Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 17 a. Semana – Ciclo C

“Fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: “¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? Entonces ¿de donde saca todo eso? Y aquello les resultaba escandaloso”. (Mt 13, 54-58)



No basta admirar a uno.

Ni basta sentirse sorprendido de su sabiduría.

Ni siquiera basta sentirse admirado de los milagros que hace.

Todo eso puede quedar en simple espectáculo.

Todo eso puede quedar en simple admiración y sorpresa.


Diera la impresión de que vemos una película y nos encanta.

Pero no por eso nos decidimos a ser directores de cine.

Ni tampoco en artistas de cine.


Todo eso queda en la cabeza.

Y nosotros felices de verlo.

Pero no nos toca el corazón.


Todos se admiran de la sabiduría de Jesús.

Hasta se intrigan de dónde saca ese saber.

Les preocupa más de dónde sabe esas cosas que abrir su corazón a lo que dice.

Les sorprenden sus milagros, pero es más la sorpresa de la cabeza que del corazón.

La cabeza entiende.

Pero el corazón sigue cerrado con llave.

Las doctrinas llegan a la cabeza.

Pero no tocan el corazón.


Siempre tenemos razones suficientes como para echar candado al corazón.

Es el “hijo del carpintero”.

Conocemos a “toda su familia” que vive con nosotros.

Con ello ya nos hemos protegido para pensar en el “profeta de Dios”.


Dios no entra por la chimenea sino por la puerta.

Dios no entra por las ideas sino por los sentimientos.

Dios no entra por la cabeza sino por el corazón.

Es preferible quedarnos con eso de “habla bien” o “sabe mucho” y abrirle nuestro corazón y dejarnos tocar por lo que dice.


En la cultura de la razón hemos matado los sentimientos.

Creemos a las ideas pero les impedimos despierten nuestros sentimientos.

Hablamos mucho con la razón y las ideas, pero no queremos aparecer “sentimentalistas”.

Y nos olvidamos de que:

Por mucho que sepamos si no lo sentimos nos sirve de poco.

Por muchas ideas que tengamos si no despiertan nuestro corazón no nos sirven de gran cosa.

Por muchas ideas que tengamos si el corazón no se despierta, sabremos más, pero no seremos más.


No se trata de vivir del sentimentalismo.

Pero tampoco podemos matar los sentimientos.

Aquello que se siente no tiene fuerza dentro.

Aquello que no toca el corazón se queda en el tejado de nuestra vida.


Por eso me gusta lo que los Evangelios dicen de Jesús:

“Y sintió lástima”.

“Y se conmovió”.

“Y sintió pena”.


Jesús sabía mucho, pero sentía más.

Jesús sabía muchos, pero se conmovía más.

Con frecuencia los discípulos ven lo que él ve.

Pero no sienten nada en su corazón.

En tanto que Jesús se “conmovía”.

No eran sus ideas las que curaban enfermos, sino su sentimiento y su dolor.


Los paisanos de Jesús se “admiraban de sus enseñanzas”, pero no le abrieron el corazón.

Se preguntaban dónde habría estudiado.

Pero sus corazones seguían insensibles.

Está bien nos admiremos de Jesús.

Pero comencemos por dejar que su figura toque nuestro corazón.

Nuestros cambios no vienen de la cabeza sino “del encuentro con Alguien”.

Nuestra conversión no depende de compartir las mismas ideas, sino de “sentir los mismos sentimientos que Cristo Jesús”.

Me gusta repetir el Salmo: “Dame un corazón nuevo”.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario Tagged: carpintero, evangelio, jesus. profeta, reino, reino de dios, sinagoga

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

SacerdotesCatolicos

{facebook#https://www.facebook.com/pg/sacerdotes.catolicos.evangelizando} {twitter#https://twitter.com/ofsmexico} {google-plus#https://plus.google.com/+SacerdotesCatolicos} {pinterest#} {youtube#https://www.youtube.com/channel/UCfnrkUkpqrCpGFluxeM6-LA} {instagram#}

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets