“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edifico su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente”. (Mt 7,21-29)
Para Jesús no es suficiente:
Orar, si la oración no se convierte en vida.
Leer la Palabra de Dios, si no la convertimos en vida.
Para Jesús la oración como la Palabra son necesarias.
Pero lo que da valor a la oración es nuestra vida.
Lo que da valor a las prácticas de piedad es la vida.
Todo lo que no se hace vida, queda en palabras.
Es linda la frase de Juan: “Y la palabra se hizo carne”.
Dios se hace realidad, Dios se hace hombre.
La Palabra que no se encarna queda en simple palabra.
La comunión que “no se hace carne” en nosotros queda en piadosismo.
La lectura de la Biblia personal o en grupos que “no se hace carne”, queda en autosatisfaccion.
Dios solo reconoce la “vida”.
Dios solo reconoce lo que somos.
Jesús es realista. Para construir:
es preciso examinar el terreno.
es preciso saber dónde construimos.
es preciso saber sobre qué construimos.
La casa puede ser muy bonita y hermosa.
Pero lo fundamental es lo que no se ve, los cimientos.
La casa no se sostiene por lo hermosa que es, sino por las bases, los cimientos sobre la que se levanta.
Cuanto más grande y alta es la casa, requiere mejores cimientos.
El árbol puede ser hermoso.
Pero la base está en lo que no se ve, las raíces.
Para Jesús, seguirle es emprender una gran obra.
Pero el seguimiento no suele ser nada fácil.
Seguir a Jesús encuentra grandes problemas en el camino.
Seguir a Jesús hasta el final es ver en el horizonte la Cruz.
El seguimiento de Jesús es vivir como vivió Jesús.
El seguimiento de Jesús es arriesgarse como se arriesgó El.
Es fácil comenzar, lo difícil es continuar hasta el final.
Es fácil celebrar una boda solemne.
Lo difícil es vivir luego lo que se han prometido.
Es fácil amarse el día de la boda.
Lo difícil es “amarte y servirte todos los días de mi vida”.
Por eso, es importante examinar sobre qué basamos nuestro amor.
¿En la ilusión?
¿En la fantasía?
¿En lo solemne y bello de nuestra boda?
¿Estamos dispuestos a vivir el sacramento del matrimonio?
¿Somos capaces de ser fieles hasta a nuestra palabra hasta el final?
¿Tenemos una personalidad suficiente madura para construir juntos?
Es fácil bautizarse, lo difícil es luego vivir bautismalmente.
Es fácil consagrarse a Dios, lo difícil es vivir como consagrados hasta el final.
Ser cristiano no es comenzar y luego tomar otro camino.
Ser consagrado no es comenzar y luego cansarse en el camino.
Es fundamental ver sobre qué construimos.
¿Sobre la roca de la Palabra de Dios?
¿Sobre la roca de la vida de Jesús?
¿Sobre la roca de a llamada de Dios?
La vida no es los que comienzan.
La vida es de los que, aun en las dificultades, son capaces de llegar al final.
Está bien que nos podamos recrear en el tronco y ramas del árbol.
Pero lo que regamos son las raíces.
Si las raíces se pudren, toda esa belleza se seca y pudre.
Clemente Sobrado C. P.
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