Tras el estupor inicial por la entrevista del Papa Francisco a la “Civiltà Cattolica", la publicación jesuita más antigua de Italia y una de las decanas en el mundo de la prensa, aportamos en este post un breve análisis que escribimos para el diario El Comercio del Perú y que se publicó en su edición impresa el sábado 21 de septiembre.
Como era previsible las polémicas ante las palabras del pontífice no se hicieron esperar. Las reacciones se dieron en todos los sentidos, pariendo las más variadas posiciones sobre los dichos de Jorge Mario Bergoglio. Desde los defensores a ultranza que rechazan -casi autoritariamente- cualquier glosa a la entrevista, hasta los “huérfanos” de otros pontificados, que se sienten desconsolados por algunas “aperturas incómodas” del obispo de Roma, sobre todo aquellas relacionadas con los homosexuales y el aborto.
Una cosa es cierta: no se puede opinar sin leer completo el texto. Eso es seguro. Una vez leído se puede opinar, con toda libertad. Se pueden debatir y hasta poner en duda cosas que el Papa ha dicho. Lo único inaceptable es el intento por cercenar el diálogo, pretensión absurda.
Por otra parte la experiencia reciente deja en claro cuán riesgoso puede ser el género periodístico de la entrevista abierta cuando quien responde es nada menos que el Papa. ¿O nos olvidamos lo que ocurrió en noviembre de 2010 cuando fue presentado el libro-entrevista “Luz del mundo", las conversaciones de Benedicto XVI con el periodista alemán Peter Seewald?
La famosa frase del Joseph Ratzinger sobre el condón dio la vuelta al mundo. Mucha prensa secular advirtió en esas palabras una inminente apertura del líder católico en materia de moral sexual. Nada de eso, el tiempo se encargó de demostrarlo. Pero en aquella ocasión el manejo reduccionista de las palabras papales fue “ayudado” por la misma estructura comunicativa del Vaticano, que anticipó -en el diario “L’Osservatore Romano"- algunas respuestas sacadas de contexto.
La historia pareció repetirse con la entrevista a Francisco. De una manera sorprendente. La conversación de Benedicto con Seewald duró seis horas, el mismo tiempo que tomó la conversación de Bergoglio con Antonio Spadaro, director de la “Civiltà Cattolica". Un “deja vu” que parece dejar clara una cosa: siempre existirán quienes pretendan torcer las palabras del Papa según su conveniencia. Siempre. Entonces mejor que el Papa hable, al menos así todos podrán saber realmente qué piensa. Por escrito y sin filtros.
LA “REVOLUCIÓN” DE FRANCISCO APUNTA AL CORAZÓN DE LOS CATÓLICOS
El Comercio del Perú
El mundo católico se ha visto sacudido por la primera gran entrevista del Papa. Un texto que dio la vuelta al mundo por frases de gran efecto pronunciadas por Francisco sobre temas candentes como el homosexualismo, el aborto y los divorciados vueltos a casar. Pero más allá de la polémica mediática, en ese texto Francisco dejó en claro cuál es la Iglesia quiere y qué actitudes chocan de frente con el cristianismo.
La entrevista, de 29 páginas, incluyó un sinnúmero de temas. La prensa se centró en los más controvertidos y encontró en las palabras de Jorge Mario Bergoglio los trazos de una revolución doctrinal. Destacó, sobre todo, el lamento papal por una Iglesia “demasiado obsesionada” con el aborto y las uniones entre personas del mismo sexo. E interpretó eso como un cambio de paradigma.
Apenas 24 horas tardó la “desmentida", pronunciada por el mismo Francisco este viernes ante médicos católicos del mundo. Al menos en el caso del aborto, que el vicario de Cristo calificó como como una “injusta condena” contra los no nacidos.
Palabras que apaciguaron (de manera temporal) el naciente descontento en algunos sectores católicos pro-vida, que vieron en la entrevista una minimización de los llamados “valores no negociables” (defensa de la vida y matrimonio heterosexual, entre otros).
En Estados Unidos los obispos que se encuentran en una firme confrontación pública con el gobierno de Barack Obama por estos temas quedaron pietrificados por la entrevista y, sobre todo, por el uso político que podría darse a la misma.
A decir verdad el coloquio del Papa con el jesuita Antonio Spadaro, director de la revista “La Civiltà Cattolica", sacudió al mundo católico porque varios de sus pasajes metieron el dedo en la llaga de los problemas fundamentales que afronta la Iglesia hoy. En primer término la falta de misericordia y congruencia de sus fieles, que prefieren la seguridad de las doctrinas inamovibles al dinamismo de una relación espiritual basada en el amor.
“Francisco distingue el pecado del pecador. El pontífice aclara que los gay no son inferiores ni diversos de los demás: la decisión de cómo vivir la propia homosexualidad es parte del misterio de cada persona", aseguró este viernes Lucetta Scaraffia, historiadora.
La columnista del diario vaticano L’Osservatore Romano precisó que “es el mismo acercamiento de misericordia que Bergoglio tiene hacia las mujeres que interrumpen voluntariamente el embarazo o hacia las nuevas uniones. Distingue entre condena del pecado y misericordia hacia el pecador: su cristianismo no es un rígido puritanismo sin corazón. Cancela un moralismo rígido e insensible".
Para la mayoría de los observadores sensatos en Roma y otras partes del mundo resulta claro que el Papa no ha pretendido, en ningún modo, cambiar la doctrina católica. Aún así reconocen que sus afirmaciones resultaron incómodas.
Ante todo porque cuestionaron un tipo de catolicismo muy difundido y que el Papa parece aborrecer: el incongruente, aquel que pone a las reglas por encima de las personas. Un estilo religioso que convierte los confesionarios en “salas de tortura", que es manejado por los “clérigos de despacho” o los “obispos funcionarios” y de los cuales forman parte los fieles rigoristas, discriminadores, autosuficientes de la fe que creen tener todas las respuestas.
Todo ello está fuera de la Iglesia que sueña Francisco: próxima, cercana, que cure las heridas sin pedir explicaciones, que otorgue más poder a las mujeres, acoja concretamente a los divorciados vueltos a casar y vaya a lo esencial, el mensaje de Cristo.
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