junio 2015

21:52

“¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?” Los demonios le rogaron; “Si nos echas, mándanos a la piara de cerdos”. Jesús les dijo: “Id”. La piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua, Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara del su país”. (Mt 8,28-34)

Un texto un tanto extraño y complejo. Muchos cerdos y muchos endemoniados.
Y un pueblo que expresamente le pide se vaya.

No basta reconocer a Jesús como Hijo de Dios.
Esto hasta los endemoniados lo saben. Pero, no por eso dejan de ser endemoniados.
Los demonios reconocen sus poderes. Y en vez de abandonar a los endemoniados prefieren meterse en la piara de cerdos y ahogarse en el lago.

La fe no es cuestión de saber y conocer.
La fe es cuestión de fiarse de El.
La fe es cuestión de dejarse transformar y cambiar por El.
La fe es cuestión de abrirse a una vida nueva y no preferir morir ahogado.
Se puede creer que Jesús es Dios y preferir vivir como cerdos.
Se puede creer que Jesús es Dios y preferir ahogarse a cambiar y estrenar la nueva vida de la gracia.

Una fe que no nos cambia, es una fe inútil.
Una fe que no nos transforma, es una fe estéril.
Una fe que no nos abre a la esperanza, es una fe muerta.
Tenemos que conocer nuestra fe en Jesús, pero convertirla luego en vida.
Tenemos que conocer la verdad de Jesús, pero una verdad que se haga vida.
Por eso, el mejor conocimiento será siempre la experiencia.
Por eso, el mejor conocimiento es vivir.

“Le rogaron que se marchara de su país”
Jesús siempre resulta peligroso.
Por eso son tantos los que prefieren pedirle, también hoy, que se “vaya de sus vidas”.
Preferían la piara de cerdos, al don salvífico de Jesús.
No estaban dispuestos a abrirse a su palabra, si el precio iba a ser la pérdida de sus cerdos. Prefieren a sus cerdos.

A veces el Evangelio resulta curioso.
Y “sin querer queriendo”, con frecuencia, nos pone al descubierto.
Estos gerasenos prefieren los cerdos a Jesús.
Habría que preguntarse:
¿Qué cosas preferimos también nosotros a Dios?
¿Con qué frecuencia los cerdos que hay en muchos corazones valen más que la salvación de Jesús?
¿Con qué frecuencia también nosotros preferimos muchas cosas que impiden la presencia de Dios en nuestros corazones.

Incluso, me atrevo a preguntarme:
¿Cuántas veces le he dicho a Jesús que se vaya lejos?
¿Cuántas veces le he dicho a Jesús que me deje en paz con mis malos espíritus?
¿Cuántas veces, tal vez sin decirlo, hemos hecho lo imposible para que Jesús desaparezca y se vaya de nuestro país y de nuestras vidas?
No están lejos esos problemas de los Crucifijos en las Escuelas.
No están lejos esos problemas de los signos religiosos en público.
Fácilmente lo justificamos diciendo “para no ofender a otras confesiones”.
Pero, en el fondo, lo que interesa es que “él se vaya de nuestro país”.

Esto me recuerda a aquella fea que se encontró con un borracho.
El borrachito se atrevió a llamarle “fea”.
Ella le respondió: “¡borracho!”
Pero el borrachito ni corto ni perezoso le respondió: “Sí, pero a mí se me pasa”.
Podemos sacar a Jesús de nuestras vidas o de nuestra vida pública.
Pero, será inútil.
Lo sacaremos de nuestras paredes, pero seguirá vivo en el corazón de cada uno.

Clemente Sobrado C. P.


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19:31

Del Vatican Insider

“Cuando ellos hablan así, mi corazón se llena de tristeza”. Palabras de Blase Cupich sobre la polémica que se ha abatido sobre el millonario y precandidato presidencial estadounidense, Donald Trump. Al anunciar su candidatura dijo que la mayoría de los mexicanos en su país son violadores y criminales. Para el arzobispo de Chicago sus palabras son parte de un episodio “innecesario” y “desafortunado”. Esta y otras consideraciones en la siguiente entrevista:

¿Cómo perciben en su país al Papa Francisco?

En Estados Unidos la gente ama mucho a este Papa, los católicos y los no católicos. Está lleno de sorpresas. Es un Papa que decide desde el corazón, tiene el sentido del espíritu que trabaja en la Iglesia y es importante comprender que esto lo motiva a él.

¿Por qué tiene este “éxito”?

Porque es un hombre muy auténtico, todos lo reconocen como un hombre muy sincero, su vida se guía por la verdad. Para todos los líderes es importante ser auténticos porque cuando una persona es elegida para un puesto oficial, es posible caer en la tentación de la autosuficiencia. Este Papa dice que es importante hablar en un modo accesible, trabajar con los demás en una comunidad y esto también es importante para los líderes. Un líder no es un jefe, debe ser un hombre que conduce a la comunidad.

¿Qué expectativa hay por el próximo viaje del Papa a su país?

El Papa decidió de venir a Estados Unidos desde Cuba, él viene como un inmigrante y esto es importante para nuestro país en este momento. Somos un país de inmigrantes, esto es muy simbólico para nosotros. Es importante recordar que él decidió viajar a Estados Unidos por el Encuentro Mundial de las Familias de Filadelfia, esta es la razón original de su visita y las familias viven en la periferia, la vida familiar hoy es difícil para muchas personas. Él irá a Washington para canonizar a Junípero Serra y reunirse con el presidente, luego a Nueva York para hablar ante las Naciones Unidas.  

Se habla mucho sobre las resistencias y las contraposiciones en Estados Unidos contra el Papa Francisco y su mensaje, ¿son correctas estas apreciaciones?

No creo que exista resistencia contra el Papa en este momento, los estadounidenses lo acogerán con los brazos abiertos. Existen algunos sectores por ejemplo contra la encíclica (sobre la ecología, Laudato Si’), pero son muy pequeños y reducidos.

¿Cree que esta encíclica puede abrir un debate sobre cómo los Estados Unidos debe pensar su futuro industrial y económico?

Si, debemos reconocer que nuestra vida debería cambiar por un estilo más simple. Una vida de consumismo y autosatisfacciones no es posible hacia el futuro. Es importante reconocer que somos una comunidad global y el Papa ha dicho esto, los estadounidenses lo saben y ellos podrían cambiar.

Existe un gran debate estos días en su país sobre el tema de la inmigración, ¿es posible llegar a un consenso sobre la necesidad de una cierta regularización a los trabajadores indocumentados?

Este es un problemas muy difícil porque existe una división muy grande en nuestro Congreso en este momento. Por desgracia creo que será posible sólo hasta después de la próxima elección.

En estos días causaron mucha polémica las expresiones del precandidato republicano a la presidencia Donald Trump quien tuvo manifestaciones racistas con los mexicanos y otros inmigrantes. ¿Cómo recibió usted sus palabras?

Cuando ellos hablan así mi corazón se llena de tristeza porque estas palabras dividen a la gente, entre quienes están dentro y quienes están afuera. Pero el Papa ha dicho que todos estamos dentro de la familia humana. Cuando ellos dividen el mundo se llena de tristeza, esto no es necesario en un mundo donde existen fuerzas que nos dividen, esto fue muy desafortunado.

Si el precandidato habló en esos términos piensa que le dará votos, ¿es así?

Es imposible dar una opinión sobre los motivos, no entro en esto. Es importante que todos nosotros no votemos por un problema solo sino por todos los problemas, toda la realidad que debemos afrontar. Cuando llegué a Chicago dije que los inmigrantes iban a ser mi programa, quienes no tienen documentos, que viven en las sombras. Debemos acompañarlos y esta es mi prioridad, además es una cosa muy importante para los Estados Unidos.

19:10

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MIÉRCOLES DE LA SEMANA 13ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Lectura del libro del Génesis 21,5.8-20

Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac. El chico creció, y lo destetaron. El día que destetaron a Isaac, Abrahán dio un gran banquete. Pero Sara vio que el hijo que Abrahán había tenido de Hagar, la egipcia, jugaba con Isaac, y dijo a Abrahán: “Expulsa a esa criada y a su hijo, porque el hijo de esa criada no va a repartirse la herencia con mi hijo Isaac”.
Como al fin y al cabo era hijo suyo, Abrahán se llevó un gran disgusto. Pero Dios dijo a Abrahán: “No te aflijas por el niño y la criada. Haz exactamente lo que te dice Sara, porque es Isaac quien continúa tu descendencia. Aunque también del hijo de la criada sacaré un gran pueblo, por ser descendiente tuyo”.
Abrahán madrugó, cogió pan y un odre de agua, se lo cargó a hombros a Hagar y la despidió con el niño. Ella se marchó y fue vagando por el desierto de Berseba. Cuando se le acabó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco, diciéndose: “No puedo ver morir a mi hijo”. Y se sentó a distancia. El niño rompió a llorar.
Dios oyó la voz del niño, y el ángel de Dios llamó a Hagar desde el cielo, preguntándole: “¿Qué te pasa, Hagar? No temas, que Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, toma al niño y tenlo bien agarrado de la mano, porque sacaré de él un gran pueblo”. Dios le abrió los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber al muchacho. Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se hizo un experto arquero.

Sal 33 R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege. R/

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/

Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R/

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,28-34

En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”
Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando.
Los demonios le rogaron: “Si nos echas, mándanos a la piara”.
Jesús les dijo: “Id”.
Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

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1. (Año I) Génesis 21,5.8-20

a) Nace por fin Isaac, el hijo esperado, el hijo de la promesa, del que se espera que dé origen a una numerosa descendencia. Y llena de alegría la casa. Isaac significa «Dios sonríe» o «Dios es propicio».

Pero, según este relato -la versión de este capítulo 21 es distinta de la que habíamos leído hace una semana en el capítulo 16-, pronto surgen esas miserias que a veces enturbian la vida de una familia: los celos de Sara porque Abrahán mira con buenos ojos a Ismael y a su madre, la esclava egipcia Agar. Por un momento, el protagonista de la historia es Ismael, el primogénito, que ya debía tener unos catorce años, pero que no es el que va a prolongar la línea de la promesa, según los misteriosos designios de Dios.

Abrahán se ve obligado a despedirlo, junto con su madre, y ambos emprenden un amargo viaje al desierto, con momentos de desesperación. Pero Dios piensa también en ese muchacho. «Dios oyó la voz del niño» (Ismael significa «Dios escucha»), que llegará a ser el padre de los ismaelitas, nómadas del desierto, y los árabes, que se refieren de buen grado a Abrahán como su padre y origen.

El salmo parece personificar la oración de Agar y de su hijo en el desierto: «si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de su angustia». La lectura termina: «Dios estaba con el muchacho».

b) Nosotros solemos tener prisa por conseguir nuestros objetivos. Desde que Dios le prometió que tendría descendencia pasaron bastantes años, y Abrahán no perdió la esperanza. Finalmente, llegó, cuando parecía imposible.

¿Perdemos la esperanza en el porvenir de la Iglesia, de las vocaciones, en los valores de la juventud? ¿queremos resultados a corto plazo, como si todo dependiera de nosotros, o nos fiamos de Dios, que conduce la historia a su ritmo misterioso?

Otra lección que tenemos que aprender de esta página del Génesis es la amplitud de corazón. Como Dios y como Abrahán, ¿sabemos acoger a todos, tanto a Isaac como a Ismael, tanto a la libre como a la esclava? ¿o somos mezquinos de corazón y celosos? En nuestra familia o en nuestra comunidad, ¿sabemos ceder, como Abrahán, que, una vez, dejó a su sobrino Lot escoger los mejores pastos y ahora se preocupa tanto del hijo de la esclava como del de la libre? ¿miramos con ojos de simpatía, con ojos de Buen Pastor, también a los que en nuestra Iglesia vemos como alejados, y estamos dispuestos a descubrir los valores que también ellos tienen, y que nos pueden enseñar a nosotros? Dios está también con Ismael. ¿Quiénes somos nosotros para hacer acepción de personas?

2. Mateo 8,28-34

a) Después de calmar la tempestad en la escena de ayer, esta vez el milagro de Jesús sucede en territorio pagano, Gerasa o Gadara: libera a dos enfermos de su posesión diabólica.

Se trata de un milagro un poco misterioso. El relato parece más simbólico que preocupado por los detalles históricos: país pagano, posesión diabólica, cementerios como lugar de muerte, y traspaso de los demonios a los cerdos, los animales inmundos por excelencia para la cultura del tiempo. Parece como si Mateo quisiera acumular todos los grados del mal para recalcar después el poder de Jesús, que es superior al mal, al malo, y lo vence eficazmente.

Los demonios reconocen al Mesías. Se quejan de que adelante su derrota: porque estaba anunciado que los demonios serían maniatados al final de los tiempos. En el Apocalipsis ( 19,20 y 20,2) se canta la victoria final contra la Bestia y sus secuaces, que son arrojados al fondo del mar, como los cerdos de la escena de hoy.

El signo no produce mucho efecto entre los habitantes del lugar, que piden a Jesús que se marche. Le consideran culpable de la pérdida de una piara de cerdos, que seguramente se debió a algún fenómeno natural.

b) Jesús sigue ahora su lucha contra el mal. Y nosotros, con él. El mal que hay dentro de nosotros, el mal que hay en el mundo.

Jesús sigue siendo el más fuerte. Tanto si se personifica el mal en el demonio, cosa que hace tantas veces el evangelio, como si no, todos tenemos experiencia de que existe el mal en nuestras vidas y, también, de nuestras pocas fuerzas para combatirlo.

¿Somos como los gerasenos, que desaprovechan la presencia del Mesías y no parecen querer que les cure de sus males? ¿invocamos confiadamente a Jesús para que nos ayude en nuestra lucha? Haremos bien en pedirle que nos libere de las cadenas que nos atan, de los demonios que nos poseen, de las debilidades que nos impiden una marcha ágil en nuestra vida cristiana.

En el Padrenuestro pedimos a Dios: «Mas líbranos del mal», que también se puede traducir «mas líbranos del malo». Cuando vamos a comulgar, se nos recuerda que ese Pan de vida que recibimos, Jesús Resucitado, es «el que quita el pecado del mundo».

Al mismo tiempo, como seguidores de Cristo, tenemos que saber ayudar a otros a liberarse de sus males. Jesús nos da a nosotros el equilibrio interior y la salud, con sus sacramentos y su palabra. Nosotros hemos de ser buenos transmisores de esa misma vida a los demás, para que alcancen su libertad interior y vivan más gozosamente su vida humana y cristiana.

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Con la reforma del misal del 2001 san Juan Pablo II, en dónde había costumbre permitió el día como hoy celebrar optativamente la memoria de la Preciosísima Sangre de Cristo, como se hacía antes del Concilio.

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LA PRECIOSÍSIMA SANGRE
DE NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO

¡Canta, lengua, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa de Cristo; de esa Sangre, fruto de un seno generoso, que el Rey de las gentes derramó para rescate del mundo: “in mundi praetium“!

 Pero, antes de que la lengua cante gozosa y el corazón se explaye en afectos de gratitud y amor, es necesario que medite la inteligencia las sublimidades del Misterio de Sangre que palpita en el centro mismo de la vida cristiana.

 Hay tres hechos que se dan, de modo constante y universal, a través de la historia del hombre: la religión, el sacrificio y la efusión de sangre.

 Los más eminentes antropólogos han considerado la religiosidad como uno de los atributos del género humano. La función céntrica de toda forma religioso-social ha sido siempre el sacrificio. Este se presenta como la ofrenda a Dios de alguna cosa útil al hombre, que la destruye en reconocimiento del supremo dominio del Señor sobre todas las cosas y con carácter expiatorio. Por lo que se refiere a la efusión de sangre, observamos que el sacrificio —al menos en su forma más eficaz y solemne— importa la idea de inmolación o mactación de una víctima, y, por lo mismo, el derramamiento de sangre, de modo que no hay religión que, en su sacrificio expiatorio, no lleve consigo efusión de sangre de las víctimas inmoladas a la divinidad.

 La sangre es algo que repugna y aparta, sobre todo si se trata de sangre humana. Sin embargo, en los altares de todos los pueblos, en el acto, cumbre en que el hombre se pone en relación con Dios, aparece siempre sangre derramada.

 Así lo hace Abel, a la salida del paraíso (Gen. 4, 4), y Noé, al abandonar el arca (Gen. 8, 20-21). El mismo acto repite Abraham (Gen. 15, 10). Y sangre emplea Moisés para salvar a los hijos de Israel en Egipto (Ex. 12, 13), para adorar a Dios en el desierto (Ex. 14, 6) y para purificar a los israelitas (Heb. 9, 22). Una hecatombe de víctimas inmoladas solemnizó la dedicación del templo de Salomón.

 Y no es sólo el pueblo escogido el que hace de la sangre el centro de sus funciones religiosas más solemnes, sino que son también los pueblos gentiles; en ellos encontramos igualmente víctimas y altares de sacrificio cubiertos de sangre, como lo cuentan Homero y Herodoto en la narración de sus viajes.

 Adulterado el primitivo sentido de la efusión de sangre, en el colmo de la aberración, llegaron los pueblos idólatras a ofrecer a los dioses falsos la sangre caliente de víctimas humanas. Niños, doncellas y hombres fueron inmolados, no sólo en los pueblos salvajes, sino también en las cultas ciudades. Y todavía, cuando los conquistadores españoles llegaron a Méjico, quedaron horripilados a la vista de los sacrificios humanos. Los sacerdotes idólatras sacrificaban anualmente miles de hombres, a los que, después de abrirles vivos el pecho, sacaban el corazón palpitante para exprimirlo en los labios del ídolo,

 El hecho histórico, constante y universal, del derramamiento de sangre como función religiosa principal de los pueblos encierra en sí un gran misterio, cuya clave para descifrarlo se halla entre dos hechos también históricos, uno de partida y otro de llegada, de los que uno plantea el tremendo problema y el otro lo resuelve, para alcanzar su punto culminante en el “himno nuevo”, que eternamente cantan los ancianos ante el Cordero sacrificado (Apoc. 7, 14), al que rodean los que, viniendo de la gran tribulación, lavaron y blanquearon sus túnicas en la Sangre del Cordero (ibid.), y vencieron definitivamente, por la virtud de la Sangre, al dragón infernal (cf. Apoc. 12, 11).

 El pecado original creó un estado de discordia y enemistad entre Dios y el hombre. Consecuencia del pecado fue la siguiente: Dios, en el cielo, ofendido; el hombre, en la tierra, enemigo de Dios, y Satanás, “príncipe de este mundo” (lo. 12, 31), al que reduce a esclavitud.

 En la conciencia del hombre desgraciado quedó el recuerdo de su felicidad primera, la amargura de su deslealtad para con el Creador, el instinto de recobrar el derecho a sus destinos gloriosos y el ansia de reconciliarse con Dios.

 ¡Y surge el fenómeno misterioso de la sangre! El hombre siente en lo más íntimo de su naturaleza que su vida es de Dios y que ha manchado esta vida por el pecado original y por sus crímenes personales. La voz de la naturaleza, escondida en lo íntimo de su conciencia, le exige que rinda al supremo Hacedor el homenaje de adoración que le es debido, y, después de la caída desastrosa, le reclama una condigna expiación. Adivina el hombre la fuerza y el valor de la sangre para su reconciliación con Dios, pues en la sangre está la vida de la carne, ya que la sangre es la que nutre y restaura, purifica y renueva la vida del hombre; sin ella, en las formas orgánicas superiores, es imposible la vida: al derramarse la sangre sobreviene la muerte.

 Por otra parte, si en la sangre está la vida —vida que manchó el pecado—, extirpar la vida será borrar el pecado. De ahí que el hombre, llevado por su instinto natural, se decide a “hacer sangre”, eligiendo para este oficio a “hombres de sangre”, como han llamado algunas razas a sus sacerdotes, para que, con los sacrificios cruentos, rindan, en nombre de todos, homenaje y expiación a la divinidad. Dios mostró su agrado por estos sacrificios (Gen. 4, 4; 8, 21) y consagró con sus mandatos esta creencia al ordenar el culto del pueblo hebreo (Lev. 1, 6; 17, 22).

 La sangre, por representar la vida, fue entonces elegida como el instrumento más adecuado para reconocer el supremo dominio de Dios sobre la vida y sobre todas las cosas y para expiar el pecado. Por eso Virgilio, al contemplar la efusión de sangre de la víctima inmolada, dirá poéticamente que es el alma vestida de púrpura la que sale del cuerpo sacrificado (Eneida, 9,349).

 Pero como el hombre no podía derramar su propia sangre ni la de sus hermanos, buscó un sustituto de su vida en la vida de los animales, especialmente en la de aquellos que le prestaban mayor utilidad, y los colocó sobre los altares, sacrificándolos en adoración y en acción de gracias, para impetrar los dones celestes y para que le fueran perdonados sus pecados. He aquí descifrado el misterio del derramamiento de sangre. Su universalidad hace pensar si sería Dios mismo el que enseñara a nuestros primeros padres esta forma principal del culto religioso.

 Los sacrificios gentílicos, aun en medio de sus aberraciones, no eran otra cosa que el anhelo por la verdadera expiación. Por eso se ofrecían animales inmaculados o niños inocentes, buscando una ofrenda enteramente pura. Pero vana era la esperanza de reconciliación con Dios por medio de los animales: no hay paridad entre la vida de un animal y el pecado de un hombre (cf. Heb. 10, 4). Era inútil para ello la efusión de sangre humana, de niños y doncellas, que eran sacrificados a millares: no se lava un crimen con otro crimen, ni se paga a Dios con la sangre de los hombres.

 Quedaban los sacrificios del pueblo judío, ordenados y queridos por Dios, pero en ellos no había más que una expiación pasajera e insuficiente.

 Los sacrificios judaicos, especialmente el sacrificio del Cordero pascual y el de la Expiación, tenían por fin principal anunciar y representar el futuro sacrificio expiatorio del Redentor (Heb. 10, 1-9). Estos sacrificios no tenían más valor que su relación típica con un sacrificio ideal futuro, con una Sangre inocente y divina que había de derramarse para nivelar la justicia de Dios y poner paz entre Él y los hombres (cf. Cor, 2, 17). Todo el Antiguo Testamento estaba lleno de sangre, figura de la Sangre de Cristo, que había de purificarnos a todos y de la que aquélla recibía su eficacia. Los sacrificios del Antiguo Testamento eran, en efecto, de un valor limitado, pues su eficacia se reducía a recordar a los hombres sus pecados y a despertar en ellos afectos de penitencia, significando una limpieza puramente exterior, por medio de una santidad legal, que se aviniera con las intenciones del culto, pero que no podía obrar su santificación interior.

 Por lo demás, Dios sentía ya hastío por los sacrificios de animales, ofrecidos por un pueblo que le honraba con los labios, pero cuyo corazón estaba lejos de Él (cf. Mt. 15, 8). “¡Si todo es mío! ¿Por qué me ofrecéis inútilmente la sangre de animales, si me pertenecen todos los de las selvas? No ofrezcáis más sacrificios en vano” (Is. 1, 11-13; 40, 16; Ps. 49, 10).

 Para reconciliar al mundo con Dios se necesitaba sangre limpia, incontaminada; sangre humana, porque era el hombre el que había ofendido a Dios; pero sangre de un valor tal que pudiera aceptarla Dios como precio de la redención y de la paz; sangre representativa y sustitutiva de la de todos los hombres, porque todos estaban enemistados con Dios. ¡Ninguna sangre bastaba, pues, sino la de Cristo, Hijo de Dios!

 Esta sola es incontaminada, como de Cordero inmaculado (1 Petr. 1, 19); de valor infinito, porque es sangre divina; representativa de toda la sangre humana manchada por el pecado, porque Dios cargará a este, su divino Hijo, todas las iniquidades de todos los hombres (Is. 53, 6).

 Si los hombres tuvieron facilidad para venderse, observa San Agustín, ahora no la tenían para rescatarse; pero aún más, no tenían siquiera posibilidad de ello. Y el Verbo de Dios, movido por un ímpetu inefablemente generoso de amor, al entrar en el mundo le dijo al Padre: “Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me diste un cuerpo a propósito; holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron; entonces dije: Heme aquí presente” (Heb. 10, 5-7). Y ofreciendo su sacrificio, con una sola oblación, la del Calvario, perfeccionó para siempre a los santificados (Heb. 10, 12-14). Y el hombre, deudor de Dios, pagó su deuda con precio infinito; alejado de Él, pudo acercarse con confianza (Heb. 10, 19-22); degradado por la hecatombe de origen, fue rehabilitado y restituido a su primitiva dignidad. Se había acabado todo lo viejo; la reconciliación estaba hecha por medio de Jesucristo; Dios y el hombre habían sido puestos cerca por la Sangre de Cristo Jesús. Todo había sido reconciliado en el cielo y en la tierra por la Sangre de la Cruz (2 Cor. 5, 18-19; Eph. 2, 16; Col. 1, 20).

 La sangre real de Cristo (Lc. 1, 32; Apoc. 22, 16), divina y humana, sangre preciosa, precio del mundo, había realizado el milagro. El rescate fabuloso estaba pagado. “Nada es capaz de ponérsele junto para compararla, porque realmente su valor es tan grande que ha podido comprarse con ella el mundo entero y todos los pueblos” (San Agustín).

 Pudo Jesucristo redimir al mundo sin derramar su Sangre; pero no quiso, sino que vivió siempre con la voluntad de derramarla por entero. Hubiera bastado una sola gota para salvar a la humanidad; pero Jesús quiso derramarla toda, en un insólito y maravilloso heroísmo de caridad, fundamento de nuestra esperanza.

 ¡Oh generoso Amigo, que das la vida por tus amigos! ¡Oh Buen Pastor, que te entregaste a la muerte por tus ovejas! (lo. 15, 13: 10, 15). ¡Y nosotros no éramos amigos, sino pecadores! Jesucristo se nos presenta como el Esposo de los Cantares, cándido y rubicundo; por su santidad inmaculada, mas blanco que la nieve; pero con una blancura como la de las cumbres nevadas a la hora del crepúsculo, siempre rosada por el anhelo, por la voluntad, por el hecho inaudito de la total efusión de su Sangre redentora.

 “¡Sangre y fuego, inestimable amor!”, exclamaba Santa Catalina de Siena. “La flor preciosa del cielo, al llegar la plenitud de los tiempos, se abrió del todo y en todo el cuerpo, bañada por rayos de un amor ardentísimo. La llamarada roja del amor refulgió en el rojo vivo de la Sangre” (SAN BUENAVENTURA, La vid mística, 23).

 Las tres formas legítimas de religión con las que Dios ha querido ser honrado a lo largo de los siglos (patriarcal, mosaica y cristiana) están basadas en un pacto que regula las relaciones entre Dios y el hombre; pacto sellado con sangre (Gen. 17, 9-10,13; Ex. 24, 3-7,8; Mt. 26, 8; Mc. 14, 24: Lc, 22, 20; 1 Cor. 11, 25). La Sangre purísima de Jesucristo es la Sangre del Pacto nuevo, del Nuevo Testamento, que debe regular las relaciones de la humanidad con Dios hasta el fin del mundo.

 Cada uno de estos pactos es un mojón de la misericordia de Dios, que orienta la ruta de la humanidad en su camino de aproximación a la divinidad: caída del hombre, vocación de Abraham, constitución de Israel, fundación de la Iglesia.

 Todo pacto tiene su texto. El texto del Nuevo Testamento es el Evangelio en su expresión más comprensiva, que significa el cúmulo de cosas que trajo el Hijo de Dios al mundo y que se encierran bajo el nombre de la “Buena Nueva”. Buena Nueva que comprende al mismo Jesucristo, alfa y omega de todo el sistema maravilloso de nuestra religión; la Iglesia, su Cuerpo Místico, con su ley, su culto y su jerarquía; los sacramentos, que canalizan la gracia, participación de la vida de Dios, y el texto precioso de los sagrados Evangelios y de los escritos apostólicos, llamados por antonomasia el Nuevo Testamento, luz del mundo y monumento de sabiduría del cielo y de la tierra.

 Además, el Pacto lleva consigo compromisos y obligaciones que Cristo ha cumplido y sigue cumpliendo, y debe cumplir también el cristiano. Antes de ingresar en el cristianismo y de ser revestidos con la vestidura de la gracia hicimos la formalización del Pacto de sangre, con sus renuncias y con la aceptación de sus creencias. “¿Renuncias?… ¿Crees?…, nos preguntó el ministro de Cristo. “¡Renuncio! ¡Creo!” “¿Quieres ser bautizado?” “¡Quiero!” Y fuimos bautizados en el nombre de la Trinidad Santísima y en la muerte de Cristo, para que entendiéramos que entrábamos en la Iglesia marcados con la Sangre del Hijo de Dios. Quedó cerrado el pacto, por cuyo cumplimiento hemos de ser salvados. “La Sangre del Señor, si quieres, ha sido dada para ti; si no quieres, no ha sido dada para ti. La Sangre de Cristo es salvación para el que quiere, suplicio para el que la rehusa” (Serm. 31, lec.9, Brev. in fest. Pret. Sanguinis).

 El pacto de paz y reconciliación tendrá su confirmación total en la vida eterna. “Entró Cristo en el cielo —dice Santo Tomás— y preparó el camino para que también nosotros entráramos por la virtud de su Sangre, que derramó en la tierra” (3 q.22 a.5).

 “No os pertenecéis a vosotros mismos. Habéis sido comprados a alto precio. Glorificad, pues, y llevad a Dios en vuestro cuerpo”, advierte San Pablo (1 Cor. 6, 19.20). Glorificar a Dios en el propio cuerpo significa mantener limpia y radiante —por una vida intachable y una conducta auténticamente cristiana— a imagen soberana de Dios, impresa en nosotros por la creación, y la amable fisonomía de Cristo, grabada en nuestra alma por medio de los sacramentos. Si nos sentimos débiles, vayamos a la misa, sacrificio del Nuevo Testamento, y acerquémonos a la comunión para beber la Sangre que nos dará la vida (lo. 6, 54).

 En esta hora de sangre para la humanidad sólo los rubíes de la Sangre de Cristo pueden salvarnos. Con Catalina de Siena. “os suplico, por el amor de Cristo crucificado, que recibáis el tesoro de la Sangre, que se os ha encomendado por la Esposa de Cristo”, pues es sangre dulcísima y pacificadora, en la que “se apagan todos los odios y la guerra, y toda la soberbia del hombre se relaja”.

 Si para el mundo es ésta una hora de sangre, para el cristiano ha sonado la hora de la santidad. Lo exige la Sangre de Cristo. “Sed. Santos —amonestaba San Pedro a la primera generación cristiana—, sed santos en toda vuestra conducta, a semejanza del Santo que os ha llamado a la santidad… Conducíos con temor durante el tiempo de nuestra peregrinación en la tierra, sabiendo que no habéis sido rescatados con el valor de cosas perecederas, el oro o la plata, sino con la preciosa Sangre de Cristo, que es como de Cordero incontaminado e inmaculado” (1 Petr. 1, 15-18).

 Roguemos al Dios omnipotente y eterno que, en este día, nos conceda la gracia de venerar, con sentida piedad, la Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación, y que, por su virtud, seamos preservados en la tierra de los males de la vida presente, para que gocemos en el cielo del fruto sempiterno (Colecta de la festividad).

 ¡Acuérdate, Señor, de estos tus siervos, a los que con tu preciosa Sangre redimiste!


17:36
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Lo encargué en la librería ARS y ya lo tengo en casa para aprovechar estos días para su estudio y disfrute. Buen material para ayudar en las tareas de nueva evangelización en que debemos implicarnos las parroquias.

Se basa en el catecismo de la Iglesia, pero le da viveza gráfica, literaria y pedagógica, con abundantes relatos de los héroes cristianos, con muy buenas y muy abundantes fotografías, con preguntas, resúmenes y explicaciones muy logradas.

Sus autores, Scott Hahn y Jaime Socías, son bien conocidos por sus producciones bibliográficas que explican y hacen muy atrayente la fe, contribuyendo a su defensa y propagación. Además consiguen unas magnificas ediciones que salen a muy buen precio. Merece la pena hacerse con este material y darle salida en catequésis y actividaes de evangelización.

La protección de la libertad religiosa se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la Iglesia católica en Estados Unidos. 

Los obispos han convocado por cuarto año consecutivo la Quincena por la Libertad, una campaña que busca proteger el derecho de cualquier ciudadano a trabajar por el bien común de acuerdo con sus creencias religiosas.

Desde 2012, año de la primera convocatoria, el objetivo de esta campaña ha sido siempre el mismo: denunciar las leyes y las políticas del gobierno que impiden a las personas o a las instituciones (hospitales, escuelas, universidades, organizaciones benéficas…) actuar de acuerdo con su ideario.


Los problemas vienen, básicamente, de dos frentes. El primero es la norma del Ministerio de Sanidad que obliga a los empleadores –al principio, también a los de las instituciones de inspiración religiosa– a financiar a sus empleadas un seguro sanitario con anticonceptivos, píldora del día siguiente y esterilización.
Pero el “mandato anticonceptivo”, como se le conoce popularmente, sufrió un fuerte revés cuando el Tribunal Supremo sentenció hace un año que la obligación de financiar esos servicios imponía a los dueños de las empresas familiares “una carga excesiva al ejercicio de la religión”.
Tras los últimos retoques al mandato, las instituciones de inspiración religiosa ya no están obligadas a financiar ni ofrecer un plan de seguros con métodos anticonceptivos pero sí a garantizar que sus empleadas tienen acceso a ellos sin coste adicional. Para lograrlo, han de comunicarlo a una aseguradora, que pagará esos servicios. Lo que, a su juicio, las convierte en “cómplices morales”.

La moral de Estado justifica la discriminación

El segundo frente son las leyes que imponen restricciones a la libertad religiosa escudándose en la lucha contra la discriminación. Aquí la casuística es muy variada, pero casi siempre se trata de asuntos de alto voltaje ideológico como la educación, la sanidad y el matrimonio.
Aceprensa. LEER MÁS

10:28

jesús calma tempestad

MARTES DE LA SEMANA 13ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Lectura del libro del Génesis 19,15-29:

En aquellos días, los ángeles urgieron a Lot: «Anda, toma a tu mujer y a esas dos hijas tuyas, para que no perezcan por culpa de Sodoma.»
Y, como no se decidía, los agarraron de la mano, a él, a su mujer y a las dos hijas, a quienes el Señor perdonaba; los sacaron y los guiaron fuera de la ciudad.
Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a salvo; no mires atrás. No te detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer.»
Lot les respondió: «No. Vuestro siervo goza de vuestro favor, pues me habéis salvado la vida, tratándome con gran misericordia; yo no puedo ponerme a salvo en los montes, el desastre me alcanzará y moriré. Mira, ahí cerca hay una ciudad pequeña donde puedo refugiarme y escapar del peligro. Como la ciudad es pequeña, salvaré allí la vida.»
Le contestó: «Accedo a lo que pides: no arrasaré esa ciudad que dices. Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues.»
Por eso la ciudad se llama La Pequeña. Cuando Lot llegó a La Pequeña, salía el sol. El Señor, desde el cielo, hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Arrasó aquellas ciudades y toda la vega con los habitantes de las ciudades y la hierba del campo. La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal. Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado con el Señor. Miró en dirección de Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y vio humo que subía del suelo, como el humo de un horno. Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la vega, arrasando las ciudades donde había vivido Lot, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe.

Sal 25,2-3.9-10.11-12 R/. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad

Escrútame, Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón,
porque tengo ante los ojos tu bondad,
y camino en tu verdad. R/.

No arrebates mi alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
que en su izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos. R/.

Yo, en cambio, camino en la integridad;
sálvame, ten misericordia de mí.
Mi pie se mantiene en el camino llano;
en la asamblea bendeciré al Señor. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,23-27:

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

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1. (Año I) Génesis 19,15-29

a) El castigo de Dios sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra se ha convertido en el prototipo de castigo contra la corrupción y la maldad.

La destrucción de estas ciudades, que se hallaban cerca del Mar Muerto, seguramente se debe a algún fenómeno natural: el fuego, un terremoto o, tal vez, una erupción, en un terreno que presenta características de tipo volcánico, lo cual no significa que Dios no tubo nada que ver. Pero la intención religiosa del Génesis lo atribuye toda al juicio de Dios, que condena la maldad de sus habitantes. Así sucede muchas veces en la Biblia, como cuando se justifica la destrucción de Babel o de Babilonia o de Jerusalén.

La tradición de la «estatua de sal», en la que se ha convertido la esposa de Lot, probablemente también se originó en alguna caprichosa formación rocosa y salina de la zona, interpretada popularmente como la figura de una mujer. Aquí se presenta como consecuencia de haber «vuelto la mirada atrás», cosa que el ángel les había prohibido.

b) Si queremos salvarnos, debemos abandonar Sodoma, nuestra particular vida de pecado o de vida superficial.. A Lot y a su familia les costó decidirse. Se tuvieron que poner fuertes los ángeles enviados por Dios, porque no estaban convencidos de que necesitaran ser salvados. La mujer cayó en la tentación de mirar atrás. Siempre nos puede la comodidad, la costumbre, la inercia. El mismo Jesús nos dio el aviso, invitándonos a la fidelidad y a la decisión: «Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará» (Lc 17,32-33).

Estamos en medio de un mundo que, ciertamente, no nos ayuda a vivir en cristiano, sin llegar siempre a la depravación moral de Sodoma, y sus criterios van a menudo en dirección contraria al evangelio.

En nuestra lucha contra el mal y en nuestro seguimiento de Cristo, deberíamos ser más decididos. Jesús nos advirtió más de una vez que no miráramos atrás: «nadie que pone su mano en el arado y vuelve la vista atrás, es apto para el Reino de Dios» (Lc 9,62).

No vaya a ser que merezcamos el reproche que Jesús hizo a sus contemporáneos: «y tú, Cafarnaúm, te hundirás: porque, si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy» (Mt 11,23).

2. Mateo 8,23-27

a) De hoy al jueves escuchamos otra serie de milagros de Jesús: hoy, el de la tempestad calmada.

En el lago de Genesaret se forman con frecuencia grandes temporales (la palabra griega «seismós megas» apunta a un «gran seísmo», a un maremoto). Los apóstoles quedaron aterrorizados, a pesar de estar avezados en su oficio de pescadores.

Despiertan a Jesús, que sigue dormido -debe tener un gran cansancio, un sueño profundo y una salud de hierro- con una oración bien espontánea: «Señor, sálvanos, que nos hundimos». Y quedan admirados del poder de Jesús, que calma con su potente palabra la tempestad: «¿quién es éste? hasta el viento y el agua le obedecen».

b) Seguir a Jesús no es fácil, nos decía él mismo ayer. Hoy, el evangelio afirma brevemente que cuando él subió a la barca, «sus discípulos lo siguieron»; pero eso no les libra de que, algunas veces en su vida, haya tempestades y sustos. Y cómo meditábomos hace dos domingos, en la versión de Marcos, Jesús habla más de la falta de fe en ellos mismos que no se pusieron a dominar la barca.

También en la de la Iglesia, que, como la barca de los apóstoles, ha sufrido, en sus dos mil años de existencia, perturbaciones de todo tipo, y que no pocas veces parece que va a la deriva o amenaza naufragio.

También en nuestra vida particular hay temporadas en que nos flaquean las fuerzas, las aguas bajan agitadas y todo parece llevarnos a la ruina.

¿Mereceríamos alguna vez el reproche de Jesús: «cobardes, ¡qué poca fe tenéis!»?

Cuando sabemos que Cristo está en la barca de la Iglesia y en la nuestra; cuando él mismo nos ha dicho que nos da su Espíritu para que, con su fuerza, podamos dar testimonio en el mundo; cuando tenemos la Eucaristía, la mejor ayuda para nuestro camino, ¿cómo podemos pecar de cobardía o de falta de confianza?

Es verdad que también ahora, a veces, parece que Jesús duerme, sin importarle que nos hundamos. Llegamos a preguntarnos por qué no interviene, por qué está callado. Es lógico que brote de lo más íntimo de nuestro ser la oración de los discípulos: «sálvanos, que nos hundimos».

La oración nos debe reconducir a la confianza en Dios, que triunfará definitivamente en la lucha contra el mal. Y una y otra vez sucederá que «Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma».

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Primeros mártires de la Iglesia Romana

Nada sabemos de sus nombres, salvo que los apóstoles Pedro y Pablo encabezaron este ejército de los primeros mártires romanos, víctimas en el año 64 de la persecución de Nerón tras el incendio de Roma. A veces me he preguntado si estaría entre ellos una ilustre dama romana, Pomponia Graecina, esposa de Aulo Plaucio, gobernador de Britania. Antiguas leyendas incluso hacen de Pomponia una princesa britana y la relacionan con los orígenes del cristianismo en las Islas Británicas. Pero no parece probable que aquella mujer se contara entre los mártires de la primera persecución contra los cristianos. Sin embargo, hay indicios escritos y arqueológicos que permiten asegurar que hacia el año 57 ó 58, Pomponia dio también testimonio, aunque incruento, de su fe cristiana. Los Anales de Tácito (XIII, 32) aseguran que fue acusada de “superstición extranjera”, algo que podría hacer referencia a su condición de cristiana. Se constituyó un tribunal doméstico, presidido por su marido, y que finalmente proclamó la inocencia de la esposa, tras una indagación sobre su vida y su fama. Con todo, Tácito atribuye a Pomponia el carácter de “una persona afligida”, alguien que durante cuarenta años llevó luto por el asesinato de Julia, una víctima más entre los miembros de una familia imperial, diezmada por las ejecuciones o envenenamientos que el círculo del poder disponía de forma arbitraria. Acaso esa aflicción no procediera de una mera tristeza humana sino del deseo de mantenerse al margen de una sociedad marcada por el crimen y la corrupción. Quizás la tristeza que Tácito ve en Pomponia no fuera tal sino un aire de seriedad, una expresión de desaprobación por un ambiente en el que no se respira a gusto, pero en el que hay que estar necesariamente en función de las obligaciones familiares y sociales. Habría que pensar que Pomponia no borraría por completo su afabilidad femenina y su “saber estar”, pese a algunas apariencias externas. En el cristiano no puede caber la tristeza. Las únicas lágrimas que puede derramar son las del amor, como las que derramó Cristo a la vista de Jerusalén. Pero cuando alrededor de alguien, se extienden las risas maliciosas, las alusiones de dudoso gusto y, en general, todas las dimensiones de las lenguas desatadas, es comprensible que pueda adoptar una expresión de seriedad. Sea como fuere, Pomponia padeció en su fama y en su ánimo por seguir a Cristo. Como en todas las épocas, los cristianos que están en el mundo, pero no son del mundo, son señalados con el dedo, tachados de locos o etiquetados con calumnias.

Pomponia Graecina es también un personaje secundario de la célebre novela Quo Vadis de Henryk Sienckewicz. La matrona romana acoge en su casa y educa en la fe cristiana a Ligia, la hija del rey de los ligios reducida a la esclavitud. El novelista polaco presenta a Pomponia como un modelo de virtud femenina en una sociedad corrompida. En las páginas de su obra se trasluce que ha leído a Tácito, sobre todo cuando describe la persecución neroniana, cuando “se empezó a detener abiertamente a los que confesaban su fe” (Anales XV, 44). Tácito no expresa la menor simpatía por los cristianos, tal y como demuestran los calificativos que aparecen en el muchas veces citado pasaje: “ignominias”, “execrable superstición”, “atrocidades y vergüenzas”, “odio al género humano”, “culpables”, “merecedores del máximo castigo”… Lo de menos es que fuera verdad o mentira que los cristianos hubieran incendiado Roma, el odio se había desatado y todos tenían que morir. Poco más de treinta años después de la crucifixión de Cristo, se cumplía el pronóstico del Maestro de que sus seguidores serían también perseguidos y de que serían odiados por su causa. Tácito especifica claramente los géneros de muerte que se aplicaron a los cristianos: “A su suplicio se unió el escarnio, de manera que perecían desgarrados por los perros tras haberlos hecho cubrirse con pieles de fieras, o bien clavados en cruces, al caer el día, eran quemados de manera que sirvieran como iluminación durante la noche”.

San Juan Pablo II reflexionó sobre aquellos primeros mártires de la Iglesia romana con motivo del prestreno de un film polaco, que pudo ver en la tarde del 30 de agosto de 2001. Se trataba de la quinta versión cinematográfica de Quo Vadis, adaptado y dirigido por Jerzy Kawalerowicz, uno de los más importantes directores de la cinematografía polaca desde la década de 1960. Me sorprendió que Kawalerowicz dirigiera esta película, dados sus antecedentes: realizó Madre Juana de los Ángeles, escandalosa crónica de un supuesto caso de posesión demoníaca en un convento francés del siglo XVII, y también fue autor de Faraón, una superproducción en la que presentaba a un desconocido faraón, Ramsés XIII, como un gobernante manipulado por los sacerdotes de Amón. Detrás de esta historia algunos críticos veían una referencia a la Iglesia católica en sus relaciones con el Estado polaco. Pero en Polonia han cambiado muchas cosas. Kawalerowicz se hacía, con ocasión del lanzamiento de su película, esta pregunta: Quo vadis, homo?, ¿Hacia dónde va el hombre contemporáneo? Tras la proyección de Quo Vadis, el Papa matizaba la misma pregunta: “¿Vas al encuentro de Cristo o sigues otros caminos que te llevan lejos de él y de ti mismo?”. El recuerdo de los primeros mártires romanos era para san Juan Pablo II mucho más que un dato histórico. De allí surge una reflexión enteramente actual, una llamada para los cristianos de hoy de tiempos futuros: “Es necesario recordar el drama que experimentaron en su alma, en el que se confrontaron el temor humano y la valentía sobrehumana, el deseo de vivir y la voluntad de ser fieles hasta la muerte, el sentido de la soledad ante el odio inmutable y, al mismo tiempo, la experiencia de la fuerza que proviene de la cercana e invisible presencia de Dios y de la fe común de la Iglesia naciente. Es preciso recordar aquel drama para que surja la pregunta: ¿algo de ese drama se verifica en mí?”. Estas palabras del Papa nos recuerdan que, tarde o temprano, los cristianos son llamados a ser mártires, es decir testigos. Pocos serán los que derramarán su sangre, al menos en los países del mundo desarrollado. La mayoría experimentarán, en cambio, la incomprensión, el ridículo o el odio. Tendrán que pedirle a Cristo la fortaleza suficiente para no negarle delante de los hombres.


El Papa Francisco destacó en el Ángelus de este 29 de junio que, durante
la liturgia tuvo el gusto de saludar a los Miembros de la Delegación
que viajó a Roma en nombre del Patriarca Ecuménico Bartolomé I, que
cada año participa en esta fiesta de los santos Pedro y Pablo. Y afirmó
que su presencia es signo de los vínculos fraternos existentes entre
nuestras Iglesias, por lo que invitó a rezar para que se refuerce entre

La insistencia del papa Francisco sobre la misericordia se inscribe en un rasgo esencial de la doctrina católica, que le distingue radicalmente de otras religiones y de tantas ideologías: la capacidad de perdonar. Incluye la petición sincera de perdón ante injurias personales o errores históricos: buen ejemplo dio Juan Pablo II en el jubileo del año 2000.
Al final puede ocurrir que la Iglesia asuma el mea culpa que quizá corresponda más a otros. No es momento de polémicas, pero tampoco hay duda de que buena parte de los problemas medioambientales proceden de la Ilustración. La sustitución de la supuesta superstición religiosa por la maravilla de la razón creó nuevos mitos, como el del progreso perenne e irreversible: una nueva locura, podría decir Chesterton, de un criterio judeocristiano, que llevó la dominación humana de la tierra al olvido de exigencias elementales.

También ahora, en su reciente encíclica, Francisco reconoce desenfoques históricos. Difícilmente encontraremos una actitud semejante en sedicentes progresistas, y menos aún en los radicales al uso. Pero el Papa afirma con claridad que “si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas”.
Mucho se está escribiendo estos días sobre Laudato si’, un texto muy largo no exento de complejidad y, como sucede en los últimos años, con cierto desmejoramiento del lenguaje castellano en las traducciones. Pero se impone el esfuerzo de estudiar el documento, antes de añadir nuevas ideas sobre el problema, lejos de críticas un tanto infantiles como las que llegan de América.
Me permito recordar sólo el artículo que más me ha gustado estos últimos días, y del que se hizo eco Religión Confidencial: lo publicó el cardenal de París, André Vingt-Trois, en la edición de Le Monde del 19 de junio, con un titular bien expresivo: “debe cambiar la mirada de los creyentes sobre la naturaleza”. La atención de la buena voluntad no afecta sólo a la “casa común”, sino, sobre todo, a los más débiles de sus habitantes, que sufren las consecuencias de la pobreza y la degradación del entorno natural. Hay que enfocar con los ojos bien abiertos la realidad humana y social, para encontrar nuevas soluciones en un diálogo abierto.
No es casual que una de las intervenciones en la presentación oficial de la encíclica correspondiera al Metropolitano de Pérgamo, John Zizioulas, en representación del Patriarcado Ecuménico y de la Iglesia ortodoxa. Habló sobre la teología y la espiritualidad, temas que abren y cierran la encíclica. Ve  en el documento “una importante dimensión ecuménica que plantea a todos los cristianos divididos una tarea común que deben enfrentar juntos. Vivimos en una época con problemas existenciales fundamentales que superan nuestras divisiones tradicionales y las relativizan casi hasta el punto de la extinción. Mirad, por ejemplo -dijo- lo que está sucediendo hoy en Medio Oriente: ¿Los que persiguen a los cristianos les preguntan a qué iglesia o a qué confesión pertenecen? La unidad de los cristianos en casos como éstos se realiza de hecho por la persecución y la sangre: es un ecumenismo del martirio''.
Aunque la cuestión es universal, para los creyentes el foco ha de ser espiritual: a la conciencia de la creación del mundo por Dios, se une otra realidad profunda, pues su propio Hijo vivió en persona las maravillas y las limitaciones de la condición humana. De ahí la necesidad de asumir el reto ecológico con radicalidad, como invitación a una conversión en el modo de entender estilos de vida y actividades individuales y colectivas.
En cierta medida, la nueva encíclica desarrolla un gran principio subrayado por Benedicto XVI: ''además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional''. Hasta para un sociólogo no creyente, como Edgar Morin, “la encíclica Laudato si’ es quizá el acto primero de una llamada a una nueva civilización”.

“La unión de las causas de canonización del matrimonio Ortiz de Landázuri-Busca es un canto al amor. Cuando dos personas se casan, se entregan recíprocamente. Que estén unidos hasta en su camino a los altares nos habla de que el amor eterno existe”. Con claridad conceptual lo expresa Inés Escauriaza, joven publicista y relaciones públicas de Irún que trabaja en la Universidad de Navarra, está casada y tiene tres hijos pequeños.
“A los matrimonios jóvenes de hoy nos llena de esperanza oír esto. En nuestra sociedad parece idílico, pero ese amor para siempre, hasta el Cielo, es real y se puede alcanzar. El matrimonio es cosa de tres: la mujer, el marido y Dios, y el camino matrimonial es de amor y entrega como el de Jesucristo. Laura y Eduardo lo consiguieron y podemos dirigirnos a su intercesión para lograrlo nosotros también”.


"EL MATRIMONIO ES COSA DE TRES: LA MUJER, EL MARIDO Y DIOS, Y EL CAMINO MATRIMONIAL ES DE AMOR Y ENTREGA COMO EL DE JESUCRISTO"
Inés estuvo presente el pasado lunes 22 de junio en la clausura de la fase diocesana del Proceso de Canonización de la Sierva de DiosLaura Busca Otaegui, esposa del también Siervo de Dios Eduardo Ortiz de Landázuri, prestigioso médico de la Clínica Universidad de Navarra cuyo proceso se clausuró en la archidiócesis de Pamplona el 28 de mayo de 2002. Ambos eran fieles de la Prelatura del Opus Dei.
El acto tuvo lugar en la sacristía de la Catedral de Pamplona, presidido por el Arzobispo, Francisco Pérez González, y congregó a familiares y amigos del matrimonio y a un nutrido grupo de esposos y padres y madres de familia, como Inés, Beatriz o María, que querían agradecer a Eduardo y Laura su ejemplo de amor, fidelidad, entrega y alegría en la vida matrimonial.
En el transcurso de la clausura de la fase diocesana, el arzobispo dijo: “Juan Pablo II denominó a san Josemaría el día posterior a su canonización el santo de lo ordinario; y hoy nos detenemos a contemplar a una fiel de la Prelatura del Opus Dei que, siguiendo la senda abierta por su Fundador, ha buscado como él, la santidad en las actividades ordinarias de un cristiano, como madre y esposa cristiana”.
"HOY NOS DETENEMOS A CONTEMPLAR A UNA FIEL DE LA PRELATURA DEL OPUS DEI QUE, SIGUIENDO LA SENDA ABIERTA POR SU FUNDADOR, HA BUSCADO COMO ÉL, LA SANTIDAD EN LAS ACTIVIDADES ORDINARIAS DE UN CRISTIANO"
En el acto se cerraron y lacraron las cajas que contienen las pruebas documentales y testificales reunidas por el tribunal desde septiembre de 2012, y que serán enviadas para su estudio a la Congregación para las Causas de los Santos. A partir de este momento, las dos Causas de Canonización se unen en la devoción privada de los fieles cristianos, para convertirse en la Causa de Canonización del Matrimonio Ortiz de Landázuri-Busca.
Laura Busca nació el 3 de noviembre de 1913 en Zumárraga (Guipúzcoa). Realizó sus estudios en Zumárraga, Vergara y Valladolid. Se licenció en Farmacia en la Universidad Central de Madrid en 1935, vivió en la Residencia de la Institución Libre de Enseñanza, y comenzó su tesis doctoral sobre el tifus en el Hospital del Rey, donde conoció a Eduardo, con quien contrajo matrimonio el 17 de junio de 1941. Tuvieron siete hijos. Pidió la admisión en el Opus Dei como supernumeraria en 1953.
A PARTIR DE ESTE MOMENTO, LAS DOS CAUSAS DE CANONIZACIÓN SE UNEN EN LA DEVOCIÓN PRIVADA DE LOS FIELES CRISTIANOS, PARA CONVERTIRSE EN LA CAUSA DE CANONIZACIÓN DEL MATRIMONIO ORTIZ DE LANDÁZURI-BUSCA
“Al leer la vida de Laura me llama la atención su perfil profesional. Sólo un 5% de mujeres de su época tenían una formación similar”. Beatriz Castillo es doctora en Derecho y trabaja de adjunta a decanato en la facultad de Educación y Psicología. Está casada y tiene siete hijos, los mismos que Laura y Eduardo. Seis aquí y uno en el Cielo, ya que murió al poco de nacer. Javier, de nueve años, tiene autismo. “Cuando pienso en la vida de Laura me admira. Su prioridad fue su familia. A veces yo no sé cómo encajar las piezas. He tenido puestos directivos desde muy joven y mi situación profesional ha ido variando: la vida me ha hecho elegir. En parte tengo la sensación de pagar un peaje por tener familia numerosa. Cada una tiene que tomar sus decisiones en esto de la conciliación y Laura comprendió que tenía que apoyar a su marido y sacar una familia grande. A mí me sirve de inspiración”.
Algo similar apunta María Calatrava, almeriense, psicopedagoga, casada con un guipuzcoano, madre de cuatro hijos y profesora de colegio y de Universidad. Se puede decir que ejerce la psicopedagogía en todos los ámbitos de su vida. “Laura tenía una cabeza privilegiada. Pocas mujeres de su tiempo estudiaban y con esa intensidad. Hubiera llegado a ilustre. Yo le encomiendo las dudas de conciliación familia-trabajo, que me ayude a saber en cada momento cuál es la prioridad”.
"YO LE ENCOMIENDO LAS DUDAS DE CONCILIACIÓN FAMILIA-TRABAJO, QUE ME AYUDE A SABER EN CADA MOMENTO CUÁL ES LA PRIORIDAD"
A Beatriz le ayudó mucho saber que Eduardito, el hijo mayor de Eduardo y Laura tenía discapacidad. “A veces tengo momentos de rebeldía interior, en lugar de ver esta situación como ocasión de santidad. Los que tenemos estas circunstancias pensamos que para hacerse cargo hay que pasar por ello. Ellos lo hicieron y por eso Laura me resulta muy cercana. Me enseña que este hijo es un tesoro y que nos ayuda a todos en nuestro camino al Cielo”.
Beatriz comenzó a poner en manos de Laura, una intención a largo plazo, el futuro de su hijo Javier, y después supo que su marido llevaba tiempo encomendando lo mismo a Eduardo. “Él reza todos los días la estampa. Para los padres es una preocupación permanente pensar qué será de un hijo enfermo cuando sea mayor y faltemos. Por el momento notamos su ayuda en el día a día. Nuestra familia se está transformando. Tenemos todos una gracia especial para ser mejores, estar muy unidos y querernos más”.
"LAURA ME RESULTA MUY CERCANA. ME ENSEÑA QUE ESTE HIJO ES UN TESORO Y QUE NOS AYUDA A TODOS EN NUESTRO CAMINO AL CIELO"
En líneas generales, la vida de Laura fue normal, extraordinariamente normal, repleta de decisiones menudas. A Inés esto le da sosiego y esperanza. “Saber que no hay que hacer grandes malabares, que con las cosas pequeñas de cada jornada se puede llegar a la santidad. Ella sabía tener una sonrisa permanente, dedicarse a los demás con cariño, sacrificarse sin aspavientos, sufrir en silencio sus dolores, tener ‘cintura’. Lo ves alcanzable. Era vasca, como yo, de Zumárraga. Fíjate, incluso los vascos podemos ser santos”, bromea.
"AL LEER LA VIDA DE LAURA ME LLAMA LA ATENCIÓN SU PERFIL PROFESIONAL. SÓLO UN 5% DE MUJERES DE SU ÉPOCA TENÍAN UNA FORMACIÓN SIMILAR"
La clausura de la fase diocesana y la unión de las dos causas del matrimonio tienen lugar en el marco del Sínodo de la Familia que celebra la Iglesia universal, lo que le aporta una dimensión de mayor profundidad.
Hasta el momento se han realizado dos beatificaciones de matrimonios: la de Luis y María Beltrame Quattrocchi (2001) y la de los padres de Santa Teresita del Niño Jesús, Louis Martin y Zélie Guérin, en 2008. Actualmente, y debido al impulso de Juan Pablo II, son varios los procesos de canonización que se están instruyendo en diversas diócesis, como los de Manuel Casesnoves y Adela Soldevila, en Valencia; Fernando Crespo y María de Miguel, en León, y el matrimonio Balmori, en México. Y el delmatrimonio Alvira Domínguez también de la Prelatura del Opus Dei en Madrid.
"UNOS HIJOS CON PADRES UNIDOS YA TIENEN LA MITAD DE SU FUTURO"
“Laura y Eduardo son toda una escuela, dice María. Desde el noviazgo que vivieron con respeto, delicadeza, cariño, compromiso y libertad hasta el ‘feeling’ que tenían de casados, cómo se querían, cómo evitaban discutir ante los niños e incluso llevarse la contraria. Algo así es un modelo de convivencia para los hijos que, al verlos desean para ellos ese proyecto de vida en común”.
Beatriz ve las cosas desde la experiencia de trece años de matrimonio. “Las que ya no somos ‘primerizas’, nos damos cuenta ahora de que las cosas no van a ser siempre fáciles. Por desgracia, hay matrimonios que no lo superan. Cuando estás rodeada de pañales y berrinches el peligro es ilusionarte con lo de fuera, el trabajo, la vida social, el reconocimiento, etc. Y hay que volver a redimensionar el matrimonio y la familia; cortar con el orgullo, hablar, ponerse en la situación del otro, pasar por encima de las pequeñeces. Es caridad en el sentido más grande, es decir Amor”.
“Laura y Eduardo estuvieron siempre muy compenetrados, aprendieron de san Josemaría que tenían que quererse con los defectos, y no buscar egoístamente el propio beneficio, la perfección personal, sino el crecimiento de la familia. Hay cosas prescindibles pero la unidad del matrimonio es un tesoro que no se puede poner en riesgo. En momentos en que el sentimiento no acompaña, cuando pasan los años y se descubren los defectos del otro es preciso poner la voluntad, el querer; por los dos, por los hijos. Unos hijos con padres unidos ya tienen la mitad de su futuro. Cuando ves la trayectoria de matrimonios como éste te das cuenta de que merece la pena luchar por conseguir esta unidad”.
opusdei.es

    Según informaba la agencia Europa Press la semana pasada, un nutrido grupo de filósofas, constitucionalistas, académicas y destacadas personalidades del movimiento feminista en España han puesto en marcha una campaña contra la llamada gestación subrogada. Con la etiqueta #NoSomosVasijas, han explicado sus responsables,  “quiere abrir un debate desde la perspectiva de los derechos humanos sobre esta práctica ilegal en España pero no en países como Estados Unidos o Grecia”.
    Como hemos venido informando en esta misma página, Profesionales por la Éticalidera también desde hace algunos meses una amplia campaña de denuncia de los vientres de alquiler. Entre otras acciones, nuestra entidad ha difundido el informeVientres de alquiler. Maternidad subrogada, una nueva forma de explotación de la mujer y de tráfico de personas (puede descargarse pinchando aquí) y recientemente ha lanzado la Declaración internacional de expertos por la abolición universal de la gestación por sustitución, a la que aun es posible adherirse pinchando aquí.

    En el primer apartado de dicha Declaración internacional de expertos se afirma que  “los acuerdos de gestación por sustitución o maternidad subrogada suponen una flagrante violación de la dignidad y los derechos fundamentales tanto de la madre gestante como del hijo concebido, al tratar a la mujer como si de una fábrica se tratase y a su hijo como un producto objeto de tráfico comercial”.
    En línea con el manifiesto Stop Subrogation now
    Volviendo a la interesante reacción del movimiento feminista español , Europa Press subraya que No somos vasijas parte de un manifiesto suscrito entre otras porAmelia ValcárcelVictoria CampsMaria Luisa Balaguer o Mar Esquembre que se suma a la campaña internacional “Stop Subrogación now” (ver en Profesionales por la Ética Manifiesto en «Libération» por la abolición de los vientres de alquiler: una esperanzadora rectificación cultural de la izquierda francesa). La protesta busca abrir un debate que, según han denunciado en un comunicado, “no ha contado con la reflexión desde la perspectiva de los Derechos Humanos”.
    La filósofa Alicia Miyares ha explicado que pretenden frenar “cualquier tipo de iniciativa” para regularizar los vientres de alquiler y buscan impulsar un proyecto de Convención Internacional para prohibir el alquiler de vientres y erradicar esta práctica. Así, han hecho público un manifiesto en el que hacen un llamamiento a los partidos políticos y a los Gobiernos nacional y autonómicos “para que no se dejen engañar por campañas mediáticas” y tengan en cuenta que “el deseo de paternidad o de maternidad nunca puede sustituir o violar los derechos que asisten a las mujeres y los menores”.
    “El deseo de ser padres y el ejercicio de la libertad no implica ningún derecho a tener hijos”, subraya el manifiesto en este sentido. Denuncia, asimismo, que alquilar el vientre de una mujer no se puede catalogar como una técnica de reproducción asistida, ya que las mujeres no son “máquinas reproductoras que fabrican hijos en interés de los criadores”. Miyares ha alertado de que en los últimos tiempos se está ofreciendo una visión “dulcificada” del alquiler de úteros “sin informar sobre las consecuencias físicas, éticas y políticas que tiene estas prácticas”.
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