1. Hechos 28,16-20. 30-31
a) El último pasaje de los Hechos que leemos resume los dos años que Pablo estuvo en Roma en su primer cautiverio. Nos saltamos, por tanto, lo que se cuenta de su viaje por mar, lleno de peripecias, y su estancia en Malta.
En Roma estaba alojado en una casa, con un arresto domiciliario vigilado. Pero nadie le impedía hacer lo que él siempre había querido hacer: evangelizar, anunciar a Cristo Jesús. Y ahora precisamente en el centro del imperio y del mundo: Roma.
Llamó ante todo a los principales de los judíos, ante los que se justificó y les dio su versión del proceso que había tenido lugar en Jerusalén contra él. Pero también predicó a otros muchos, «enseñando la vida del Señor Jesucristo con toda libertad».
No fue en este cautiverio en Roma cuando dio testimonio con su muerte. Al ser liberado, visitó otras comunidades y seguramente viajó a España, como ya había anunciado que iba a hacer. En una segunda detención en Roma es cuando su confesión de Cristo terminó en el martirio, hacia el año 67.
b) Con arresto domiciliario o no, a Pablo nada le impide predicar a Cristo. Ahora da testimonio de Jesús en Roma, como ya le había anunciado el Señor en una visión. Y como había encargado a los discípulos el día de la Ascensión: que dieran testimonio de él empezando en Jerusalén y llegando hasta los confines de la tierra.
Es incansable este apóstol. La fe inquebrantable que tiene en Jesús le mueve en todo momento y da sentido a toda su actuación. Y cuando se trata, no de sus derechos personales, sino de la evangelización, se defiende con inteligencia, para que la Palabra no quede nunca encadenada.
También nosotros, al final de la Pascua, y en vísperas de recibir de nuevo la gracia del Espíritu en la fiesta de Pentecostés, tendríamos que aprender mayor generosidad y decisión en nuestra vida de cristianos, en nuestro seguimiento de Jesús, el Señor Resucitado.
En ciertas ocasiones podemos sentirnos también nosotros en parte coartados por la sociedad o por sus leyes, o mal interpretados en nuestras intenciones. Pero si de veras creemos en el Resucitado, que sigue presente, y confiamos en su Espíritu, que sigue siendo vida, fuego, savia y alegría de la comunidad eclesial, la energía de la Pascua debería durarnos y notársenos a lo largo de todo el año en nuestro estilo de vida.
2. Juan 21, 20-25
a) La escena de ayer, con el diálogo de Jesús y Pedro, sigue hoy, a partir de la invitación hecha a Pedro: «sígueme».
Este pasaje probablemente se tuvo que añadir en el evangelio de Juan para salir al paso de unos malentendidos que había sobre Juan, el discípulo amado de Jesús, a quien algunos parecían atribuir la inmortalidad o poco menos, y que a otros resultaría extraño que no le hubieran asignado como sucesor de Pedro cuando éste murió mártir en Roma.
Pedro tiene una intervención poco afortunada sobre si también tenía que seguirles Juan. La respuesta de Jesús fue un tanto seca, volviéndole a decir que él le siguiera, sin preocuparse de Juan.
El evangelio de Juan termina afirmando que Jesús «hizo muchas otras cosas», pero que no caben en los libros.
b) La escena de Pedro preocupado por Juan, que bien pudo ser debida a unos ciertos celos, nos demuestra que la fe va madurando muy poco a poco. Que todos somos débiles, y tendemos a mezclar en nuestra actuación motivos espirituales y otros muy humanos y no tan confesables.
Pero Pedro maduró por obra del Espíritu, y nos dio más tarde magníficos testimonios de su amor a Jesús. Él todavía no sabe que irá a Roma y que allí, después de un apostolado también lleno de valentía y de entrega, confesará con su vida a Cristo ante las autoridades romanas, él que le había negado ante una criada.
Mientras tanto, el evangelio de Juan parece como si no acabara: hay muchas otras cosas de Cristo que no caben en los libros. Ahí estamos nosotros, los que creemos en Jesús dos mil años después, los que no le hemos visto pero le seguimos. Los que estamos desplegando la Pascua en la historia que nos toca vivir. Los que hemos celebrado estas siete semanas, que concluirán con el don mejor del Resucitado, su Espíritu. Nosotros, que estamos intentando vivir en cristiano y anunciar ante el mundo que Cristo Jesús es el que da sentido a toda la historia y a nuestra vida. Y que nos estamos dejando llevar por el Espíritu de Jesús a la verdad plena, a la verdad encarnada en cada generación.
Porque la finalidad de todo el evangelio, como dice Juan en su primera conclusión, es que todos crean «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre» (Jn 20,31).
«Los discípulos se dedicaban a la oración en común» (entrada)
«Concédenos conservar siempre en nuestra vida la alegría de estas fiestas de Pascua» (oración)
«Porque el Señor es justo y ama la justicia, los buenos verán su rostro» (salmo)
«Jesús dijo a Pedro: Sígueme» (evangelio)
«Ayúdanos a pasar de la vida del pecado a la nueva vida del Espíritu» (poscomunión)
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