Del Vatican Insider
La Iglesia es la institución que más dinero invierte en el mundo en la atención a discapacitados, enfermos, pobres y marginados. Un trabajo que en las últimas décadas se ha profesionalizado, gracias al trabajo de organizaciones y otros grupos. Al mismo tiempo se ha abierto un debate: ¿Hasta dónde los católicos deben sacrificar su identidad religiosa para aliarse con exponentes de la filantropía laica? ¿Qué opina el Papa Francisco al respecto? Un obispo responde.
Javier del Río es el arzobispo de Arequipa, en Perú. Forma parte del consejo de administración de la fundación “Populorum progressio”, un organismo del Vaticano que cada año financia económicamente decenas de proyectos de desarrollo para campesinos, indígenas y afroamericanos en América Latina. Hace apenas unos días se reunió, junto a los otros miembros del consejo, con el Papa.
En entrevista con el Vatican Insider habló sobre ese encuentro y sobre las preocupaciones del Papa sobre la caridad organizada en la Iglesia.
¿Qué les dijo el Papa?
Nos transmitió algunas de sus preocupaciones, este tema de la “cultura del descarte” que va entrando con mucha fuerza en América Latina y nos planteó la problemática de ciertas corrientes de indigenismo que desean impedir que las culturas indígenas se relacionen con otras. Dijo abiertamente que con esa actitud se está condenando a esas culturas a la muerte, porque una cultura crece en la medida que se relaciona con otras.
én nos confirmó en una cosa que venimos dialogando en estos días, que nuestros proyectos no tienen sólo que ver por el bien material, provisión de instrumentos agrícolas. Sino también la transmisión de valores a los beneficiarios, y de esa manera puedan crecer de un modo integral.
En los últimos años se ha extendido una idea según la cual las organizaciones católicas de ayuda humanitaria, para ser muy profesionales, deberían despojarse de una clara manifestación de su pertenencia religiosa. ¿Qué opina Francisco?
El Papa ha sido bastante explícito. Nos ha dicho que el evangelio no se impone, de ninguna manera, ni se condiciona la ayuda a que el beneficiario se acoja a la fe porque esto tampoco sería válido. Ni siquiera el acto de fe sería válido, porque no respondería a una verdadera fe. La fe ni se impone, ni se exige. Pero no se puede dejar de proponer, porque es un derecho de todo ser humano conocer el evangelio y el anuncio de Jesucristo. En esto el Papa ha sido muy claro.
¿Esta corriente podría ser un “laicismo escondido, que se abre camino en los grupos católicos?
Ya lo dijo el Papa Francisco y también Benedicto XVI: “La Iglesia no es una ONG”. Si dos papas lo han dicho con tanta claridad, es por algo. Efectivamente nos preocupa que algunos agentes de pastoral se olviden de este aspecto y de hecho se está dando, en algunas partes del mundo y no solamente en América Latina. Esto es muy importante tenerlo en cuenta y el Papa quiere que realicemos la asistencia humanitaria junto con el anuncio del evangelio, porque el hombre sin el evangelio nunca podrá tener un verdadero desarrollo.
¿Cómo poder evitar ese fenómeno? A veces las organizaciones católicas deciden no expresar la propia identidad religiosa para aliarse con grupos de la filantropía mundial.
La experiencia de trabajar, incluso con personas de otras religiones, ateos y agnósticos, nos demuestra que mientras uno es transparente con su creencia, ellos no se oponen, en general. Siempre hay algunos grupos que molestan, pero en ese caso es preferible –eventualmente- menos ingresos y menos dinero que distribuir, pero no podemos renunciar a la evangelización.
¿Todos los agentes de pastoral tienen claro estos criterios?
En general la mayoría de los agentes de pastoral católica lo tienen claro. Existen grupos que se les ha ido introduciendo esta idea, pero tenemos un trabajo que hacer al respecto en ciertos sectores, especialmente en algunos países de América Latina.
¿Es posible que se confunda ese llamado del Papa a ir a las “periferias” con un aval a despojarse de toda identidad religiosa, porque en esos espacios existe “de todo”?
Especialmente en las periferias, donde existe de todo, es que se necesita el anuncio del evangelio. Con el Papa hablamos justo de ese tema de las periferias y él ratificó: no se puede dejar de anunciar el evangelio en esos espacios. Es más, estas personas que pasan por momentos difíciles, de miseria material y moral, necesitan escuchar anuncio del evangelio. Sería perverso de nuestra parte no hacerlo.
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