el “Gordo” llega a pocos.
Puede que muchos hayan comprado muchos números y no han logrado ni el reintegro.
Puede que alguien solo hay comprado un décimos y le cayó la suerte de su vida.
La salvación de los demás tiene que interesarnos.
Tenemos que salvarnos en comunidad.
Jesús vino a salvar a todos.
La voluntad de Dios es que “todos se salven”.
Pero la salvación depende luego de cada uno.
Aquí no se trata de colarnos en medio de la masa.
La salvación es siempre personal.
Nuestra primera preocupación no es si los otros se salvan.
Nuestra primera preocupación es si yo estoy en condición de salvarme.
Nuestra primera preocupación estará siempre por qué puerta entramos.
Nuestra preocupación está siempre no tanto en lo que hacemos sino por qué puerta hemos entrado.
Aquí nadie se salva si Jesús no es nuestra puerta.
Aquí nadie llega a la otra parte si Jesús deja de ser nuestro puente.
Y algo importante:
No nos toca a nosotros decidir quienes se van a salvar.
Puede que los primeros terminen siendo los últimos de la cola.
Y puede que los últimos, esos que nosotros excluimos, sean los primeros en abrirnos el camino.
Por eso mi pregunta hoy a Jesús es clara:
Señor, ¿mi salvaré yo?
Señor, ¿se salvarán todos los demás?
Señor, que no falte ninguno de los que tú has querido salvar.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario Tagged: amor, buenos, cielo, condenacion, malos, puerta estrecha, salvacion, vida eterna
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