“Dichosos los pobres de en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estas alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos”. (Mt 5,1-12)
Celebramos hoy nuestro Santo.
Porque celebramos la santidad de todo el Pueblo de Dios.
Los que están en los altares y los que andamos por ahí, por la calle.
Los Santos que están en los altares están para animar al resto del Pueblo de Dios.
Pero no son los únicos santos.
¿No rezamos en el Credo: “Creo en la Iglesia santa”?
Hay mucha más santidad que la canonizada.
Hay mucha santidad anónima que da vida a la Iglesia.
Hay mucha más bondad anónima que la elevada a los altares.
Hay la santidad de esa madre que día a día lucha por sus hijos.
Hay la santidad de ese padre que día a día suda para dar de come a sus hijos.
Hay la santidad de esas empleadas de servicio doméstico que se ganan el pan con dignidad.
Hay la santidad de ese obrero que cada día tiene que luchar por la vida.
Hay la santidad de esos que:
Luchan por la dignidad de los demás.
Lloran por el sufrimiento de cada día.
Sufren con los que sufren.
Tienen un corazón de misericordia para con los demás.
Tienen un corazón limpio porque viven en la verdad.
Luchan por un mundo de justicia y de paz.
Son perseguidos por causa del Evangelio.
Por eso hoy la Liturgia nos ofrece el Evangelio de las Bienaventuranzas.
Ese manual de santidad común para todos.
de cuantos se sienten libres, incluso en los momentos difíciles.
de cuando viven luchando en la vida por los demás.
de cuantos viven confesando y anunciando el Evangelio.
de cuantos sin hacer ruido vive la experiencia de Dios.
de cuantos sin ser comprendidos, siguen creyendo en el Evangelio.
de cuantos siendo rechazados, siguen felices dando testimonio de Dios.
La santidad no está en hacer grandes milagros.
La santidad está en la sencillez de la vida impregnada de Evangelio.
La santidad está en vivir silenciosa y calladamente a Dios en nuestros corazones.
La santidad es:
Vivir la alegría de nuestra fe.
Vivir la alegría de nuestro Bautismo.
Vivir la alegría de nuestro Matrimonio.
Vivir la alegría de nuestro amor a los hermanos.
Vivir la alegría de nuestra lucha por la justicia.
Vivir la alegría de nuestro servicio a los demás.
Vivir la alegría de nuestra preocupación por la dignidad de los otros.
Vivir la alegría de luchas diarias por la vida y sin perder nuestra paz.
La santidad es vivir nuestros sufrimientos de cada día.
La santidad es amar y amar a todos.
La santidad es hacer felices a los demás.
Esos son los grandes pequeños milagros que nos acreditan como santos.
A todos vosotros mis hermanos permítanme que hoy los llame “mis hermanos santos”.
A todos los santos que hoy celebráis vuestro día ¡Felicidades!
Clemente Sobrado C. P.
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