“Dijo Jesús a sus discípulos: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela. Y si llega de noche o de madrugada y los encentra así, dichosos ellos”. (Lc 12,35-38)
Seguir a Jesús es estar siempre pronto.
Seguir a Jesús es estar siempre disponible.
Seguir a Jesús significa no hacerle esperar.
Una de las cosas que más me suelen llamar la atención entre la pareja son los líos de tener que esperarse.
“Padre, discúlpeme si he metido la pata, pero he venido solo a misa.
Es que mi esposa se hace eterna preparándose al espejo, cosa que no aguanto.
Hoy la deje arreglándose porque de lo contrario hubiese llegado al Evangelio.”
Por eso Jesús les pide a sus discípulos dos cosas:
“Tener ceñida la cintura”.
Estar preparados.
Estar atentos a cuando llegue.
Y como no sabemos la hora, todo el tiempo hay que estar en vela.
Cuando Jesús toca a la puerta, ya no es hora ir a ponerse bien la cobarta.
Cuando Jesús llega y toca a la puerta ya no es hora de esperar a que metan gol en la TV.
Pero para ello es preciso tener ganas de que llegue.
Para ello es preciso tener ganas de escuchar sus pasos.
Para ello es preciso sentir lo importante que es su venida.
Cuando esperamos de verdad alguna llamada estamos bien atentos.
Cuando esperamos de verdad a alguien solemos estar siempre preparados.
Cuando esperamos de verdad a alguien solemos tener lo oídos atentos.
Yo no sé cuántas veces Jesús ha tocado a mi corazón y no me he enterado.
Yo no sé cuántas veces Jesús habrá pasado a mi lado y no me enteré.
Yo no sé cuántas veces Jesús me habrá llamado dentro y se me paseó el alma.
Dios es siempre sorpresivo.
Llega a la edad que menos esperas.
Llega el día que menos esperas.
Llega la hora que menos esperas.
A mí me llamó cuando menos lo esperaba.
Mejor dicho, me llamó cuando ni pensaba en él.
Menos mal que llegó decidido y tocó fuerte.
Puede ser de noche como puede ser de madrugada.
A mí corazón llegó una tarde lluviosa de noviembre.
Y necesitamos tener las luces encendidas:
Necesitamos tener la inteligencia encendida.
Necesitamos tener la memoria encendida.
Necesitamos tener el corazón encendido.
Necesitamos tener la atención encendida.
Debiéramos recitar con frecuencia aquello que nos dice el Salmo 119:
“Lámpara encendida es tu palabra para mis pasos, luz en mi caminar”.
Estar atentos a Dios es dar importancia a Dios.
Estar atentos a Dios es decir que Dios no es un cualquiera en nuestra vida.
Estar atentos a Dios y encendida la luz de su Palabra es estar atentos a lo que quiere decirnos hoy.
Es caminar siempre a la luz de su Palabra.
Es tener su palabra como faro que guía nuestras vidas.
¿Cuánto tiempo prestamos atención a Dios en nuestras vidas?
¿Cuánto tiempo pasamos queriendo escuchar los pasos de Dios en nuestras vidas?
¿Cuánto tiempo pasamos tratando de escucharle y decirle que entre?
¿Cuánto tiempo pasamos tratando de escuchar su palabra y decirle sí?
Dios vive todo el tiempo dependiente de nosotros.
¿Vivimos nosotros dependientes de El?
Clemente Sobrado C. P.
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