“Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar los encuentra en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”. (Lc 12,32-48)
El Reino de los cielos no es para los despistados.
El Reino de los cielos no es para los que se pasan la vida viendo pajaritos.
El Reino de los cielos solo pueden descubrirlo los que viven despiertos
El Reino de los cielos solo pueden verlo los que tienen el alma encendida.
Siempre me llamó la atención el hecho de que todos, al acostarnos para dormir apagamos la luz.
Sólo a los niños se les suele dejar una tenue lucecita para que no tengan miedo.
Para ver a Dios hay que estar despiertos.
Para ver a Dios hay que estar vigilantes.
Para ver a Dios no se puede vivir dormido o anestesiado por las cosas de la vida.
Porque cuando Dios pasa suele sacar poco ruido.
Porque cuando Dios pasa suele hacerlo casi en silencio.
Dios no pasa para despertar a los dormidos.
Dios suele pasar para que se enteren los despiertos.
Tenemos que dormir para descansar.
Pero la mayor parte del día la tenemos que vivir despiertos, atentos y vigilantes.
Despiertos para ver que también Dios pasa hoy a nuestro lado.
Despiertos para ver que el Evangelio nos habla también hoy.
Despiertos para abrirle la puerta cuando llegue.
Despiertos para ver a Dios en nuestros hermanos.
Despiertos para ver a Dios en el grito de los que sufren.
Despiertos para escucharle hoy.
Despiertos para saber qué nos quiere decir hoy.
Dicen que “Dios está en el cielo”.
Es posible.
Sin embargo, pienso que Dios está siempre viniendo.
Dios está siempre llegando y pasando a nuestro lado.
El problema está en:
“acertar a verlo”.
“escuchar sus pasos”.
“abrirle la puerta para que entre y no pase de largo”.
Tener despiertos y vigilantes los ojos: para verle
Tener despiertos y vigilantes los oídos: para escuchar sus pasos.
Tener despierto y vigilante el corazón: para sentirlo.
Tener despierta y vigilante el alma: para experimentarlo.
Jesús les dijo un día que “Dios no era un Dios de muertos sino de vivos”.
No sé por qué Jesús no nos dijo que “Dios no era un Dios de dormidos sino de despiertos”.
O por qué: Dios no era un “Dios de despistados sino un Dios de vigilantes”.
El peor enemigo contra la actitud de vigilancia:
Suele ser la indiferencia.
Suele ser la pérdida del sentido religioso.
Suele ser la pérdida de la práctica religiosa.
Suele ser la falta de la oración.
Suele ser la falta de ese silencio interior.
Suele ser la pérdida del sentido de Dios.
Señor: sé que duermo demasiado y me falta estar atento.
Señor: despierta la sensibilidad de mi corazón.
Señor: no pases de largo y si me encuentras dormido, golpea fuerte la puerta de mi corazón para que me despierte.
Clemente Sobrado C. P.
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