septiembre 2015

Chema Andrés es palentino pero vive en Haifa desde hace unos años. Allí, además de dos carreras, ha hecho miles de amigos. Judíos. Musulmanes. Cristianos. Incluso un anglicano… Cuando la amistad une, todas las religiones son un punto de encuentro.
Chema Andrés. 23 años. Cinco ciudades.
Esta es su historia. Denominación de origen: Palencia. Ciudad vital: Valladolid. Allí conoció la Obra a través del Club Juvenil Tempero. Estudio. Diversión. Piedad. Amigos. 17 años. Universidad. Se fue a Madrid a estudiar Informática. Y Madrid fue el punto de inflexión. En la ciudad en la que nació el Opus Dei, a Chema se le presentó la oportunidad de Oriente: vivir en Tierra Santa para continuar allí sus estudios y ayudar en la labor apostólica que la Obra realiza en Jerusalén desde 1993.
Aeropuerto. Llegadas. Visado de estudiante. Estudio intenso del hebreo. Al año siguiente, Chema se matriculó en Historia y Ciencias políticas. Hoy, licenciado en ambas, cursa un máster en Historia Medieval.

Un palentino en Haifa
De Jerusalén, a Haifa, "una ciudad deliciosa, con un área metropolitana de más de medio millón de habitantes". Tercera ciudad de Israel ubicada a los pies del Monte Carmelo. Parques de alta tecnología, como el Matam Park. Puerto industrial. Refinería. Y dos instituciones académicas respetas, como la Universidad de Haifa y el Technion. No es un extranjero en Haifa. Se nota.
Los porcentajes de fe en Haifa son 82% de judíos, 14% de árabes cristianos y 4% de árabes musulmanes. "Esta ciudad es un modelo de convivencia entre árabes y judíos en Israel. La verdad es que yo me entiendo con todos".
Un anglicano en Nazaret
Religiones. Convivencia. Amistad. Un botón: Chema conoció a Alaa en Nazaret. Era anglicano. "¡Un anglicano en Nazaret! ¡Allí hay de todo! Pues nos hicimos muy amigos". Hablan. Mucho. De lo humano. De lo divino. Alaa fue conociendo mejor la Iglesia Católica y decidió hacer la Profesión de Fe. Después pidió la admisión en el Opus Dei. Ahora estudia Medicina en Roma. Jóvenes del mundo. Jóvenes sin fronteras.
Tierra Santa, más allá de los telediarios. Historias de amistades por encima de los credos. "Allí te haces amigos de todos. Respetas sus creencias y ellos suelen sentirse muy atraídos por el espíritu de la Obra: santificar el trabajo, luchas por vivir las virtudes humanas, comprender y querer a todos, ¡y la alegría! Todo esto les llama la atención y a algunos les sirve para respetar todo lo cristiano, e incluso a asombrarse ante nuestra fe".
Chema cuenta que por el centro de la Obra de Haifa "pasan todo tipo de personas". Una casa sin murallas. "Hacemos muchas actividades variadas en las que participan judíos y árabes, tanto cristianos como musulmanes".
Otras historias de amor
Y detrás del telón, y muchas veces en primer plano, sobre la belleza de Tierra Santa asaltan los conflictos, el dolor, el odio… Las tensiones sociales "son graves y todo el mundo lo sabe. Es un problema real que preocupa especialmente a todos los Papas. Los cuatro últimos lo han subrayado viniendo aquí". Sin embargo, en la vida de aquí para allá del Haifa ordinario, Chema cree que "cuando no hay una excesiva ideologización, aquí convivimos pacíficamente. Aquí también surgen fuertes lazos de amistad y bellas historias de amor".
Personalmente, Chema tiene la juventud necesaria para contar con muchos proyectos. "Dios dirá". Ahora participa de una aventura particular querida especialmente por el beato Álvaro del Portillo, y que está en el centro de las intenciones de muchas personas de todo el mundo. Se trata de la puesta en marcha deSaxum Conference Center, un centro que se construye en estos momentos en el camino entre Jerusalén y Emaús desde el que se fomentará el encuentro personal con el Jesús que vivió en Tierra Santa.
Palencia. Valladolid. Madrid. Jerusalén. Haifa. 23 años. Una aventura muy normal, porque la movilidad es una de las señas de identidad de los jóvenes del siglo XXI. Aunque esta no sea una historia de interrail ni de willy-fogs. Ni de Erasmus. Es la historia de un trasplante para servir a la Iglesia…
opusdei.es

Es clave hacer saber a los hijos que son amados y demostrárselo con hechos, las siguientes recomendaciones lograrán que el tiempo que pases con tus hijos sea realmente de calidad
Un estilo de vida agitado, múltiples ocupaciones, largas jornadas de trabajo, escaso tiempo libre y pocos espacios para compartir en familia, es el panorama de muchos padres actuales; surge entonces la pregunta del millón: ¿Cómo darles a los hijos tiempo de calidad? En lafamilia.info proponemos las siguientes ideas.

La importancia del tiempo con los hijos

El acompañamiento de los padres en el proceso de desarrollo de los hijos −desde la infancia hasta la juventud− es determinante para formar seres humanos sanos emocional y físicamente. Incluso las investigaciones demuestran que los niños a quienes sus padres no les prestan la suficiente atención son más propensos a padecer de agresividad, aburrimiento, sentimiento de soledad, baja autoestima, inseguridad, carencia afectiva, bajo rendimiento escolar, dificultad para dar o recibir afecto.

En cambio, varios expertos coinciden en afirmar que cuando los niños que crecen en un hogar donde los padres les dedican tiempo, gozan de muchos beneficios como mayor grado de confianza, buen nivel autoestima y seguridad, mejores capacidades de interacción social, fortalecimiento de los vínculos afectivos, asimilación de las normas, valores y principios para la vida. Se apunta además que estos niños tienden a repetir su modelo de crianza, es decir, a formar familias estables y armoniosas.
Es clave entonces, hacerle saber a los hijos que son amados y demostrárselo con hechos, las siguientes recomendaciones lograrán que el tiempo que pases con tus hijos sea realmente de calidad:

1. Desconectarse para conectarse

Los hijos necesitan de la presencia de los padres, pero no basta con su cuerpo, necesitan también su alma, su disposición para escucharlos, amarlos, disfrutarlos. Por lo tanto apaga tu teléfono móvil y deja la tableta a un lado, este espacio es exclusivo para tu hijo, no dejes que otras cosas lo ocupen. Es poco el tiempo que hay disponible y debe ser aprovechado de la mejor manera.

2. Organizar el tiempo

El acompañamiento a los hijos no tiene por qué abolir los proyectos personales y profesionales de los padres, es cuestión de manejar adecuadamente el tiempo y lograr un equilibrio entre los diferentes espacios, aunque no debe olvidarse que la familia debe ocupar el primer lugar en la lista de prioridades; el tiempo para la familia no debe ser negociable.

3. Disfrutar el momento

Los hijos necesitan padres tranquilos, pacientes, dispuestos a pasar un rato divertido, a compartir en familia, a hacer de la convivencia una experiencia amorosa y agradable. “Si el tiempo que dedicas a tus hijos sólo alcanza para darles órdenes, suplicarles, corregirlos y apurarlos o sólo prestas atención cuando gritan, lloran o hacen alguna travesura, ese tiempo, aunque sea mucho, no es de calidad”, explica Ángela Marulanda, reconocida autora y educadora familiar.
Es fundamental entonces propiciar espacios para construir una relación cercana y amorosa con los hijos, por ejemplo con los más pequeños, es muy importante compartir juntos un rato de juego, pues beneficia su desarrollo cognitivo y afectivo; mientras que con los adolescentes y jóvenes, se pueden compartir otras actividades acordes a sus gustos.

4. Tiempo para cada hijo

Cuando hay más de un hijo, se debe establecer un momento exclusivo para cada uno, puesto que tienen necesidades diferentes y requieren un proceso educativo individual.

5. Salirse de la rutina familiar

Algunas veces conviene salirse de un poco de la rutina para darle un respiro de aire fresco a la familia, una actividad diferente a las que usualmente se realizan. Estos ratos son tan placenteros tanto para los hijos como para los padres.
Fuente: lafamilia.info.

Carta del Santo Padre ante la proximidad del Jubileo extraordinario de la Misericordia
En el marco del Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco escribió una carta a Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, donde se lee cómo el Santo Padre destaca algunos puntos importantes para “facilitar que sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes”.


Texto de la Carta del Santo Padre

Al venerado hermano Monseñor Rino Fisichella
Presidente del Consejo pontificio
para la promoción de la nueva evangelización
La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.
Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual sale al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación a la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales de Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión.
Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la sagrada Eucaristía con una reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.
Pienso, además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar.
Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad.
He pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso de vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.
La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.
Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida. Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por dónde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa decisión sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza.
El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre. También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.
Una última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida, sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil. Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al bien de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.
Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario.
Vaticano, 1 de septiembre de 2015.
                                                                               Francisco

La esperanza en el encuentro final con Cristo debe reforzarse entre los
cristianos gracias al “consuelo” recíproco dado mediante “buenas
palabras y buenas obras” y no con “palabrerías” inútiles. Lo afirmó la
mañana de este 1º. de septiembre, el Papa Francisco en su homilía al
reanudar, tras la pausa de verano, la celebración de la misa matutina en
la capilla de Casa Santa Martha con la participación de un pequeño

22:54
John Bridges Cristo sanando a la madre de Simón Pedro.

John Bridges
Cristo sanando a la suegra de Simón Pedro.

MIÉRCOLES DE LA SEMANA 22ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1,1-8

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos que viven en Colosas, hermanos fieles en Cristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre. En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios. Fue Epafras quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, fiel ministro de Cristo para con vosotros, el cual nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu.

Sal 51,10.11 R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás

Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en la misericordia de Dios
por siempre jamás. R/.

Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,38-44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.»
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

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1. (Año I) Colosenses 1,1-8

A partir de hoy, y durante ocho días, leeremos la Carta de Pablo a los cristianos de Colosas, una ciudad que estaba en Frigia, a unos doscientos kilómetros de Efeso, en el Asia Menor, actual Turquía.

Pablo no había fundado aquella comunidad, ni la conocía. Había sido su discípulo Epafras el evangelizador de aquella región. Pablo les dirige una carta amable, hacia el año 63, cuando estaba en Roma en arresto domiciliario. Se ve que aquellos cristianos, aunque no conocían personalmente a Pablo, habían oído hablar mucho y sentían “un profundo amor” por él.

Por el contenido de su misiva se entrevé la vida de aquella comunidad, mezcla de griegos y judíos, también con algún problema doctrinal: por ejemplo la tendencia “gnóstica”, la dualidad de su visión cósmica, tal vez con un excesivo aprecio de los ángeles, mientras que los cristianos sitúan claramente a Cristo en el centro de toda su cosmovisión. Por eso la Carta es muy “cristológica”.

a) La primera página de esta Carta es un saludo afectuoso y lleno de optimismo. Pablo tenía buenas noticias de aquel “pueblo santo que vive en Colosas”: tiene fama “vuestra fe en Cristo Jesús y el amor que tenéis a todo el pueblo santo”. Buen retrato de una comunidad.

Pablo aprovecha para decirles que la fe en Cristo, “el mensaje de la verdad, se sigue propagando y dando fruto en el mundo entero”.

El salmo hace un eco amable a este saludo: “confío en tu misericordia, Señor… proclamaré delante de tus fieles: tu nombre es bueno”.

b) Ojalá se pudiera decir de todas nuestras comunidades -las diócesis, las parroquias, las comunidades religiosas, los diversos movimientos y asociaciones- que son famosas por su “fe en Cristo Jesús” y su “amor a todos los demás” y que “les anima en todo la esperanza”.

Luego pueden añadirse más cosas organizativas y vistosas. Pero lo principal es que existan estas tres virtudes llamadas teologales, las básicas de todo cristiano: la fe, la esperanza y la caridad. Éste es el mejor adorno de una comunidad, y la mejor garantía de que su presencia en medio de la sociedad será eficazmente misionera.

2. Lucas 4,38-44

a) Lo que Jesús anunció en Nazaret lo va cumpliendo. Allí dijo, aplicándose la profecía de Isaías, que había venido a anunciar la salvación a los pobres y curar a los ciegos y dar la libertad a los oprimidos.

En efecto, hoy leemos el programa de una jornada de Jesús “al salir de la sinagoga”: cura de su fiebre a la suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le traen, libera a los poseídos por el demonio y no se cansa de ir de pueblo en pueblo “anunciando el reino de Dios”. En medio, busca momentos de paz para rezar personalmente en un lugar solitario.

Desde luego, el Reino ya está aquí. Ha empezado a actuar la fuerza salvadora de Dios a través de su Enviado, Jesús.

b) Buen programa para un cristiano y sobre todo para un apóstol. “Al salir de la sinagoga”, o sea, “al salir de nuestra misa o de nuestra oración”, nos espera una jornada de trabajo, de predicación y evangelización, de servicio curativo para con los demás y a la vez de oración personal.

¿Ayudamos a que a la gente se le pase la fiebre? ¿a que se liberen de sus depresiones y males? ¿atendemos a los que acuden a nosotros, acogiéndoles con nuestra palabra y dedicándoles nuestro tiempo? ¿nos sentimos obligados a seguir anunciando la buena noticia del Reino, sea cual sea el éxito de nuestro esfuerzo? ¿y lo hacemos todo en un clima de oración?

Podemos revisar dos significativos rasgos de esta página. a) Jesús, en medio de una jornada con un horario intensivo de trabajo y dedicación misionera, encuentra momentos para orar a solas. b) Y no quiere “instalarse” en un lugar donde le han acogido bien: “también a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios”. Para que evitemos dos peligros: el activismo exagerado, descuidando la oración, y la tentación de quedarnos en el ambiente en que somos bien recibidos, descuidando la universalidad de nuestra misión.

Cristo evangelizador. Cristo liberador. Cristo orante. Fijos nuestros ojos en él, que es nuestro modelo y maestro, aprenderemos a vivir su mismo estilo de vida. Dejándonos liberar de nuestras fiebres y ayudando a los demás a encontrar en Jesús su verdadera felicidad.


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Gracias, amigo Lee. Gracias, hermano sacerdote ¡Gracias!

Porque te diste con entusiasmo, con sencillez, con alegría. 

Gracias porque hiciste felices a muchos y me pude contar entre ellos.

Gracias por esos pocos años de sacerdocio juvenil, entusiasta, completo.

Gracias por tu amistad, optimismo y audacia.

Gracias por tu sencillez, por tus ocurrencias, por tu risa generosa y por tu seriedad serena.

Gracias porque sabías estar, acompañar, aguantar y esforzarte sin hacerte víctima.

Gracias porque supiste ayudar, desde los primeros tiempos de seminario, hasta el final. Nunca retiraste el hombro, aunque pesara la carga.

Fuiste discreto, afable y gozosamente fuerte. Así te vi siempre, incluso en tus entrañables fotos últimas, tan animosas, a pesar de tus pesares ¡Gracias por ello!

Pido para tí, entre lágrimas, un aplauso caluroso, como aquellos de aquellos tiempos de seminario. Y rezo para que así te reciban en el cielo ¡Te lo mereces, campeón!

16:56

Del Vatican Insider

“El perdón de Dios no se le puede negar a quien esté arrepentido. Sobre todo cuando, con corazón sincero, se acerca a la confesión para reconciliarse”. Por eso el Papa decidió otorgar a todos los sacerdotes del mundo la facultad para absolver, en todo momento y sin necesidad de autorización, el pecado del aborto. Un poder especial, vigente sólo a lo largo del próximo Jubileo de la Misericordia.

Una decisión con pocos precedentes, contenida en una carta fechada este 1 de septiembre y dirigida por Francisco al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización y responsable de las actividades del Año Santo, Salvatore “Rino” Fisichella. En el texto, el pontífice constató que “una mentalidad muy generalizada” ha provocado “una pérdida en la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida”.

Reconoció que “algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo”, mientras muchos otros, en cambio, “incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir”.

“Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza”, constató.

Por esos motivos, el Papa comunicó su decisión de conceder a todos los sacerdotes para el año jubilar, “no obstante cualquier cuestión contraria”, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y, arrepentidos de corazón, piden por ello perdón.

Si bien la disposición está dirigida particularmente a las mujeres, también toca a muchos hombres. La ley fundamental de la Iglesia católica, el Código de Derecho Canónico, es muy claro al respecto: “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”, indica en su apartado 1398. Y procuran abortos no sólo las madres, también los médicos, enfermeros, maridos o parejas.

Todos ellos pueden incurrir en la excomunión, que es “automática”. Y, según la ley eclesiástica, sólo el obispo puede levantar esa pena. Es común que en las diócesis algunos sacerdotes tengan permiso permanente para perdonar el aborto. Pero no siendo una facultad generalizada, muchas mujeres quieren confesarse y a menudo no pueden recibir la absolución. En no pocos casos comienzan un tortuoso periplo que se suma a la tragedia ya consumada.

Por la delicadeza del caso, Francisco pidió a los sacerdotes prepararse para “esta gran tarea” sabiendo conjugar “palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido”, e indicar un itinerario de conversión verdadera para “llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del padre que todo lo renueva con su presencia”.

Pero esa no fue la única novedad en la carta pontificia con motivo del Jubileo de la Misericordia, previsto del 8 de diciembre próximo al 20 de noviembre de 2016. El texto incluyó otra decisión importante: El Papa aprobó que sean “válidas y lícitas”, también durante el año santo, las confesiones impartidas por sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Son conocidos como “lefebvristas” por seguir los pasos de su fundador, el arzobispo tradicionalista Marcel Lefebvre (1905-1991). Ese grupo no se encuentra en plena comunión con la Iglesia romana, aunque en los últimos años se ha intentado subsanar la ruptura provocada hace casi 30 años por el propio Lefebvre.

No obstante, Francisco decidió tenderles la mano y reconoció que muchos de sus fieles tienen “buena fe y práctica sacramental”. Y aunque legalmente no podrían serlo, dispuso como válidas las confesiones que concedan sus sacerdotes. “Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad”, insistió.

En la misiva a Fisichella, Bergoglio manifestó su preocupación porque los católicos vivan con intensidad espiritual el Jubileo. Recordó la importancia de las peregrinaciones a las puertas santas, tanto las que se abrirán en las basílicas de Roma como aquellas en las diversas catedrales del mundo. Y habló de la “indulgencia jubilar”, el perdón de los pecados (para uno o para un difunto), a la cual todos los católicos podrán acceder.

Lo harán no sólo rezando y peregrinando, sino también realizando alguna obra concreta a favor de los demás. Y también la podrán obtener los enfermos y los presos, aunque no puedan asistir físicamente a los lugares de culto.

“El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón”, explicó el Papa.

Y apuntó: “En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.

El Centro de Cuidados Laguna se ocupa de los enfermos en verano a tiempo completo para que las familias puedan descansar
«Mi hijo se llama Jhair. Tiene siete años y parálisis cerebral adquirida». Gladis respira hondo. «No controla la cabeza, no se sienta solo, no puede comer». Al mes de nacer, Jhair tuvo una neumonía muy fuerte. Se atragantó, se asfixió y el ahogo le produjo la lesión cerebral. «Ese tiempo lo pasamos en Perú, donde el tema de la sanidad es horrible. El hospital no contaba con los medios necesarios y eso le afectó. Fuimos a otro y tampoco y, por fin, acudimos a un tercero donde pudieron estabilizarle. Es un milagro que haya sobrevivido siendo tan pequeñín y con el grado en el que estaba con la neumonía». En 2009 llegaron a España. En 2012 empezaron a confiar en la unidad de cuidados paliativos de El Niño Jesús.
Ahora, en verano, Gladis y su familia ponen a Jhair en manos del Centro Laguna que, −aunque ya contaba con una unidad de día para pacientes con enfermedades incurables− ha abierto estancias nocturnas para ayudar a las familias a conciliar su vida y a darles el descanso necesario para seguir cuidando. «Tengo otro niño de cinco años, Jeremy. Es muy dura la vida con dos hijos y más con uno dependiente. Además, en esta época de calor no podemos sacar a Jahir a la calle y estamos encerrados en casa hasta seis días seguidos. Yo no tengo vida profesional, Jahir ocupa todo mi tiempo. No doy para más». Hasta el 41% de los familiares dedicados a estos cuidados intensivos podría estar en riesgo de sufrir enfermedades debido a la sobrecarga, según datos de la Fundación Vianorte. Trastornos de sueño, de alimentación. Dolores musculares, ansiedad, depresión.

La culpa

No hay descanso. Los veranos no existen para Gladis desde hace siete años. «Cuando dices “Ay, lleva tres semanas muy bien, no ha necesitado oxígeno” −aparte de la medicación habitual que toma−, vuelve a decaer. No podemos ni poner una fecha de vacaciones. No sabemos qué pasará dentro de un mes». Y luego, el sentimiento de culpa. «Al principio me sentía muy mal, tenía un concepto muy diferente de los paliativos... pero ahora estoy tranquila porque él viene contento. Se le nota, ¿sabes? Es un niño muy expresivo. El problema es separarlo del padre y del hermano. ¡No pueden! Se extrañan mucho», cuenta, con ternura. Jeremy besa a Jhair en las manos. Mira con devoción a su hermano mayor. «Le cuida mucho. Cuando lo escucha toser un poco más de lo debido me dice “Mamá, hay que llamar al médico”, y cuando viene acá, al Centro, me dice “Yo quiero quedarme con él un día”».
Gladis no sólo es madre, esposa, cocinera, niñera, limpiadora, educadora −¡soldado!−: la mujer todoterreno sabe más de la enfermedad de su hijo que los propios médicos. Conoce que Jhair sólo duerme las tres primeras horas de la noche, que el resto las pasa en vela. Maneja los aerosoles, el aspirador. Alivia sus broncoespasmos.

15.000 niños con enfermedades incurables

Hay dos tipos de hospitales: los que se centran en la enfermedad y los que se centran en el enfermo. Laguna es del segundo tipo. Del que desecha lo práctico para atender lo importante. En España, casi 15.000 niños sufren enfermedades incurables. 15.000 enfermos de por vida. Al contrario de lo que se pueda pensar, «los chicos con cáncer son los menos: algunos tienen enfermedades raras o traumatismos muy severos, algunos son de patología congénita y otros adquirida. Uno se tragó un tapón siendo muy pequeñito, otro se cayó por la ventana...», cuenta Javier Rocafort Gil, director médico de Laguna.
Este Centro de Paliativos habrá atendido hasta 500 estancias cuando clausuren los tres meses de verano y es gratuito para las familias al estar sufragado por las fundacionesVianorte-LagunaJaime Alonso Abruña y Porque Viven. El padrino del proyecto es Vicente del Bosque. Con todo, las condiciones son limitadas y piden ayuda. «Le podemos ofrecer a cada familia una semana de respiro, pero no más. La unidad nocturna es más costosa... tenemos recursos para mantener a los niños hasta final de año», sostiene.
Javier Rocafort explica que las familias atendidas carecen de recursos y que entre ellas hay un gran número de inmigrantes. «Como trabajamos en coordinación con el equipo de cuidados paliativos pediátricos de la Comunidad de Madrid, ellos identifican los más necesitados y nos los envían. Las familias con dinero suelen montar la unidad de cuidados en casa y contratar una enfermera, un fisioterapeuta, pero los que no...», suspira.
«Son niños que secuestran, sin querer, a sus padres. Les tienen absorbidos totalmente, al menos a uno de los dos. El otro, por lo general, tiene que trabajar para aportar a la familia», explica Rocafort. «El patrón común de todos ellos es la entrega. Sería fácil decir “Abandono a mi hijo y tengo otro que nazca sano”... pero lo dan todo y ellos le devuelven la alegría». El director apunta a la pérdida de la «capacidad de disfrute» y de la «vida social» de los progenitores: «Uno le pregunta a un padre que, gracias a nuestros servicios, se ha podido ir unos días de vacaciones: “¿Y si tuviera una semana más, a dónde se iría?” Y te dice: “No lo sé”. Necesitan el descanso pero no saben cómo emplearlo».
Los niños de Laguna son silentes. Apenas gruñen, sonríen, emiten sonidos. Uno les acaricia la mano, les mira a los ojos, les pregunta cómo están. Si están. «Lo que más felices puede hacerles en sus circunstancias es el contacto físico, la música, un masaje, un baño agradable...».

La parte espiritual

Y en este punto entran en juego Mary y Carla, las musicoterapeutas encargadas de estimular a los pequeños. Ellas entienden a los niños de manera holística: «No son sólo parte física. Hay parte emocional, psicológica, social... y, en este contexto, parte espiritual», explica Carla. Llevan dedicadas a esto cinco años y, reconocen, requiere una «vocación de servicio al otro, de escuchar, de acompañar». La musicoterapia les permite acercarse a la persona de una manera distinta: sólo ven lo que el otro puede hacer, no lo que no puede hacer. «Lo más importante es que ellos sientan que están aquí. Si no, se convierten en niños tumbados en una cama y no hay nada. Y sí están», subraya Mary, agrandando sus ojos celestes. «Están de una forma...».
Lorena G. Maldonado, en elmundo.es.

En el año 1807 se obró una de las conquistas más reseñables del espíritu humano: se abolió definitivamente la esclavitud dentro del Imperio Británico. Coincidiendo con el bicentenario de tan señero hecho, se estrenó en la gran pantalla la película Amazing Grace, cuyo título obedece a la famosa canción que aunó las voces de los que sostenían esta causa.

  William Wilberforce había sido elegido miembro de la Cámara de los comunes en 1781. Fue entonces uno de los parlamentarios más jóvenes, llegando al escaño a la edad de tan solo 21 años. Una noche le invitaron a una cena especial: un esclavo (Olaudah Equiano) había comprado su libertad, y viajaba por todo el mundo buscando denunciar los malos tratos a los que había sido sometido:

  Un día eres raptado de tu casa en África y separado de tu familia y amigos. Eres forzado a viajar a pie con tus captores. Tú no entiendes lo que ellos dicen y no tienes idea de dónde estás siendo llevado. Su piel es extraña y pálida. Eres llevado a un barco. Tus captores te cambian por armas y otros bienes ofrecidos por los comerciantes de esclavos. Luego te suben a bordo y te colocan bajo cubierta. Te hacen tumbarte en pequeños espacios y te colocan cadenas y grilletes. El lugar es asfixiante, caluroso y está atestado. El mal olor del sudor, los desechos humanos y la muerte inundan tus sentidos, como los gritos, lloros y quejidos de tus compañeros africanos esclavizados.

  Wilberforce comenzó su lucha en 1787. El parlamento no quería escucharle, eran muchos los que lucraban cantidades ingentes de dinero con el mercadeo de esclavos, es más, el triángulo comercial de esclavos que unía los tres continentes que bañan sus costas en el Atlántico sostenía la economía del Imperio. Después de ocho infructuosos años, Wilberforce hubo de tomar un respiro a causa del quebranto de su mala salud. Tenía cada vez más enemigos. Con todo, no cejó en su empeño: nuevas iniciativas legales, boicoteo del consumo de azúcar proveniente de manos esclavas, decenas de miles de firmas… nada, ningún resultado.

  En 1806, movido por John Stephens promovió una nueva ley que prohibía cualquier tipo de ayuda al comercio de esclavos con colonias francesas. En realidad, se trataba de una ley de banderas que afectó a numerosos buques británicos que, bajo bandera estadounidense, comerciaban en medio de la guerra. Fue un golpe definitivo. En 1807 se acordó la abolición de la esclavitud, veinte años después de que iniciara su vida parlamentaria.
Wilberforce venció merced a su paciencia y a su ingenio. No se cansó de luchar; tampoco en cuanto a las ideas: fue capaz de generar nuevas tácticas hasta que consiguió lo que se había propuesto.

  Muchos males envilecen nuestros días. El aborto es hoy para muchos tan normal como la esclavitud en el siglo XVIII. Podemos gastar nuestra existencia diciendo que es un atentado a la vida: no basta.

  Al Capone fue un asesino y un mafioso… que acabó en la cárcel por evadir impuestos. Quizá fue responsable de miles de asesinatos y crímenes aún más horribles, pero solo le llevó al presidio el impago al fisco. El abuso de los esclavos era un atentado contra los derechos humanos, pero se suprimió por una ley de banderas. ¡No son simples casualidades!: si tuvieron lugar, es porque personas constantes en su pelea tuvieron iniciativas geniales. Fueron originales… ¿serás capaz de hablar con Dios y pedirle ser un poco más original para poder aportar «algo» a tu mundo?

Fulgencio Espá




00:20

“Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Jesús le intimó: “¡Cierra la boca y sal!” El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño”.(Lc 4,31-37)

Quiero destacar dos ideas claras de este texto.
El primero: Para conocer a Jesús primero necesitamos “admirarlo”.
El segundo: No es fácil sacar esos malos espíritus que llevamos dentro.
Aunque duele el sacarlos, no sufrimos daño alguno, al contrario nos curamos.

Admirar:
Cuando algo nos causa admiración:
Despierta nuestra curiosidad.
Despierta nuestro interés.
Despierta nuestra voluntad.

Por eso lo primero que necesitamos es:
Despertar curiosidad por Jesús.
Despertar nuestro interés por él.
Despertar nuestra voluntad de profundizarlo.

Estoy convencido de que:
Tanto en la familia como en la catequesis, lo primero no es enseñar ideas.
Lo primero es presentar la persona de Jesús.
Despertar curiosidad por él.
Primero es conocer a la persona.
Pero es sentir admiración.
Solo luego podrán interesarnos las doctrinas.
Solo luego podrán interesarnos las ideas sobre él, qué piensa.
¿De qué vale saber mucho de Jesús, si Jesús mismo no nos arrastra?
Primero necesitamos entusiasmarnos con él.
Luego será más fácil aceptar sus ideas y enseñanzas.
Podemos saber lo que enseña y no tener interés por él.
Pero cuando él nos fascina, sus ideas logran ganar nuestra mente y corazón.

¿No tendremos que invertir nuestra catequesis?
¿No tendremos que invertir nuestra enseñanza familiar?
Incluso ¿no tendremos que cambiar el tono de nuestras homilías?

Echar nuestros malos espíritus:
El demonio que poseía a aquel hombre de la sinagoga, no fue nada fácil sacarlo.
Primero le sacudió violentamente.
Es lo que nos pasa cuando queremos cambiar nuestra vida.
Comenzamos por pensar que no podemos.
Comenzamos por pensar ¿qué será de nosotros si dejamos este o aquel vicio?
Tenemos miedo al cambio porque pensamos que sin ese espíritu la vida se oscurece.
Tenemos miedo al cambio porque nos imaginamos que sin ese mal espíritu la vida pierde alegría y vitalidad.
Hay también en nosotros muchas sacudidas dentro.

Pero cuando logramos liberarnos descubrimos que la vida tiene otro color.
Cuando logramos entrar en la experiencia de la virtud percibimos que no hemos perdido nada.
Lo que decía el Papa “cuando lo dejamos todo por Cristo, no dejamos nada y lo ganamos todo”.

La experiencia del pecado nos parece la fiesta de la vida.
Y tenemos miedo a la vida de la gracia por miedo a vivir de luto.
Cuando en realidad, la vida de la gracia es la plenitud de la vida.
No. No tengamos miedo a dejar nuestros malos espíritus por más que nos cueste.
No nos dejarán heridos.
Nos dejarán sanos y festivos.

Clemente Sobrado C. P.


Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario

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