“Dijo Jesús a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. (n 6,51-58)
Celebramos hoy la festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Es decir:
Celebramos el pan y la sangre de Cristo.
Celebramos la vida de Dios en nosotros.
Celebramos a Jesús que se hace pan de vida.
Celebramos a Jesús que comparte ya ahora su vida con nosotros.
Celebramos a Jesús que nos da la vida ya ahora.
Ya no es la fiesta del pan, fruto de la siega.
Celebramos a Alguien que se hace pan.
Celebramos a Dios que en Jesús se hace pan diario para nosotros.
Pero celebrar:
No es pensar solo en el acontecimiento de Jesús “pan de vida”.
Celebrar es hacernos también nosotros “pan de vida”.
No hay verdadera celebración donde no nos convertimos en lo que celebramos.
No hay verdadera celebración si nosotros nos “hacemos pan” para los demás.
Celebrar es “hacer esto en memoria mía”.
Por tanto es recordar el amor de Jesús que no solo se encarnó en la naturaleza humano.
Es recordar el amor de Jesús que se encarna en un pedazo de pan y se “hacer carne”.
Y la mejor recordación es convertirnos nosotros en lo que se convirtió Jesús.
La mejor celebración es hacernos nosotros mismos “carne que han de comer los demás”.
La Eucaristía significa:
Que cada uno de nosotros nos llenamos de vida.
Que cada uno de nosotros nos llenamos de vida eterna, la vida de Dios.
Que cada uno caminamos por la vida con la vida de Dios en notros.
Pero también significa:
Comunión con Jesús.
Y hacernos comunión no es solo comer un pedazo de pan.
Es transformarnos en Jesús.
Es transformarnos en pan que han de comer los demás.
Es transformarnos en pan que da vida a los demás.
Es transformarnos en pan que nos damos a los demás.
Se habla mucho hoy:
de dar de comer al hambriento.
de dar de comer pan al que no tiene pan.
Pero, como cristianos que comulgamos a Jesús, estamos llamados a algo más:
Estamos llamados a dar de nuestro pan.
Estamos llamados a darnos nosotros mismos a los demás.
Estamos llamados a que los demás puedan vivir de nosotros.
Estamos llamados a dejarnos comer por los demás.
Estamos llamados a renunciar a nosotros mismos para que otros puedan vivir.
Permítanme un recuerdo que no puedo olvidar.
Eran aquellos años de la post guerra.
En mi casa no siempre había pan en la mesa.
Y cuando había un mendrugo, la abuela lo repartía en tres pedazos, para los tres nietos.
Mientras ella nos miraba sin probar bocado.
Era la “abuela hecha eucaristía”.
Era la “abuela hecha pan para que sus nietos pudiesen vivir”.
No era la vida eterna.
Pero era la vida humana de unos niños que pasaban hambre.
También hoy hay muchos que mueren de hambre.
También hoy hay muchos a quienes nos sobra el pan.
También hoy se necesitan cristianos que “sean eucaristía”.
Cristianos que se dan y entregan a sí mismos para que otros vivan.
El Corpus no puede ser solo “un recuerdo”.
El Corpus tiene que convertirse en “cristianos eucaristía”.
Comulgar a Cristo nos asimila a Cristo.
Comulgar no es para ser mejores personas.
Comulgar es para ser los “nuevos Cristos” que se encarnan en un pedazo de pan.
No es fácil entenderlo.
Tampoco los judíos lo entendían: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Tampoco hoy es fácil entender a los cristianos “que somos capaces de dar nuestra carne a los demás”.
Cristianos que damos vida y damos nuestra vida entregándonos a los demás.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A Tagged: comunion, corpus christi, eucaristia, generosidad, hambre, pan, solidaridad
Publicar un comentario