Domingo 19 Tiempo Ordinario – C
La pregunta que le hace este personaje a Jesús es pregunta de tacaños: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”.
El generoso preguntaría de otra manera: “Señor, ¿serán muchos los que se salven?”
La pregunta misma indica que este tipo:
Conoce bien poco el corazón de Dios y
Conoce bien poco el corazón de Jesús, siempre dispuesto a dar su vida por la salvación de todos.
Además, a Dios no le van las matemáticas.
Y en todo caso, le encanta más sumar y multiplicar que restar y dividir.
Yo creo que me gusta Dios, precisamente por eso, porque a mí tampoco me gustaban las matemáticas, prefería la literatura.
Y tampoco me siguen gustando hoy.
Yo sigo prefiriendo un amor sin matemáticas.
A lo más prefiero un amor que suma y multiplica.
Personalmente soy de los que cree que son muchísimos los que se salven.
Incluso aquellos que nosotros condenamos tan fácilmente.
Porque nosotros somos especialistas en juzgar y condenar.
Yo estoy seguro que Dios salva a lo que nosotros condenamos.
Y que cuando lleguemos junto a él, y los encontremos por allí, nos vamos a llevar un gran chasco. ¿Este aquí?
Es que Dios es amor y el amor no condena.
Dios es amor y conoce de sobra las debilidades humanas.
Y el amor suple nuestras debilidades.
Por eso la encanta la respuesta que el Cardenal Martini dio a aquel periodista que le preguntó: “Eminencia, ¿usted cree en el infierno?”
A lo que el sabio Cardenal contestó sin titubear: “claro que creo en el infierno. Lo que tengo es duda de que haya alguien en él”.
Me encantan los que todo lo ven positivo.
Me encantan los que todo lo ven desde el amor.
Me encantan aquellos que son ciegos a lo malo y saben descubrir lo bueno que hay, incluso en los estercoleros.
Porque, nadie se haga ilusiones.
Todos comemos mucho de estiércol.
Porque ¿acaso lo que comemos no ha sido abonado por el estiércol?
Hasta el estiércol puede convertirse en savia que fecunda las raíces de los árboles y de las plantas.
Que hay mucho estiércol en la vida, ni dudarlo.
Pero el amor de Dios es capaz de transformar el estiércol de nuestras vidas en vida, en sabroso pan, y en sabrosos frutos.
Por eso, yo sigo penando que “no son pocos sino muchos los que se salven”, por más que nuestro corazón los hay descalificado. Lo que nosotros condenamos, Dios se encarga de salvarlo. De esto estoy seguro. Y esta es mi esperanza.
Hace poco leí algo que me encantó.
“Los que te han hecho sufrir, tal vez no sean tan malos.
Los que no son de mis ideas, tal vez no sean intratables.
Los que no hacen las cosas como yo, tal vez no sean unos locos.
Los que discurren de otro modo, tal vez no sean unos ignorantes.
Los que no me son simpáticos, tal vez sean buenas personas.
Los que son más jóvenes que yo, tal vez hay que dejarles que se equivoquen para que adquieran experiencia.
Los que tienen éxito, tal vez se lo hayan merecido.
Los que me contradicen, tal vez me abran los ojos.
Los que tienen más dinero que yo, tal vez sean muy honrados.
Los que han dicho una palabra amable, tal vez lo hayan hecho con sentimiento y desinterés.
Los que me han hecho un favor, tal vez lo han hecho de mil amores.
Los que “pasan” de lo que a mí me importa, tal vez me ayudan a buscar lo verdaderamente importante.
Los que no van en mi misma dirección, tal vez buscan lo mismo por otros caminos.
Los que no me lo ponen fácil, tal vez me obligan a renovar el esfuerzo y la ilusión cada día”. (Publicado en la revista La Farola y citado por J. Gafo)
Y que yo de pondría como título. “Siempre hay razones para pensar bien de los demás”. ¿Estás de acuerdo?
Señor ¿verdad que a mí me salvarás?
Señor, ¿verdad que salvarás a aquellos que yo he condenado?
Señor, ¿verdad que salvarás a los que nosotros llamamos malos y no lo son tanto?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C Tagged: amor, buenos, cielo, condenacion, malos, salvacion, vida eterna
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