Casi cuarenta años después, se hizo una secuela. Evidentemente dejaba la impresión opuesta: la vida es una falsedad, nada tiene sentido, etc. Dejaba una visión pesimista, una visión sin fe, ni religión de la vida.
Alguno dirá: Claro, qué va a decir un cura. Lógico. Pero ayer conocía esta cita de una carta de Nietzsche a su hermana: He ahí cómo se separan las vías de los hombres: si deseas el reposo y la felicidad de tu alma, cree; por el contrario, si quieres ser un discípulo de la verdad, entonces busca.
Es decir, no sólo los curas, hasta Nietzsche reconocía que la felicidad estaba en seguir los caminos de la obediencia al Creador, aunque él no creyera en Él.
En 1962, las familias españolas se sentían reflejadas en esa feliz familia de la película. En 1999, desgraciadamente, las familias se sentían reflejadas en la destrucción de la familia que reflejaba la secuela.
Éramos felices y lo sabíamos. Después, en la época de Los Beatles vinieron vendiéndonos la liberación. ¿La liberación de qué? ¿De la felicidad? Y los resultados de habernos alejados del santo camino de la religión, a la vista están. Conforme pasan los años, cada vez me vuelvo más rancio, más impudicamente tradicional, y cada vez me importa menos lo que diga el coro oficial de energúmenos nacionales.
Publicar un comentario