Comenta el Profesor Alejandro Llano:
Hace casi veinte arios, en 1987, Miguel Delibes dejó perdida en las páginas de su libro Un mundo que agoniza la siguiente frase: «Las humanidades sufren cada día una nueva humillación». Esta obra trataba, sobre todo, de la destrucción del medio ambiente natural, terna muy típico de Delibes. Pero el escritor castellano relacionaba íntimamente el deterioro ecológico con la erosión del entorno cultural.
La conexión no es arbitraria. Un modo de pensar a la vez agresivo y resignado, olvidado de la serenidad y de la quietud que suscita el cultivo de lo humano, tiende a atropellar la naturaleza y, a la corta, el habitar de las personas en ella. Ahora bien, este trasfondo cultural de los problemas de la sociedad tecnológica rara vez sale a la luz pública. Es demasiado hondo y delicado para ser objeto de las tertulias radiofónicas o de una interpelación parlamentaria, y no ofrece el morbo suficiente para merecer los titulares periodísticos que se dedican al penúltimo escándalo de alguna coyuntural pareja famosa.
Las humanidades —la literatura, la historia, la lingüística, la filosofía, la educación, el arte— han dejado de ser aquello de que se habla. El nivel de la educación se deteriora. Cualquier profesor de los primeros cursos universitarios lo comprueba año tras año.
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