“Lo repito: “Más fácil le es a un camello pasar el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios”. Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo”. (Mt 19,23-30)
Hay aviso comercial que parece un tanto ordinario y que, sin embargo, tiene mucho de significado. Un niño pequeño quiere encestar en el aro el balón. De seguro esperando ser un campeón de baloncesto. Pero la pelota se queda siempre a medio camino. Hasta que llega su papá y sube sobre sus hombres y ahora el chiquito pero un grito: “lo hice”.
Hay muchas cosas que nosotros quisiéramos hacer:
Pero nos sentimos chiquitos.
Nos sentimos demasiado bajos.
Nos sentimos demasiado impotentes.
Sentimos que eso no es para nosotros.
Quisiéramos salir del pozo de una vida sin sentido.
Pero pronto nos desilusionamos.
Pronto nos decimos “quisiera, pero no puedo”.
Y nos quedamos como el chiquillo mirando tristes lo alto que está el aro donde meter el balón.
Hay cosas que son difíciles.
Pero no por eso son imposibles.
Hay cosas que tenemos la sensación de que no son para nosotros.
Los discípulos, cuando Jesús les propone lo difícil que es para un rico entrar en el reino de los cielos, sencillamente se “espantan”.
La respuesta de Jesús es clara: “para los hombres es imposible, no para Dios que lo puede todo”.
Confiamos demasiado en nosotros mismos, y no contamos con la gracia de Dios en nosotros.
Lo que pudiera ser imposible para nosotros, es posible para Dios en nosotros.
Dejarlo todo por el Reino, nos parece una aventura imposible.
Hasta que la gracia de Dios nos presta sus hombros y terminamos encestando.
Desprendernos de lo que tenemos para seguir a Jesús, nos parece que no es para nosotros. Nuestro corazón tiene demasiados apegos.
Hasta que un día, el Señor se nos mete por las rendijillas del alma, y todo se hace posible.
No podemos caminar juntos.
Ser rico corre el riesgo de que las cosas se nos apeguen al corazón.
Pero cuando comenzamos a confiar en Dios lo imposible se hace posible.
Los imposibles humanos solo existen para quien solo confía en sí mismo.
Los imposibles divinos solo existen para quienes no creen en los posibles humanos.
Pensamos demasiado en lo que “nosotros podemos hacer”.
Pero pensamos poco en lo que Dios “puede hacer en nosotros”.
Muchos ricos lo han dejado todo, tocados por la gracia de Dios.
Muchos ricos eran camellos que no entraban por el ojo de una aguja.
Hasta que la gracia de la llamada les tocó la fibra del alma y lo dejaron todo.
¿Qué no puedo desprenderme de lo que tengo?
“Dios todo lo puede en ti”.
¿Qué no puedo compartir lo mío con los que no tienen?
“Dios lo puede todo en ti”.
¿Qué no puedo arriesgarme a tomar en serio el Evangelio?
“Dios lo puede todo en ti”.
¿Qué no puedo liberar mi corazón de mis apegos?
“Dios lo puede todo en ti”.
Si no, pregúntale a San Francisco que salió de casa, casi pornográfico.
Si no, pregúntale a tantos misioneros que lo dejaron todo por él-
Y son como nosotros.
Hasta María era como nosotros, y sin embargo “el Poderoso ha mirado la humildad de su esclava y ha hecho en mí cosas grandes”.
Por eso, la única frase que no debe decir nunca un creyente es “No puedo”.
Sino “todo lo puedo en aquel que me conforta”.
Clemente Sobrado C. P.
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