Elogio del devocionario


Lo de aprender a rezar por ciencia infusa me temo esté reservado a unos muy pocos. Los demás necesitamos que alguien nos enseñe. Por lo que cuenta el evangelio, Juan enseñaba a rezar a los discípulos, y por eso mismo los apóstoles pidieron a Jesús que hiciera lo propio con ellos. De aquella petición nació el Padrenuestro, que cualquier día nos contarán que no era de Jesús sino una vieja tradición oriental pasada por cualquier filtro pseudognóstico. Y si no, al tiempo.


Hablamos de rezar, de hacer oración, pero no es fácil decir a la gente cómo. La vieja solución de ponte delante de Dios y que vuestro trato sea pura comunión de espíritus, es algo reservado a los grandes místicos, no a cualquier mortal. Y lo de dile a Jesús lo que se te ocurra tiene su peligro, porque conocemos todos a demasiada gente a la que lo único que se le ocurren son tonterías y simplezas.




Por eso la Iglesia, lista con la sabiduría de siglos, siempre ha ofrecido modos, formas, textos y subsidios, desde los textos litúrgicos, hasta los devocionarios más simples, desde los destinados a clérigos y monjes, hasta los simples para niños. Pero siempre necesarios. Algo tan sencillo como tener a mano formularios para la oración de la mañana y la noche, la bendición de la mesa, rosario, viacrucis, oraciones populares, textos para momentos especiales.


Creo que cada católico debería tener su propio devocionario. Voy a ello, reseñando algunas cosas que me parecen de especial interés.


Liturgia de las horas. Obligatoria para clérigos y religiosos, y cada vez más convertida en fuente de oración para muchos laicos. Si quieren tenerla en papel, son cuatro tomos considerables, pero existe la oportunidad en este tiempo de alta tecnología de poder rezar con la liturgia de las horas a través del teléfono, tableta u ordenador. Una excelente aplicación para ello es la denominada “Salterio”, que es la que utiliza normalmente un servidor.


Magnificat. Encomiable la labor que Pablo Cervera está haciendo con estos cuadernillos que se han convertido en compañeros inseparables de muchísimos laicos. Según explica la misma página web donde puede recogerse información, cada número, de carácter mensual, contiene “los textos de la misa, una oración de la mañana y una de la tarde, inspiradas en la Liturgia de las Horas, un texto de meditación escogido de los Padres de la Iglesia así como de maestros espirituales clásicos y contemporáneos, un relato de vidas elocuentes de santos, mensualmente se añade una obra de arte religioso cuya contemplación y explicación ayudará a elevar el espíritu orante”. No me llevo comisión ni soy parte implicada, pero merece la pena la suscripción.


Y luego, en cualquier librería religiosa, uno pude encontrar mil devocionarios distintos y en todos los formatos, para niños y adultos, jóvenes y mayores. Es el pequeño libro de oraciones que a nadie debería faltar y que resolverá rápidamente esa pregunta que a veces nos han hecho: ¿y cómo rezo? Pues con esta oración, este esquema, esto es el rosario, esto una oración para pedir tal cosa…


Ya, ya sé que a muchos les parecerá algo pueril, infantiloide. Puede ser, pero eso de la comunión íntima con el ser supremo, la sintonía cósmica con la divinidad y la asunción en el interior de las fuerzas telúricas les está reservado a unos pocos. Los demás, con librito.





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