Nada menos que las obras completas (por ahora) de Miguel d’Ors. Estaban sobre mi mesa cuando regrese de La Acebeda ayer por la mañana. Sin tarjeta, sin remite, sólo con una octavilla escrita a mano que decía: “disfrute de este regalo. Un beso enorme”.
El beso virtual “enorme” es una pista. Supongo que el regalo viene de una mujer que me conoce bien. Sabe que Miguel d’Ors es el número 1 de mi olimpo poético. Ahora, al recibir 600 páginas de poemas del más grande no sé si seré capaz de leer otra cosa en los próximos meses.
¿Cómo y a quién deberé dar las gracias? ¡Da la cara, querida y generosa donante! No le diré a nadie que fuiste tú, o, si lo prefieres, lo proclamaré al mundo entero. ¿Te conformas con mi gratitud o quieres algo de mí? ¿Es un intento de cohecho?
Por si acaso me apresuro a rendirme a tus pies. Muchísimas gracias.
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