(Estas líneas las escribí hace dos semanas, aunque las he rescatado hoy para el blog.) Ayer tuve que hablar con la abadesa de un convento. A pesar de que no estábamos cerca, ella me explicó que estaba con una fortísima gripe. Cinco horas después, estaba yo con los mismos síntomas.
Lo peor es que tenía la garganta tan inflamada, la nariz tan congestionada, que no podía dormirme. Estaba agotado, tenía mucho sueño, pero era como si estuviera intranquilo. En un momento dado, me ha dado la sensación de que hasta la garganta se me había inflamado y respiraba con más dificultad. Esa desagradable sensación ha durado casi dos horas, aunque de forma leve. No he dormido más de hora y media en total, y con intranquilidad, moviéndome mucho.
Ha sido poco agradable, tras toda la noche sin dormir, escuchar al primer gorrión cantar en un árbol a las 6.30 de la mañana. Cuánta luminosidad hay a esa hora en junio.
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