Y además de libro. Porque en él coinciden nada menos que dos supuestos de libro. Por un lado un niño enfermo, con problemas. Por otro, una deteriorada salud psíquica de la madre, perfectamente tratada y medicada por su psiquiatra y que desembocó en una profunda depresión post-parto. Bien es verdad que el aborto se produjo cuando el niño llevaba ya cuatro semanas fuera del vientre de la madre, pero no vamos a ponernos quisquillosos ahora por unas semanas más o menos.
El caso se ha producido hace apenas unos días en la comunidad de Madrid y como no podía ser menos me ha llevado a pensar en esa tragedia diaria que se llama aborto. Una madre, con depresiones, y afectada gravemente por una depresión post-parto asfixia a su bebé de un mes de vida entre otras cosas porque no acepta que el niño haya nacido con problemas. Naturalmente la madre fue puesta a disposición judicial. Problemillas de calendario, porque si la muerte del bebé se hubiera producido unas semanas antes no solo no pasaría absolutamente nada sino que incluso se hubiera considerado desde sectores de esta podrida sociedad como algo lógico, natural, normal y hasta signo de amor de esa madre que prefiere renunciar a su hijo antes que traerlo a este mundo para que sufra. Se te ponen los pelos de punta.
Si es un niño es un niño, a las catorce semanas de gestación, las veinte, treinta o cuarenta y dos. ¿Tanta diferencia es que esté aún dentro del vientre de mamá o que lleve unos días fuera?
La malaventura del aborto, además de una tragedia de vidas que cuesta miles y miles de ellas cada año, es sobre todo una calamidad moral. No hay más ética que lo que me apetece, lo que me agrada, lo que me conviene y me place. Ante un embarazo, si la mamá desea tener ese hijo, somos capaces de lo más grande, desde volvernos locos con las técnicas más caras, absurdas y en demasiadas ocasiones hasta irracionales para conseguir la fecundación, hasta intervenciones intrauterinas, hospitalizaciones muy prolongadas, lo que sea para que ese niño nazca. Pero si no interesa, todas las facilidades para acabar con su vida a las diez semanas, catorce, veinte… o las que sea en caso de discapacidad, que ahí lo tenemos. Es decir, seamos claros, un no nato es alguien carente de cualquier derecho. Tiene su ADN, su personalidad, todo. Sí, todo, menos el derecho a que su vida sea respetada.
Nos impresiona el hecho de que una una mamá, con antecedentes depresivos y un bajón postparto acabe con la vida de su bebé de un mes. Pero ya nos da igual que en España, cada año, ciento veinte mil niños sean eliminados antes de nacer. Pena de sociedad.
Mucha Unicef, mucho hablar de los pobres niños que no comen, de los umbrales de pobreza, de comedores, colegios, programas de atención a los pequeños, mucho escándalo cada vez que sabemos de un pequeño mal atendido, abusado, desprotegido, que sufre cualquier tipo de violencia. Niño pobre, abusado, desprotegido… sobre todo aquel a quien no le es permitido ni siquiera nacer. El primer derecho es el de nacer, conocer el sol, disfrutar de la vida, poder experimentar el amar y ser amado. La mayor pobreza, no nacer.
Una mamá que asfixia a su hijo de un mes. Pues eso, un aborto de 42 semanas. ¿Hay tanta diferencia?
Publicar un comentario