“Jesús, para demostrar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: “Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario” Por algún tiempo se negó, luego se dijo: “le haré justicia, no vaya acabar pegándome en la cara”. “Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? O ¿les dará largas?” (Lc 18,1-8)
El juez no es el dueño de la justicia.
El juez administra la justicia.
Los jueces nacieron en la Biblia para defender a los débiles contra el poder de los grandes.
Hacer justicia a aquellos que no tienen con que pagar.
Hacer justicia es un servicio a favor de los débiles y pequeños.
Los profetas no se cansan de repetir que, una de las señales del tiempo mesiánico será la justicia para con los pobres.
Isaías insiste en que uno de los signos del cambio del corazón es hacer justicia a las viudas.
Es que las viudas eran consideradas como pobres e indefensas.
Hay jueces que se creen dueños de la justicia.
Y la justicia pertenece a los pobres.
¡Cómo han cambiado las cosas!
Hoy la justicia hay que pagarla.
Y el que no tiene con qué pagarla nunca tendrá justicia.
Y peor cuando la justicia se vende.
Y la justicia ya solo es patrimonio de los poderosos.
Gana el que tiene mejores abogados y mejores jueces.
¿Es esa la auténtica justicia?
Por eso los pobres no tienen más posibilidades que la “insistencia”.
Esta viuda, a pesar de su condición de pobreza, era de armas tomar.
No se cansaba de insistir.
Insistió tanto, que logró meterle miedo al mismo juez que no creía en nada ni en nadie.
La constancia logra muchas veces más que el mismo poder.
La constancia es una de las armas de los débiles y pobres.
¿Se imaginan una pobre viuda metiéndole miedo a un juez tan bravo como ése?
Jesús aplica la parábola para demostrar la insistencia de la oración.
Seguir orando, aun cuando no veamos sus efectos.
Seguir orando, aun cuando tardemos en lograr lo que pedimos.
Aunque, a decir verdad, Dios no es el juez que teme le arañemos la cara.
Dios está dispuesto siempre a escucharnos por pobres que seamos.
Puede que muchas veces sintamos que perdemos el tiempo.
Pero Dios no nos fallará: “pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿o les dará largas?”.
¿No sería este el momento de cómo actúa la justicia hoy entre nosotros?
¿Jueces que no temen a Dios?
¿Jueces que no les importan los hombres?
Pero sí les importa el dinero.
Pero sí les importa la coima.
¿Tienen justicia hoy los pobres?
¿Tienen justicia hoy los débiles?
¿Tienen hoy justicia los marginados?
¿Tienen hoy justicia tantos que están toda la vida sin sentencia en la cárcel?
La justicia es una manera de participar en el amor de Dios.
La justicia es una manera de valorar y respetar a las personas.
La justicia no mira la condición de las personas.
Señor: danos jueces con sentido de rectitud.
Señor: danos jueces con sentido de humanidad.
Señor: danos jueces con sentido de dignidad de las personas.
Señor: danos jueces con sentido de la verdad.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C Tagged: juez, justicia, oracion, perseverancia
Publicar un comentario