C. S. Lewis, en el primer capítulo de su libro “La abolición del hombre” (“Hombres sin corazón”) se dedica a establecer el papel de la afectividad en la vida humana.
Según el debemos huir tanto del sentimentalismo como de la infravaloración de los afectos en la vida humana. Para Kant y la tradición alemana el sentimiento es una pura reacción subjetiva desprovista de todo valor objetivo. La proposición “X es bello” o “X es bueno” no predicaría una propiedad objetiva de la realidad, sino que más bien significa que despiertan en mí una sensación de agrado.
De este modo, la afectividad y la racionalidad pasan a ser opuestos: la afectividad capta valores, que no son objetivos, mientras que la razón capta propiedades objetivas que no encierran valor alguno. Peligrosa ruptura entre el mundo de la afectividad y la racionalidad que acabará fomentando peligrosamente el subjetivismo de los valores a costa de tivializarlos.
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