Cristiana virtud es la prudencia, que nos hace ser comedidos a la hora de tomar decisiones, emitir juicios y sopesar realidades. Seis meses con el papa Francisco. Hubo quienes desde su aparición en la logia de San Pedro entendieron que la prudencia no era necesaria y lanzaron todas sus mediáticas campanas al vuelo saludando la tan soñada revolución eclesial que por fin daría rienda a tantas fallidas ilusiones.
El ínclito P. Ángel soñaba con que Francisco fuera el primer papa en ordenar sacerdote a una mujer. Lástima que el mismo Francisco haya recordado que es cuestión cerrada y que pierdan toda esperanza. Nos han contado por activa y por pasiva, aún queda la perifrástica, que por fin había llegado el final de la nefasta influencia de Opus y Legionarios de Cristo para dar paso a una Iglesia más libre, más liberadora, cercana a los pobres y desvalidos. Qué buen tino. Para las finanzas de la Santa Sede, un sacerdote del Opus Dei. Para el gobierno de la Ciudad del vaticano acabamos de enterarnos que un legionario de Cristo. Pues menos mal que se iba a terminar su influencia.
¿Y en otros temas de actualidad, de esos que siempre se pretende sacar de madre? Pues resulta que el papa ha dicho que él cree lo que cree la Iglesia. Vaya. Escasito el cambio.
Gente también hubo que ante el nuevo papa dijo: bien venido el papa, sea Bergoglio, Ratzinger, Wojtila, Luciani, Montini o Roncalli. Es el papa, es el vicario de Cristo y no hay más que hablar del peluquín. Y en cuanto a lo que puede esperarse, pues se sigue esperando en la confianza en Cristo que no abandona a su Iglesia. Y no hay más que decir.
Es curioso que gente que se las da de conocer tan extraordinariamente la vida de la Iglesia por dentro pudiera llegar a pensar que con Francisco se iba a poner todo patas arriba. No suele ser la forma de actuar del Espíritu Santo, que tiende a hacer lo que le da la gana pero dentro de un mínimo de lógica tendiente al anuncio fiel del Evangelio. Fue salir Francisco y comenzar los sueños: ordenación de la mujer, celibato opcional, derogación de la moral sexual, desaparición del Opus y los Legionarios, matrimonio homosexual… ¡Ay cuántos sueños!
Y te llega Francisco, recuerda que la doctrina de la Iglesia es la doctrina de la Iglesia, y te nombre nada menos que uno del Opus para el dinero y un legionario para gobernar la Ciudad del Vaticano. Si lo hubiera hecho el beato Juan Pablo II le hubieran acusado de echarse en manos de esta ”gente”. Pero lo ha hecho Francisco. ¿Y ahora qué?
Pues ahora queda eso de que “los sueños, sueños son”.
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