“Les dijo Jesús: “Al Hijo del hombre lo van entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día” Ellos se pusieron muy tristes. Cuando llegó a casa; Jesús se adelantó a preguntarle: “¿Qué te parece Simón? Los reyes del mundo ¿a quien cobran impuestos y tasas, a sus hijos o los extraños?” “A los extraños”. “Entonces los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago y echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrelo y encontrarás una moneda de plata. Cógela y paga por mí y por ti”. (Mt 17,22-27)
Saber ver el futuro, es un don de Dios.
Muchos viven preguntándose por su futuro.
Muchos viven angustiados por lo que pueda suceder.
Muchos viven tristes y preocupados por un futuro que ni conocen.
Siento un algo especial, cada vez que Jesús sorprende a los suyos anunciándoles su muerte.
No lo hace de una manera trágica.
No lo hace de una manera que pida compasión.
No lo hace de una manera que pida comprensión.
No lo hace de una manera que pida una atención especial.
Jesús anuncia su muerte:
Como algo natural.
Como consecuencia de su vida.
Como quien no le tiene miedo.
Como quien la ve con un sentido de su propia vida.
Ni siquiera lo hace:
Quejándose de los que lo van a apresar.
Quejándose de los que lo van a juzgar.
Quejándose de los que lo van a condenar a muerte.
Lo hace como quien ve en su destino el sentido de su vida.
Lo hace como quien ve en su muerte la realización de su vida.
Lo hace como quien ve en su muerte la realización de la voluntad del Padre.
Y nadie dirá que Jesús no amaba su vida.
Nadie dirá que Jesús no quería vivir.
Nadie dirá que Jesús buscaba el sufrimiento.
Al contrario:
Si El era la vida, nadie la amaba como El.,
Si El era la vida, nadie sentía más ganas de vivir que El.
Si El era la vida, nadie pretendía que los demás viviesen con alegría.
¿Y a qué viene eso del impuesto y del pago del impuesto?
¿Qué tiene eso con el anuncio de su muerte?
Algo muy sencillo:
Alguien tiene que pagar por nosotros nuestros propios impuestos.
Alguien tiene que pagar por nosotros nuestros pecados.
Alguien tiene que pagar por nosotros nuestra salvación.
Y eso es lo que hará Jesús.
Jesús no morirá porque fue malo.
Jesús no morirá porque merecía la muerte.
Jesús no morirá porque tenía que pagar por él mismo.
Por eso no mira su muerte como una tragedia de su vida.
Mira su muerte como una expresión de su amor.
Mira su muerte como una manifestación de lo que valemos nosotros.
Mira su muerte como una manifestación del amor que nos tiene.
Mira su muerte como la expresión del amor con que el Padre nos ama.
Dios no cobra impuestos por su amor.
Dios no cobra impuestos por nuestra salvación.
Dios es gratuidad y amor.
Y la muerte de Jesús será sencillamente eso: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”.
Por eso, Jesús no ve su muerte como la tragedia de su vida.
Sino como la realización del amor del Padre.
Por eso habla de ella como quien habla del amor y de la salvación.
Clemente Sobrado C. P.
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