Domingo 22 Tiempo Ordinario – C
El Evangelio de hoy nos manifiesta que es peligroso invitar a Jesús a una comida.
Diera la impresión:
De que en vez de ir a comer, va a espiar.
De que en vez de ir a comer, va a juzgar a los comensales.
De que en vez de ir a comer, va a llamar la atención a quien le invita.
Jesús es un invitado peligroso.
Como peligroso es su Evangelio.
Es precisamente en las comidas que Jesús nos lanza unos petardos que nos dejan a todos fuera de juego.
Hay dos temas fundamentales:
Actitud de los invitados.
A quienes invitamos.
Prefiero quedarme con los segundos porque es posiblemente lo que más nos duele.
Y a la vez son posiblemente los que mejor ponen de manifiesto las preferencias de Jesús.
Y son posiblemente los que mejor revelan la esencia del Evangelio.
“Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
Hoy le ponemos precio a todo.
Hoy lo cobramos y pagamos todo.
La gratuidad no suele ser precisamente lo que nos distingue.
La gratuidad es la virtud que distingue a Dios.
El interés y el precio y la correspondencia es la virtud que distingue a los hombres.
Claro si a esto le queremos llamar “virtud”.
Pero si la gratuidad nos resulta difícil, más difícil nos resulta “a quienes solemos invitar”.
Quisiera saber cuántas tarjetas de invitación reciben los pobres, los lisiados, cojos y ciegos.
No creo que las imprentas hagan mucho negocio imprimiendo a este tipo de personas.
Debo confesar que tampoco he visto demasiadas invitaciones de estas en mis comunidades.
No sé cuántas invitaciones de estas harán los Obispos, los Párrocos.
Por mucho que nos duela, “el tema de los pobres se nos atraganta”.
Por mucho que nos duela, “el tema de los pobres no es algo que hemos
digerido”.
Y no sé hasta dónde la Iglesia considera como “bienaventuranza” esta invitación.
“Dichoso tú, porque no pueden pagarte”.
¿Recuerdan la Iglesia luego de terminado el Concilio Vaticano II?
¿Recuerdan la Asamblea General del CELAM de Medellín en l968?
¿Y recuerdan cuando comenzó a sonar por ahí la música de la “teología de la liberación”?
Entonces resonaba por todas partes la frase “opción preferencial por los pobres”.
Como si recién descubriésemos el verdadero Evangelio.
Como si recién sintiésemos como Jesús cuyo distintivo era “me ha enviado a evangelizar a los pobres”.
Pero ¡qué pronto llegaron las sospechas!
La teología de la liberación era un marxismo camuflado de Evangelio.
La teología de la liberación que hablaba de Dios desde los pobres y trataba de hablar de Dios a los pobres, cayó en la sospecha de la Iglesia.
Que pudo haber afirmaciones no siempre demasiado exactas, tal vez, pero no tengo duda de que fue un aldabonazo que despertó nuestras conciencias.
Y nuestra pastoral volvió a dormirse en la butaca del consumismo y del bienestar.
Y nuestra pastoral volvió a dormirse en vez de arriesgarse y decidir caminar por otros caminos.
A veces me pregunto:
Si era miedo al peligro de la ortodoxia y era el miedo al cambio que esto implicaba.
Si era el miedo a los errores teológicos o el miedo al “evangelio de los pobres”
Si era el miedo a los errores doctrinales o era miedo a que se manchasen nuestros manteles.
Señor: confieso que nunca he tenido la tentación de sentarme en los primeros puestos cuando he sido invitado.
Señor: sí tengo que confesarte que mis invitados no son precisamente esos que tú invitas y nadie invita.
Señor, ¿serán los pobres los invitados de la Iglesia?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario Tagged: cena, compartir, opcion preferencial, pobres, teologia de la liberacion
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