Detrás de una moneda está una nación. Detrás de Bitcoin no hay más que algunos pequeños inversores. Las grandes monedas, ahora y siempre, tienen que hacer esfuerzos por mantener valores estables en las tormentas financieras que afectan a la perdida de confianza. Sólo con un gran esfuerzo se logra que no fluctuen. Una moneda virtual sin una nación que la respalde, fluctuará hacia arriba y hacia abajo, hasta que se desplome irremediablemente.
La única forma de que una moneda virtual se mantuviera sólidamente estable, sería que un país la respaldase. Pero todos los países piensan: para apoyar a una moneda virtual, mejor apoyar a la propia moneda.
Después hay otro problema, ¿qué ventaja tiene una transacción con una moneda virtual frente a la moneda de un país? La respuesta es ninguna. Simplemente que parece más moderno decir moneda virtual. Fuera de eso, no hay ninguna ventaja.
Bitcoin ha logrado algo de publicidad alegando que es una moneda que no depende de ningún banco central. Bien, pero entonces depende de unos inversores. Lo único que sustituye Bitcoin es la seguridad de un organismo estatal, por los intereses privados de unos inversores.
Bitcoin tendrá fama creciente, porque a sus promotores les interesa hacerse propaganda. Las cosas irán bien mientras la economía se mantenga relativamente estable. Pero en el momento en que haya movimientos bajistas y los inversores se refugien en valores seguros, habrá acabado la aventura Bitcoin. Estadísticamente atrapará a unos cuantos miles de desprevenidos. Lo siento por ellos. Pero tampoco mucho. Hay que ser un poco lelo para cambiar mucho dinero en una moneda virtual.
Publicar un comentario