diciembre 2014




















He leído demasiado poco este pasado año. Las obligaciones inherentes al deber de acabar una tesis, las obligaciones subsiguientes de tener que acabar libros ya empezados. Todo se ha confabulado para tener que forjar líneas más que en leerlas. Todo se ha confabulado para releer lo pretérito propio más que lo ajeno desconocido. Ojalá que este año descanse más y mejor.


He colocado como primera imagen de este año a La Lechera de mi admirado Vermeer. No es fácil ordenar mi universo particular. No por razón del caos, sino por mi afán de trabajo. Demasiados libros que deseo acabar. El exceso de producción es una de las formas en que se puede materializar el caos. He racionalizado la distribución de mi trabajo, las revisiones que emprendo. Pero cuando hay demasiada escasez de tiempo, todos los esfuerzos se tornan insuficientes.


Quizá lo que creemos que es caos, es puro exceso de cantidad. Sigo anhelando ese libro no escrito. Ese libro que sé que puedo escribir, pero para el que no tengo tiempo; aunque en eso haya algo de mentira, o quizá mucho.



16:16

“El Señor te bendiga y proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor, El Señor se fije en ti y te conceda la paz”. (Núm 6,22-27)


Comenzamos este nuevo año 2015 recordando a María, la Madre de Dios.

Ella fue la madre silenciosa durante toda la Navidad.

No hubo felicitaciones.

No hubo ramos de flores para ella.

Fue la madre de la Palabra en silencio.


La Liturgia quiere comenzar el año sacándola del silencio y revelando el misterio de su maternidad.

Un hijo que parecía cualquier hijo.

Una madre que parecía cualquier madre.

Y un hijo que era Dios.

Y una madre que era la más grande de las madres.


Y comenzamos este nuevo año con primera lectura que nos habla de bendición:

De que tenemos que ser bendición.

De que tenemos que bendecir.


Si terminamos el año 2014 con una oración, quisiera comenzar el nuevo año 2015, con otra oración:

porque es la oración la mejor palabra.

porque es la oración la que mejor expresa los sentimientos del corazón.

porque es la oración la que mejor nos dice a nosotros mismos y la que mejor expresa el misterio.


Señor:

¿Sabías que hemos comenzado un Nuevo Año?

Es casi tan joven como tú. Le llevas una semana.

Los dos habéis nacido casi al mismo tiempo.

Y es como tu primer regalo de Navidad.


Es nuevo, porque todavía no lo hemos desgastado.

Es nuevo, porque todavía lo estamos estrenando.

Es nuevo, porque son doce meses que son todo un regalo de vida.

Lo comenzamos todos ilusionados.

Cuando tú naciste nadie echó cohetes, todo era silencio.

¿Te has dado cuenta del ruido que nosotros hemos hecho esta media noche?

Contábamos los segundos para comernos las doce uvas.

A ti nadie te esperaba, menos María y José.

¿Has escuchado nuestros cohetes explosionar en los aires?

Bueno, cuando tú naciste, solo escuchamos el canto de los ángeles

A ti no te gusta nada que huela a pólvora, prefieres la música que canta el “Gloria de Dios en los cielos y la paz a los hombres a quienes tu amas”.


Mira con qué ilusiones lo comenzamos. ¿Cuánto durarán estas ilusiones?

Mira cuántas esperanzas florecidas esta noche. ¿Cuánto durarán estas esperanzas?


Tú comienzas este Nuevo Año bendiciéndonos.

Yo quisiera comenzarlo recibiendo tu bendición.

Yo quisiera comenzarlo siendo bendición para todos.

Quisiera, a lo largo de este año, ser bendición:

Para los que me bendicen y los que no me bendicen.

Para los que me acompañarán en el camino y para los que me abandonarán.

Para los que me aman y para los que no me requieren o les caigo mal.

Para los que quitarán las piedras de mi camino y para los que me las pondrán para que tropiece.

Para los que me sonrían y para los que me pongan cara seria.

Para los que me tiendan la mano y para los que me la nieguen.


Yo sé, Señor, que al comienzo, todos soñamos mucho. Sé que tampoco este año será fácil, y habrá muchos cansancios, habrá muchas desilusiones, habrá muchos que se echen atrás. Para todos ellos permíteme citarles aquel poema de aliento y esperanza:


“No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo,

aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas,

Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,

aunque el sol se esconda, y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,

porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas, quitar los cerrojos,

abandonar las murallas que te protegieron,

vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto,

bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,

aunque el sol se ponga y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo.

Porque ésta es la hora y el mejor momento.

Porque no estás solo. Porque yo te quiero.” (Mario Benedetti)


Estos quieren ser mis mejores deseos para este nuevo año que comenzamos.


¡FELIZ 2015 A TODOS!

Clemente Sobrado C.P.




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Daniel es de Nueva Orleans, pero vive en Madrid. Nació en medio del jazz

y viajó en búsuqeda de su relación con el flamenco. Y además del

flamenco y de mucho arte, encontró el Opus Dei. El

jazz-flamenco-country-música brasileña están ya en su guitarra. Lo demás

es una aventura que está por arrancar. Micrófono. Grabando.

Su historia en http://opusdei.es/es-es/article/una-v...

13:01

Coplas asturianas para acabar el año



El tiempo vuela fugaz.


El año no fue feliz,


al contrario, fue falaz


triste, corrupto y voraz,


como un cuento sin perdiz,


como perdiz sin arroz.


Fue un año de mucho juez


(uno se llamaba Ruz);


de cacos sin antifaz


ni garfio ni cicatriz,


de ladrones con disfraz;


de estrechez y estupidez,


de burgueses avestruz,


que escondían la testuz


de la luz.


Va llegando la vejez,


se marcha la juventuz,


Queda lejos la niñez.


Pero me da en la nariz


que el 15 será feraz.


Tengamos la fiesta en paz.



Muchas felicidades a todos los que vuelan en mi globo



21:19

“Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cual no nacieron de sangre, ni de deseo de la carne, ni de deseo del hombre sino que nacieron de Dios”. (Jn 1,1-18)



Oración de un Fin de Año


Señor, comenzábamos este año que hoy termina con grandes ilusiones y esperanzas.


En el camino de estos doce meses muchas de estas ilusiones y esperanzas se han ido deshojando y marchitando porque el frío del invierno de los corazones no les han dado vida.


Otras muchas han florecido y han dado hermosos frutos de vida:

Flores y frutos de bondad callada y silenciosa.

Flores y frutos de generosidad.

Flores y frutos de amabilidad.

Flores y frutos de alegría.

Flores y frutos de sonrisas que han despertado muchas vidas,

Flores y frutos de reconciliación entre nosotros.

¡Cuántos comenzaron este año separados y divididos y hoy están viviendo en la armonía de los corazones!

Flores y frutos de nuevas vidas que hoy pueblan nuestros hogares con sus sonrisas.

Flores y frutos de una mayor sensibilidad para con aquellos marginados que hoy se sienten más acogidos y con más calor humano,

Flores y frutos de gracia, porque hoy somos un poco más buenos que cuando comenzamos.

Flores y frutos de santidad porque hoy estamos más cerca de Ti y más cerca de nuestros hermanos,

Flores y frutos porque “nos hemos abiertos a ti y nos sentimos más hijos tuyos, no nacidos de la carne y la sangre sino de Ti”.


También es posible, Señor, que muchas de nuestras huellas se hayan borrado y nadie pueda seguirlas y que otras muchas queden como heridas en el corazón de los hermanos.

Porque no siempre hemos sembrado amor.

Porque no siempre hemos sembrado comprensión.

Porque no siempre hemos sido fieles a nosotros mismos.


Por lo bueno que hemos vivido: gracias.

Por lo bueno que hemos hecho: gracias.

Por lo que hemos amado a los demás: gracias.

Por lo que Tú has hecho en nosotros: gracias.

Por lo bueno que hemos hecho por Ti: gracias.

Por cada mañana que nos has regalado: gracias.

Por cada sol que hemos visto amanecer: gracias.

Por las flores que hemos sembrado y siguen floreciendo: gracias.

Por los trigos que hemos sembrado y cuyo pan comerán otros: gracias.

Por aquellos a quienes les hemos devuelto la alegría y la felicidad: gracias.


Al terminar este año que ya se nos va, ábrenos a nuevas ilusiones y esperanzas.

Y haznos comprender que la vida no depende de las hojas del almanaque que cada día deshojamos, sino de la vida que vivimos en plenitud, de la vida que te entregamos a Ti y a los hermanos.


Y si no es mucho pedirte: ¿podías regalarnos un Año Nuevo mejor?


¡FELIZ AÑO QUE TERMINA!

¡FELIZ EL AÑO NUEVO QUE COMIENZA!

Clemente Sobrado C. P.




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23:12

belen


1. Las varias afirmaciones que en su carta hace Juan a los padres y a los hijos pueden ser sólo un recurso literario: lo que dice a unos lo puede decir tranquilamente a los otros. Y son unos consejos que nos vienen bien a todos los cristianos.


Una página así, leída estos días, puede recordarnos: . que se nos han perdonado los pecados en nombre de Jesús, oque conocemos al que es desde el principio, al Padre Que permanece en nosotros la Palabra de Dios .y que hemos vencido al maligno


Esto último -la victoria sobre el maligno- lo afirma dos veces de los jóvenes Son los que, cuando son creyentes, mayor fortaleza y valentía necesitan y muestran en la lucha contra el mal.


A unos y otros dice Juan que no amen al mundo. El mundo es el maligno Y no se puede servir a dos señores. El que ama al mundo no puede decir que ama a Dios.


Ya se ve claramente que Juan, cuando habla del mundo, no se refiere a la creación cósmica, sino que esta palabra tiene aquí un sentido peyorativo. Lo describe como «las pasiones del hombre terreno, la codicia de los ojos, la arrogancia del dinero». El mundo son, por tanto, las fuerzas del mal, en cuanto que se oponen a Jesús y su Reino. Es dar la prioridad, no a Dios, sino al materialismo, al sensualismo, a las ambiciones del propio yo.


2. La anciana Ana es otro testimonio entrañable en el ámbito de la Navidad.


Además de Esteban, Juan, los Inocentes, el anciano Simeón, los pastores, los magos, y sobre todo José y María, ahora es esta buena mujer, sencilla, de pueblo, que desde hace tantos años sirve en el Templo, y que ha sabido reconocer la presencia del Mestas y da gracias a Dios, y después habla del Niño a todos los que la quieren escuchar.


Ana no prorrumpe en cánticos tan acertados como los de Zacarías o Simeón. Ella habla del Niño y da gloria a Dios. Es «vidente» en el sentido de que tiene la vista de la fe, y ve las cosas desde los ojos de Dios. Es una mujer sencilla, viuda desde hace muchos años. Y nos da ejemplo de fidelidad y de amor.


En lo sencillo y lo cotidiano anda Dios. Como también sucedió en los años de la infancia y juventud de Jesús. El evangelio de hoy termina diciendo que su familia vuelve a Nazaret, y allí «el niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba». Los vecinos no notaban nada. Sólo José y María sabían del misterio. Pero Dios ya estaba entre nosotros y actuaba.


3. a) La carta de Juan nos pone ante el dilema: en nuestra vida, ¿seguimos los criterios de Dios, 0 nos hemos dejado contaminar por los del mundo? ¿de veras nos sentimos libres de esas «pasiones del hombre terreno, la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero» a cosas equivalentes?


Seria bueno que, sin angustiarnos ni atormentarnos, pero con lucidez, recordáramos en este ambiente navideño que la vida es lucha, y que se nos pide -como ayer anunciaba Simeón- una continuada decisión: decir «sí» a Cristo y «no» a las fuerzas del maligno. Para que se pueda decir de nosotros que «hemos vencido al maligno» con la ayuda de ese Cristo Jesús, que es el que en verdad le ha vencido.


El que dice «sí» a Jesús, no puede a la vez decir «sí» al maligno. Por eso, celebrar la Navidad es apartarse de los criterios del mundo y seguir las huellas de Jesús, reordenar la jerarquía de los valores en nuestra vida, hacer una clara opción por sus bienaventuranzas, y no por las más fáciles o las de moda, que pueden ser claramente hostiles al Evangelio de Jesús.


b) El evangelio nos propone además la lección de esta buena mujer, Ana. Una del grupo de los «pobres de YaLvé», que esperaban confiados la salvación de Dios y la alcanzaron a celebrar gozosamente. Representante de tantas personas que desde su vida de cada día sirven a Dios y siguen el camino de Jesús, y, sin demasiada cultura probablemente, saben discernir los signos de los tiempos y se dan cuenta más que los sabios de la presencia de Dios en sus vidas.


En el seno de una familia, cuánto bien pueden hacer los abuelos, los padres, los hermanos, comunicando actitudes de fe y fidelidad. Cuánto bien puede hacer en el circulo de los amigos un joven valiente que no esconde su fe y su honradez, sin caer en la esclavitud de los criterios del mundo contrarios a Cristo. Y sobre todo las religiosas y religiosos, con los tres votos de castidad, pobreza y obediencia, con los que optan por una vida de seguimiento de Cristo y luchan contra las apetencias de este mundo.


Siempre que en nuestra vida hacemos opción por Cristo y renunciamos a los contravalores de este mundo, estamos ayudando a los que nos rodean a sentirse también ellos llamados a una mayor fidelidad a su fe. No hace falta que les dediquemos discursos: nos lo verán en nuestro estilo de vida


«Por este nuevo nacimiento de tu Hijo en nuestra carne líbranos del yugo con que nos domina el pecado» (oración)


«La Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno» (1ª lectura)


«Dios habló antiguamente a nuestros padres por los profetas, ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo» (aleluya)


«Ana, la profetisa, daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel» (evangelio)




23:12

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2014 de este blog.



Aquí hay un extracto:



La sala de conciertos de la Ópera de Sydney contiene 2.700 personas. Este blog ha sido visto cerca de 11.000 veces en 2014. Si fuera un concierto en el Sydney Opera House, se se necesitarían alrededor de 4 presentaciones con entradas agotadas para que todos lo vean.



Haz click para ver el reporte completo.




22:21

“Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana, de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayuno y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”. (Lc 2,36.40)



La Encarnación y la Navidad están rodeadas de ancianos.

Lo nuevo está como ornamentado de lo viejo.

Lo que comienza está señalado por lo que termina.

Antes del nacimiento: Zacarías e Isabel.

Después del nacimiento: Simeón y Ana.


Dios comienza su historia entre nosotros valorando la ancianidad, la vejez.

Para Dios, los ancianos:

No son seres inservibles ya.

No son monumentos al recuerdo.

No son algo inútil con lo que nadie cuenta.

Sino presencia del pasado y marco que ornamenta lo presente y futuro.


Un mensaje de gran actualidad:

Nosotros estamos marcados por la productividad.

Y a los ancianos los vemos como una especie de estorbos.

El Papa Francisco decía que “una sociedad que no valora al niño y al anciano no tiene futuro”.


El 23 de noviembre de 2013, en su Homilía en Santa Marta hace un elogio de la ancianidad muy sensible. Dijo:


«Recuerdo que cuando éramos niños nos contaban esta historia. Había una familia, un papá, una mamá y muchos niños. Y estaba también un abuelo que vivía con ellos. Pero había envejecido y en la mesa, cuando tomaba la sopa, se ensuciaba todo: la boca, la servilleta… no daba una buena imagen.

Un día el papá dijo que, visto lo que sucedía al abuelo, desde el día siguiente tendría que comer solo. Y compró una mesita, la puso en la cocina; así el abuelo comía solo en la cocina y la familia en el comedor.

Después de algunos días el papá volvió a casa y encontró a uno de sus hijos jugando con la madera. Le preguntó: “¿Qué haces?”. “Estoy jugando a ser carpintero”, respondió el niño. “¿Y qué construyes?”. “Una mesita para ti papá, para cuando seas anciano como el abuelo”. Esta historia me hizo mucho bien para toda la vida. Los abuelos son un tesoro».


Y añadió:


“La memoria de nuestros antepasados nos conduce a la imitación de la fe. Es verdad, a veces la vejez es un poco fea por las enfermedades que comporta. Pero la sabiduría que tienen nuestros abuelos es la herencia que debemos recibir.

Un pueblo que no custodia a los abuelos, que no respeta a los abuelos no tiene futuro porque ha perdido la memoria.

«Nos hará bien pensar en tantos ancianos y ancianas, en los muchos que están en las residencias y también en los muchos que —es fea la palabra pero digámosla— están abandonados por sus seres queridos», agregó luego el Santo Padre, recordando que «ellos son el tesoro de nuestra sociedad.

Recemos por ellos para que sean coherentes hasta el final.

Este es el papel de los ancianos, este es el tesoro.

Recemos por nuestros abuelos y por nuestras abuelas que muchas veces desempeñaron un papel heroico en la transmisión de la fe en tiempos de persecuciones». Sobre todo en los tiempos pasados, cuando los papás y las mamás a menudo no estaban en casa o tenían ideas extrañas, confusas por las ideologías en boga de esos tiempos, «fueron precisamente las abuelas las que transmitieron la fe».


De Ana, nos dice Lucas:

Casada siete años siendo joven.

Ochenta y cuatro años viuda.

No se apartaba del templo día y noche.

Sirviendo a Dios con ayunos y abstinencias.

Daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.


Bella imagen que nos recuerda a los abuelos como “los retransmisores de la fe”. Suplentes, en muchos casos de los padres. Y educadores en la fe.

El año 2014 ya está ancianito.

Sin embargo aún nos sigue hablando de la Navidad y animando a la gozosa esperanza del 2015.

Demos gracias al Señor, entre otras cosas, por el don y regalo que nos ha hecho en nuestros ancianos. ¿A cuántos han anunciado a Jesús este año nuestros abuelos?


Clemente Sobrado C. P.




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17:37
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Se llena con libros como éste. Que le dan sentido. Que le dan profundidad. Nos van llevando párrafo a párrafo, página a página, capítulo a capítulo, hasta la enjundia del misterio. Que es muy divino y muy humanado. Y lo desvela María, a quien el autor ama, acompaña, presenta y hace amar.


Pequeño, pero bonito libro que lleva hasta la Navidad. Una Navidad mejor gozada, comprendida y disfrutada, si se relee y medita.


12:39
Otro artículo lúcido de Juan Manuel de Prada :




Observaba jocosamente Chesterton que quienes se revuelven furiosos contra la Iglesia, tachándola de mera reliquia del pasado, mienten sobre la razón de su furor. En efecto, nadie se revuelve furioso contra los druidas, ni organiza lobis contra los adoradores de Mitra, ni promueve leyes contra el culto órfico; precisamente porque son reliquias del pasado que provocan ternura y piedad. Si la Iglesia consigue que muchos se revuelvan furiosos no es porque sus ideas sean reliquias del pasado, sino porque son ideas vigorosas y perturbadoras (…)



En España no hay mitrado que provoque tanta furia como Juan Antonio Reig Pla, por la sencilla razón de que no hay ninguno que exponga con tanta clarividencia y falta de respetos humanos la doctrina católica. Una vez escuché decir a un cuervo untuoso y miramelindo que Reig Pla era demasiado «radical»; y tenía razón, porque Reig Pla es capaz de localizar la raíz de los males que nos azotan, en lugar de quedarse como hacen tantos en las ramas, columpiándose como un macaco, mientras el mundo aplaude sus cabriolas y monerías (…)


Reig Pla resulta especialmente lúcido cuando observa que los demonios de Moloch y Mammon (la cultura de la muerte y la idolatría del dinero) caminan juntos de la mano, y que toda esa farfolla de los «derechos de salud reproductiva y sexual», así como la promoción de la homosexualidad, no son sino maniobras del «imperialismo transnacional del dinero», que necesita que la gente no procree, para poder pagar sueldos de miseria y así seguir amontonando dinero en unas pocas manos.

08:54

nacimiento


1. Una cosa es conocer y otra vivir en conformidad con lo conocido.


Juan nos dice dónde está la prueba de la verdadera fe: «en esto sabemos que le conocemos, en que guardamos sus mandamientos». Y no como los gnósticos de fines de primer siglo, contratos que escribeestacarta, que daban la prioridad absoluta al saber («gnosis», conocimiento), y con eso se sentían salvados, sin prestar gran atención a las consecuencias de la vida moral. No actuaban según ese conocimiento de Dios.


El que cree conocer a Dios y luego no vive según Dios es un mentiroso, la verdad no está en él. Mientras que «quien guarda su Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud».


Más en concreto todavía, para Juan la demostración de que hemos dejado la oscuridad y entrado en la luz, es si amamos al hermano: «quien dice que está en la luz y aborrece al hermano, está aún en las tinieblas», «no sabe a dónde va» y seguramente tropezará, porque «las tinieblas han cegado sus ojos».


Es la consecuencia de haber conocido el misterio del amor de Dios en esta Navidad: también nosotros tenemos que imitar su gran mandamiento, que es el amor. La teoría es fácil. La práctica no lo es tanto: y las dos deben ir juntas.


2. La presentación de Jesús en el Templo, cuya primera parte leemos hoy, es una escena llena de sentido que nos ayuda a profundizar en el misterio de la Encarnación de Dios.


José y María cumplen la ley, con lo que eso significa de solidaridad del Mesías con su pueblo, y lo hacen con las ofrendas propias de las familias pobres.


Así, en el Templo sucede el encuentro del Mesías recién nacido con el anciano Simeón, representante de todas las generaciones de Israel que esperaban el consuelo y la salvación de Dios. En la tradición bizantina se llama precisamente «Encuentro» a esta fiesta. 120 Simeón, movido por el Espfritu, reconoce en el hijo de esta sencilla familia al enviado de Dios, y prorrumpe en el breve y entusiasta cántico del «Nunc dimittis»: «ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz», que nosotros decimos cada noche en la oración de Completas que concluye la vivencia de la Jornada. En su boca es como el punto final del Antiguo Testamento Describe en unos trazos muy densos al Mesías: «mis ojos han visto a tu Salvador», que es «luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Cristo, gloria del pueblo de Israel y luz para los demás pueblos. Pero a la vez esa luz va a ser «crisis», juicio, signo de contradicción. Todos tendrán que tomar partido ante él, no podrán quedar indiferentes. Por eso Simeón anuncia a la joven madre María una misión difícil, porque tendrá que participar en el destino de su Hijo: «será como una bandera discutida… y a ti una espada te traspasará el alma».


La presencia de María en este momento, al inicio de la vida de Jesús, se corresponde con la escena final, con María al pie de la Cruz donde muere su Hijo. Presencia y cercanía de la madre a la misión salvadora de Cristo Jesús.


3. a) La carta de Juan nos ha señalado un termómetro para evaluar nuestra celebración de la Navidad: podremos decir que hemos entrado en la luz del Hijo de Dios que ha venido a nuestra historia si estamos progresando en el amor a los hermanos. «Quien ama a su hermano, permanece en la luz y no tropieza». Si no, todavía estamos en las tinieblas, y la Navidad habrá sido sólo unas hojas de calendario que pasan.


Es un razonamiento que no necesita muchas explicaciones. Navidad es luz y es amor, por parte de Dios, y debe serlo también por parte nuestra. Claro que la conclusión lógica hubiera sido: «también nosotros debemos amar a Dios». Pero en la lógica de Jesús, que interpreta magistralmente Juan, la conclusión es: «debemos amarnos los unos a los otros».


Porque el amor de Dios es total entrega: «tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que todos tengan vida eterna». El mismo Jesús (Jn 13,34) relaciona las dos direcciones del amor: «yo os he amado: amaos unos a otros».


b) Se nos invita, por tanto, a que no haya distancia entre lo que decimos creer, lo que celebramos en laNavidad, y lo que vivimos en nuestro trato diario con los demás. «Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él»: el Jesús a quien estamos celebrando como nacido en nuestra familia, es el Jesús que nos ha enseñado a vivir, con su palabra y sobre todo con sus hechos. La Navidad nos está pidiendo seguimiento, no sólo celebración poética.


Habría bastante más luz en medio de las tinieblas de este mundo, si todos los cristianos escucháramos esta llamada y nos decidiéramos a celebrar la Navidad con más amor en nuestro pequeño 0 grande círculo de relaciones personales.


c) También el evangelio nos conduce a una Navidad más profunda. El anciano Simeón nos invita, con su ejemplo, a tener «buena vista», a descubrir, movidos por el Espíritu, la presencia de Dios en nuestra vida. Él la supo discernir en una familia muy sencilla que no llamaba a nadie la atención. Reconoció a Jesús y se llenó de alegría y lo anunció a todos los que escuchaban. En los mil pequeños detalles de cada día, y en las personas que pueden parecer más insignificantes, nos espera la voz de Dios, si sabemos escucharla.


Además, Simeón nos dice a nosotros, como se lo dijo a María y José, que el Mesías es signo de contradicción. Como diría más tarde el mismo Jesús, él no vino a traer paz, sino división y guerra: su mensaje fue en su tiempo y lo sigue siendo ahora, una palabra exigente, ante la que hay que tomar partido, y en una misma familia unos pueden aceptarle y otros no.


Nosotros somos de los que creemos en Cristo Jesús. De los que celebramos la Navidad como fiesta de gracia y de comunión de vida con él. Pero también debemos ser más claramente «hijos de la luz» y vivir «como él vivió», no sólo de palabra, sino de obras.


«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todos tengan vida eterna» (entrada)


«Tú has disipado las tinieblas del mundo con la venida de Cristo, la luz verdadera» (oración)


«Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él» (1ª lectura)


«Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza» (1ª lectura)


«Mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a las naciones» (evangelio)


«Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto» (comunión)





Los días previos a la Navidad se desata un sentimentalismo meloso y, como tal sentimentalismo, es bastante estéril y pasajero, muy pasajero.


En los días previos a la Navidad se organizan campañas de distinto tono -¡porque es Navidad!- para recoger alimentos, ropas y juguetes. Está bien porque todo ayuda, todo sirve.



Pero la pobreza dura todo el año; la exclusión social también. Las necesidades están ahí durante todo el año y no sólo en los días de Navidad.


¿Por qué no hacemos todos, todos, algo más?


La fe es verdadera si pasa por el bolsillo, si gestiona nuestra economía dejando espacio para los demás, para los que no tienen y también para las necesidades de la Iglesia.



Cáritas diocesana trabaja todo el año y de manera sumamente eficaz. Atiende casos particulares, crea Hogares, Casas de Transeúntes, Comedores sociales, iniciativas laborales distintas para dar un oficio y buscar salidas...



¡¡Cáritas es la Caridad de la Iglesia para la pobreza hoy!! Y nadie, ni Estado ni Administración autonómica lo va a hacer: ¡¡sólo la Iglesia!!




Así que no basta ayudar con kgs. de alimentos sólo en las Campañas de Navidad. ¡¡Algo más!! Ese "más" os pido e invito a que sea una cuota mensual cada cual a su Cáritas diocesana. Se pasa el sentimentalismo navideño pero sigue nuestra aportación económica mensual a la Cáritas diocesana.

Os pongo el enlace de la Cáritas de mi diócesis para fijar una cuota, una donación:


http://www.caritascordoba.es/como-colaborar


O, también, que cada cual acuda a la Cáritas de su respectiva diócesis. Pero la Cáritas diocesana de Córdoba, que es la mía, funciona genial... por si también queréis entregar algunos euros...


Sabéis, además, que Cáritas, si se le han entregado todos los datos personales, manda al final del ejercicio económico el correspondiente certificado de donativo para desgravar al declarar la Renta.




¡Qué buen fruto de Navidad sería una cuota mensual a Cáritas diocesana!

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