Cada vez que aparece el tema del sacramento de la reconciliación, vulgo lo de confesarse, suscita un clamor entre los fieles que se quejan de la poca facilidad que encuentran para acercarse a este sacramento. Muchos templos directamente carecen de horario de confesiones y en no pocos se resuelve con un “estamos disponibles, avisen”.
Para la gente no es nada fácil. Llegan a la iglesia, y cerrada. Van al despacho y encuentran a un sacerdote quién sabe si atendiendo a una persona, charlando con los catequistas, organizando las flores del domingo o hablando por teléfono. Comprendo que es una heroicidad plantarse en medio para decir que si confiesa… No digamos si está el sacerdote en la sacristía con los lectores, tres monaguillos, el responsable del coro y la señora Rafaela: “que si confiesa…”
Lo útil y cómodo es que haya un horario MUY AMPLIO de confesiones y con el sacerdote en el confesionario, porque eso es lo que facilita al fiel el acceso al sacramento y es además lo que atrae como un imán a los que no pensaban confesarse pero vieron al sacerdote y… acabaron haciéndolo. He de decir que las grandes confesiones suelen producirse justo en esas circunstancias.
En la práctica esto plantea un problema que me gustaría dejar aquí para conocer sugerencias o experiencias de sacerdotes y fieles. O al menos a mí me lo plantea.
Para un sacerdote estar un rato en el confesionario no debería ser problema. Entre rezar el oficio, un poco de lectura, el rosario, algo de oración mental… se te va hora y pico sin demasiadas complicaciones. Pues sin problemas. Se reza en el confesionario y uno está disponible. Pero claro, horas…
Entre que tal vez uno no sea demasiado rezador y que siempre andamos con mil cosas, se me ocurría la posibilidad de tener en la parroquia, en algún lugar cómodo, un confesionario dotado como de una mesita donde uno puede estar trabajando, leyendo, preparando cosas y a la vez disponible para las confesiones. No, no pido una mesa de despacho, ordenador, teléfono, secretaria y ordenanza. Una mesita, un pequeño lugar para trabajar lo cotidiano.
Por eso quisiera preguntar a mis lectores, curas o laicos, si tienen idea de algo parecido. Si la cosa podría funcionar, si conocen experiencias similares. Nosotros ahora estamos en eso dando vueltas a muchas cosas: cómo hacerlo, dónde (junto a la capilla de adoración perpetua, en el templo parroquial)…
Lo que es claro es que el horario de confesiones debe ser más amplio. Pues nos vendrían muy bien sus sugerencias. De manera especial, los que conocen la parroquia y la capilla de la adoración, ¿qué piensan? ¿Donde pondrían el confesionario?
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