Vegetarianos por el derecho a decidir


Más o menos todos sabemos lo que es un vegetariano: un señor (o señora, perdón) que no come carne. Punto. Los hay más estrictos que también suprimen pescado, lácteos y huevos. Otros admiten alguna o algunas de estas cosas. Pues ya está. Coma cada cual lo que le plazca.


Lo curioso serían otros tipos de vegetarianos. A saber:


Vegetariano que no practica. En su mente está encantado con lo de la lechuga, el tomate, las patatas, la soja y las algas marinas, aunque en la práctica es alguien que practica la elegancia gastronómica de chuletón, solomillo, chorizo de Cantimpalos y morcillas de Burgos. Sencillito: es vegetariano más que nadie, mucho más que esos que no salen del tomate y la achicoria, lo que pasa es que no practica.




Vegetariano del sector crítico. Pues eso, otro vegetariano de corazón que lo es en la medida en que le permite comer lo que le place. Verduritas sin problemas, pero en lo de la carne tampoco hay que pasarse. No tiene criterio definitivo: en lo básico sigue parámetros de alimentación vegetariana y la va complementando, según momento, apetencia o menú con tortillita, pescadito fresco, un poquito de queso manchego.


Vegetariano por el derecho a decidir. O lo que es lo mismo: “nosotros deglutimos, nosotros decidimos”. Porque no va a andar uno sin comer chuletitas de cordero simplemente porque alguien diga que lo fundamental del vegetariano es suprimir carne. Mi aparato digestivo es mío y me zampo lo que me da la gana, sean coles de bruselas, brócoli, pollo al ajillo, flan de huevo, queso del Roncal o butifarra de piñones.


Vegetariano alternativo. Porque a ver, ¿quién ha decidido que ser vegetariano es no comer carne? ¿Por qué no puedo serlo comiendo filetes empanados y tortilla de patatas? ¿Quién es nadie para definir qué sea tal forma de vivir y alimentarse? ¿Por qué la mía no va a ser tan válida como la de cualquiera?


En la academia de vegetarianismo estaban preocupados por la confusión que creaban tantas y tan dispares corrientes dentro de su forma de vivir. Por eso, reunidos en asamblea, aprobaron un punto según el cual el ser vegetariano exigía IMPEPINABLEMENTE abstenerse de forma total de la ingestión de cualquier tipo de carne, admitiendo, eso sí, la posibilidad de que en la dieta pudieran incluirse pescados, lácteos y huevos, y dejando esa libertad a cada agrupación previo informe a la dirección general. En consecuencia, despojaron del título de “vegetariano” a todo grupo o individuo, del grupo que fuere, que se metiera cualquier tipo de carne entre pecho y espalda.


Vegetarianos no practicantes, los del sector crítico, derecho a decidir y sección alternativa, llamaron a los de la junta fascistas, retrógrados, dictadores, carcas y uno incluso infocatólicos, sin que se nos alcance muy bien la razón de este último improperio.


Cualquier parecido con cosas que pudieran suceder en la Iglesia Católica es mera coincidencia.




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