La ley de la oración es la ley de la fe


En la celebración litúrgica “la eclesialidad de la fe es manifestada”(1). La liturgia sostiene la fe del cristiano, celebrando y proponiendo el objeto de la fe. Asimismo, en la liturgia se expresa la fe de la Iglesia, se alimenta y se confiesa. La liturgia forma parte de la fe, ya que en el plano sacramental el creyente entra en comunión con la vida trinitaria de Dios por la mediación de Cristo. También la liturgia es transmisora de la fe, porque la celebración se convierte en una catequesis integral que comunica y alimenta la fe .


Un discípulo de San Agustín, Próspero de Aquitania, sintetizó, en el siglo V, este aspecto con su famoso axioma: lex orandi - lex credendi. Tratando sobre la necesidad de la gracia de Dios, y en contra de los semipelagianos, se apela a las oraciones que se hacen en toda la Iglesia a fin de reafirmar la necesidad de la gracia para la perseverancia en la vida cristiana. La prueba de la fe – la prueba de que es necesaria la gracia de Dios para la perseverancia – son las oraciones que la Iglesia unánimemente eleva a Dios. La ley de la oración establece, al menos en lo que respecta a esta cuestión, la ley de la fe.


El Catecismo de la Iglesia Católica cita el axioma de Próspero de Aquitania como expresión de la prioridad de la fe de la Iglesia con respecto a la fe del fiel y parece reconocerle, al antiguo adagio, una validez general. Cuando la Iglesia celebra los sacramentos confiesa la fe recibida de los apóstoles: “La ley de la oración es la ley de la fe. La Iglesia cree como ora. La liturgia es un elemento constitutivo de la Tradición santa y viva” .



La liturgia proclama la fe porque la expresa simbólicamente en la misma celebración . La vida litúrgica de la Iglesia consiste en actualizar por medio de signos la salvación, la redención de Cristo (cf SC 2; 6). Cristo está presente en la celebración litúrgica ejerciendo su función sacerdotal: la santificación de los hombres y la gloria de Dios (cf SC 7). La Iglesia celebra lo que es el objeto de su fe: Cristo muerto y resucitado, contemplado dentro del conjunto de la historia de la salvación.


Con la proclamación de la palabra de la salvación se suscita la fe, con la que “empieza y se desarrolla la comunidad de los creyentes” (PO 4). “La asamblea litúrgica es ante todo comunión en la fe” y la misma celebración se convierte acto de fe y en norma de fe .


Guillermo Juan Morado.


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(1) Cf G. RAMIS MIQUEL, “Profesión de fe y liturgia”, en J. RICO PAVÉS, DIR., La fe de los sencillos, Madrid 2012, 501-519.



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