20 de junio. Día de la bandera argentina.

Virgen_de_Luján-Réplica


1. (Año II) 2 Reyes 11,1-4.9-18.20


a) ¡Vaya página de intrigas y masacres! La historia del pueblo de Israel como la de otros muchos- está llena de personas indeseables y de hechos que muestran una violencia inaudita.


Aquí es Atalía, idólatra como sus padres Ajab y Jezabel, la que da un golpe de estado, exterminando sin ningún escrúpulo a toda la familia real y ocupando el trono. No se ha enterado de que han salvado de la matanza al niño Joás, que será proclamado en el momento oportuno como rey, derribándola a ella. No sabemos quién tuvo más protagonismo en los hechos, si los sacerdotes, los militares o el pueblo entero.


Para el autor del libro, esto no deja de tener un sentido histórico importante: Atalía cree haber terminado con la dinastía de David, lo cual hubiera supuesto la ruptura de la línea mesiánica prometida por Dios. Pero no es así: al entronizar a Joás, vuelve a reinar la casa de David y, al menos al principio, se restaurará la alianza con el Dios verdadero. El pueblo, según el libro que estamos leyendo, ha optado de nuevo por ser el pueblo de Yahvé y no el de Baal. No durará mucho el buen propósito.


Es el aspecto que ha recogido el salmo: «el Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: a uno de tu linaje pondré sobre tu trono… si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño».


b) También en la historia contemporánea vemos que existen la violencia, los asesinatos y los genocidios. Como también idas y vueltas en la fidelidad a Dios, y caídas y recaídas en las idolatrías del momento.


Los cristianos no deberíamos perder la sensibilidad: ni en cuanto al dolor que sentimos por la descristianización del mundo, ni tampoco en cuanto a la solidaridad que debemos sentir hacia los que son tratados injustamente.


También para nosotros vale la lección: con la violencia no resolvemos nada. A pesar de que leemos hoy cómo unos y otros recurren a ella para sus fines, incluso religiosos. A pesar de que en la historia también los seguidores de Cristo hemos echado mano de ella, la violencia va directamente contra el nuevo estilo que nos ha enseñado Jesús. Es uno de los aspectos sobre los que Juan Pablo II ha invitado a la Iglesia a examinarse: el uso de la violencia en una supuesta defensa de la verdad.


En nuestra vida cotidiana, en un nivel mucho más familiar, la violencia -que no será con derramamiento de sangre, pero sí puede ser de otro tipo, mucho más sutil- va directamente contra el estilo de tolerancia, fraternidad y entrega que Jesús nos ha enseñado. Que no se repitan, ni siquiera en una escala muy reducida, las desagradables escenas que leemos en esta historia tan brutal de Israel.


2. Mateo 6,19-23


a) En el sermón del monte, Mateo recoge diversas enseñanzas de Jesús. Hoy leemos unas breves frases sobre los tesoros y sobre el ojo como lámpara del cuerpo.


«No amontonéis tesoros en la tierra», tesoros caducos, que la polilla y la carcoma destruyen o los ladrones pueden fácilmente robar. Jesús los contrapone a los valores verdaderos, duraderos, los «tesoros en el cielo».


«La lámpara del cuerpo es el ojo». Nuestra mirada es la que da color a todo. Si está enferma -porque brota de un corazón rencoroso o ambicioso- todo lo que vemos estará enfermo. Si no tenemos luz en los ojos, todo estará a oscuras.


b) Cada uno puede preguntarse qué tesoros aprecia y acumula, qué uso hace de los bienes de este mundo. ¿Dónde está nuestro corazón, nuestra preocupación? Porque sigue siendo verdad que «donde está tu tesoro, allí está tu corazón».


Ya estamos avisados de que hay cosas que se corrompen y pierden valor y sin embargo, tendemos a apegarnos a riquezas sin importancia. Estamos avisados de que los ladrones abren boquetes y roban tesoros y, sin embargo, confiamos nuestros dineros a los bancos, y ahí está nuestro corazón y nuestro pensamiento y, a veces, nuestro miedo a perderlo todo.


Sería una pena que fuéramos ricos en valores «penúltimos» y pobres en los «últimos».¡Qué pobre es una persona que sólo es rica en dinero! Los que cuentan no son los valores que más brillan en este mundo, sino los que permanecen para siempre y nos llevaremos «al cielo», nuestras buenas obras, nuestra fidelidad a Dios, lo que hacemos por amor a los demás. Y dejaremos atrás tantas cosas que ahora apreciamos.


También podemos hacernos nosotros mismos la revisión de la vista a la que nos invita Jesús: ¿está sano mi ojo, o enfermo? ¿veo los acontecimientos y las personas con ojos limpios, serenos, llenos de la luz y la alegría de Dios, o bien, con ojos viciados por mis intereses personales o por la malicia interior o por el pesimismo?


«Si tus hijos guardan mi alianza, también sus hijos se sentarán sobre tu trono» (salmo II)


«Amontonad tesoros en el cielo, donde no hay ladrones que los roben» (evangelio)


«Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz» (evangelio)




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