“Habló Jesús diciendo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis los más importante de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad”. ¡Guías de ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosantes de robo y desenfreno!” (Mt 23,23-26)
Y continuamos con el tema de ayer.
Mucha preocupación por cosas sin mayor importancia.
Y olvido de lo que sí es importante.
Mucha importancia por lo secundario.
Y olvido de lo esencial.
Mucha apariencia.
Pero poca verdad interior del corazón.
Mucha hipocresía por fuera.
Poca autenticidad de por dentro.
Para Dios lo verdaderamente importante es el corazón.
Para Dios lo externo carece de valor.
Para Dios lo que importa es la pureza del corazón.
No la lavandería exterior.
Que hay que pagar el diezmo de la menta, del anís y del comino está bien.
Pero lo que realmente le interesa a Dios:
Es el derecho de los demás.
Es la justicia para con los demás.
Es el respetar los derechos de los demás.
Es el respetar el sentido de justicia para con los demás.
Está bien respetar el derecho y las obligaciones de la Ley.
Pero mucho más importante es respetar los derechos y la justicia de las personas.
Que está bien cumplir con la Ley.
Pero lo que Dios pide de nosotros es la compasión con el hermano.
Es la compasión con los débiles.
Es la compasión con los que ha fallado.
Es la compasión con los que han caído.
Es la compasión con los que han pecado.
Está bien que guardemos la legalidad de las cosas.
Pero más importante es el ser “compasivos con los demás”.
Lo más importante es tener un corazón que sabe comprender la debilidad humana.
“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.
Dios es justo.
Pero Dios se revela el “amor compasivo” con los que han fallado.
Está bien que cumplamos con los preceptos de la ley.
Pero más importante es la “sinceridad”.
El sentido de la sinceridad y de la verdad.
El sentido de la coherencia con el Evangelio.
Está bien que filtremos el mosquito que se nos cayó en el vaso.
Pero más importante es que limpiemos el enjambre de mosquitos que llevemos dentro.
Es decir:
Lo que Jesús nos pide no es vivir de las apariencias.
Lo que Jesús nos pide no es vivir de las apariencias de la ley.
Sino de la conversión del corazón.
La limpieza del corazón.
La bondad del corazón.
¿De qué nos sirve vivir esclavos de la ley, si llevamos esclavo el corazón?
¿De qué nos sirve vivir de las apariencias de cumplidores de la ley, si el corazón está sucio?
No robo. Pero ganas no me faltan y tampoco comparto nada de lo mío.
No mato. Pero llevo el corazón lleno de resentimientos y de odio.
No cometo adulterio, Pero mi corazón y mis pensamientos están llenos de infidelidades.
No miento. Pero tampoco digo la verdad.
No ofendo a nadie. Pero tampoco hago nada por los otros.
Aparento ser piadoso porque rezo mucho.
Pero mi corazón sigue sin amar.
Voy incluso a misa todos los domingos.
Pero regreso a casa enemistado con mi hermano con quien no me hablo.
Comulgo fervorosamente, pero excluyo a mi hermano de mi amor y amistad.
La hipocresía es la mentira del hacer cosas externas.
Aparento externamente, pero sin que mi corazón cambie.
“Señor, dame un corazón nuevo”.
Porque solo así podré ser guía de mis hermanos.
Porque solo así podré ser guía de los ciegos que no ven.
Lo secundario puede ser importante. Pero lo que nos hace ser de verdad es lo esencial.
Y lo esencia es “el derecho, la comprensión y la sinceridad”.
Clemente Sobrado C. P.
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