Señor de los Milagros
Santos Simón y Judas, apóstoles
“Subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y les nombró apóstoles. Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor”. (Lc 6,12-19)
Hoy celebramos en el Perú la fiesta del Señor de los Milagros.
Una de las celebraciones que más marcan la piedad y vida religiosa del Perú.
La procesión resultan multitudinaria y recorre los principales centros de Lima.
La Iglesia universal celebra a los Santos Simón y Judas apóstoles.
No sabemos demasiados detalles sobre ellos.
Algunos dicen que Simón predicó el Evangelio en Egipto y en Persia, actualmente Irán.
Judas dicen que comenzó por Samaria y luego en Siria.
“Escogió”, es uno de los rasgos que mejor definen a Jesús.
La elección.
Y por tanto, la misión.
Todos somos “elegidos”.
Es la misma expresión que Dios aplica a su Hijo encarnado: “mi elegido, mi predilecto”.
Es uno de los detalles del corazón de Dios.
Y debiera ser una de las mejores experiencias de nuestra fe.
Nuestra vida de creyentes debiera estar marcada por esta experiencia: Sentirnos “elegidos”, escogidos”, “predilectos”.
Como si ocupásemos un lugar especial en el corazón de Dios.
Escogió a “doce” a los que llamó “apóstoles”.
¿Eran mejores que el resto de discípulos?
A decir verdad, la elección no es un mérito sino una delicadeza del corazón del Señor.
Delicadeza incluso con aquellos que terminarían mal.
¿Elegir a Judas que sería luego el traidor?
La elección es una manera de hacernos sentir más de cerca su amor.
Es incluso un detalle por ver si aún los menos importantes son capaces de cambiar.
¿Acaso a Judas no le dio muestras de amor y oportunidad hasta el último momento?
El amor es libre y no se deja comprar.
El amor más que tener en cuanta los méritos del amado, cuenta con la gratuidad del corazón que ama.
La elección es una exigencia para el elegido y una generosidad para el que ama.
Les puso nombre.
Para Dios no valen los anonimatos.
Para Dios somos individuales, personales.
¿No os dais cuenta de cómo cuando vais a sacar algún documento lo primero que se nos pregunta es: ¿Nombre?
Es que el nombre nos identifica, nos personaliza.
Una de las cosas que más me llama la atención:
Es que me conoce por mi nombre.
Es que me llama por mi nombre.
Es que cuenta conmigo por mi nombre.
Cuando me llama, me llama a “mí”, sí, “a mí” tal y como soy.
Cuando me llama, me llama a “mí”, y me ama personalmente a mí como soy.
Incluso si mi vida es demasiado pobre.
Incluso si luego no sé responder a su amor.
Pero seré yo personalmente el que digo que sí.
Y seré yo personalmente el que le digo que no.
Señor: cuando necesites a alguien elígeme a mí.
Señor: cuando necesites a alguien cuenta conmigo.
Señor: cuando quieras enviar a alguien, envíame a mi.
Señor: cuando llames a alguien, llámame a mí.
¿Ya sabes mi nombre, verdad?
Clemente Sobrado C. P.
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