3 de octubre. martes de la XXVI semana durante el año.

1. (Año I) Nehemías 8,1-12


a) Con la diligente colaboración de Nehemías y de Esdras y de los levitas, se llegó a una reconstrucción humana y religiosa de aquella generación que había vuelto del destierro bastante tocada en su identidad social y religiosa.


Aquella asamblea de Jerusalén, de la que hoy leemos un resumen -en el libro de Nehemías ocupa los capítulos 8-10- es un acontecimiento fundamental en la historia de Israel: la solemne renovación de la Alianza.


Una página espléndida, llena de sentido para el futuro:


- se reune la gran asamblea,


- todos escuchan con atención el libro de la Alianza, que proclama el sacerdote Esdras,


- se dividen en grupos y los levitas van explicando a todos el sentido de lo que acaban de leer,


- la gente se llena de alegría y llora de emoción al escuchar esta Palabra,


- y lo celebran después con comida y bebida y una gran fiesta.


b) Da un poco de envidia el que aquel pueblo se congregara con tanto entusiasmo a escuchar la Palabra que tenían un tanto olvidada, y que los levitas lograran explicárselo “de forma que todos comprendieron la lectura”.


Ahora escuchamos la Palabra, por ejemplo en la Eucaristía, sin tanta emoción. Y tampoco parece tan eficaz el ministerio de los monitores que la presentan o de los lectores que la proclaman o de los predicadores que la explican y aplican.


Sin embargo, eso es lo que Dios quiere. Jesús dijo que la Palabra es una semilla que tiene que producir fruto en nosotros. Sin la solemnidad de aquella ocasión, pero sí con la constancia de la Eucaristía celebrada cada domingo -o cada día- y con la pedagogía de una oportuna homilía, la Palabra de Dios va iluminando nuestro camino y dándonos fuerza para ir mejorando nuestra vida.


En esta tarea privilegiada de la evangelización, todos aportan su colaboración: el sacerdote y los lectores y los catequistas. Ojalá también ahora el pueblo cristiano pueda sentir una profunda alegría “porque han comprendido lo que les han enseñado”. No se trata de anunciar cosas peregrinas: de la Palabra de Dios es de donde nos viene la luz y la alegría y la libertad. Como dice el salmo de hoy, “los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón… y dan luz a los ojos”.


2. Lucas 10,1-12


a) Jesús se hace ayudar en su misión. Esta vez elige y envía a 72 discípulos (según algunos códices son 70: no importa mucho la diferencia) para que vayan de dos en dos a prepararle el camino.


Ante todo quiere que recen a Dios, pidiéndole que envíe obreros a recoger la cosecha, porque “la mies es mucha y los obreros pocos”. Es hermosa la comparación de los braceros que trabajan en la siega. En otras ocasiones, Jesús habló de los pescadores que recogen una gran redada de peces.


A estos misioneros les da unos consejos parecidos a los que daba el miércoles de la semana pasada a los doce: sin alforjas ni sandalias, sin entretenerse por el camino saludando a uno y a otro, dispuestos a ser bien acogidos por algunos, y también avisados de que otros los rechazarán. Ellos, con eficacia y generosidad, deben seguir anunciando que el Reino de los cielos está cerca.


b) ¡Poneos en camino! La invitación va ahora para nosotros, para tantos cristianos, sucesores de aquellos 72, que intentamos colaborar en la evangelización de la sociedad, generación tras generación. Todo cristiano se debe sentir misionero. De forma distinta a los doce y sus sucesores, es verdad, pero con una entrega generosa a la misión que nos encomiende la comunidad.


Los que nos sentimos llamados a colaborar con Dios en la salvación del mundo, haremos bien en revisar las consignas que nos da Jesús:


- tenemos que rezar a Dios que siga suscitando vocaciones de laicos comprometidos, de religiosos, de ministros ordenados, para que se pueda realizar su obra salvadora con los niños, los jóvenes, la sociedad de nuestro tiempo, los mayores, los enfermos, los pueblos que no conocen a Cristo; ante todo, rezar, porque es Dios quien salva y quien anima a la Iglesia misionera;


- se nos avisa que vamos “como corderos en medio de lobos”: no nos han prometido que seremos acogidos por todos;


- no debemos llevar demasiado equipaje, que nos estorbarla; un testigo de Jesús (la Iglesia) debe ser sobrio y mantenerse libre, para poder estar más disponible para la tarea fundamental;


- el encargo es tan urgente que no podemos perder el tiempo por el camino, en cosas superfluas: ciertamente no nos está diciendo Jesús que no saludemos a los demás: él, que siempre tenía tiempo para atender a todos; sino que no nos perdamos por caminos laterales, porque es urgente la tarea principal;


- lo importante es que vayamos anunciando: “está cerca de vosotros el Reino de Dios”, y comunicando paz a las personas;


- si nos rechazan, tampoco tenemos que hundirnos, ni tomarnos la justicia por nuestra mano, condenando a derecha e izquierda: ya se encargará Dios, a su tiempo, del juicio. .


Jesús nos dice día tras día: ¡poneos en camino!, id, anunciad que el Reino de Dios está cerca. Sin pereza, con sencillez, con ánimo gratuito y no interesado, con serenidad en las dificultades, alegres por poder colaborar en la obra salvadora de Dios, como mensajeros de su paz.


“El pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley: habían comprendido lo que les habían enseñado” (1ª lectura I)


“Poneos en camino. Os mando como corderos en medio de lobos” (evangelio)




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