“Dijo el Señor: ¿A quien se parecen los hombres de esta generación? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza que gritan a otros. “Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis”. Vino Juan el Bautista, que comía y bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre que come y bebe y decías: “Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores”. (Lc 7,31-35)
En el Perú celebramos la fiesta de San Juan Macías. Nosotros vamos a utilizar el calendario universal de la Iglesia.
Para lo que nos conviene siempre tenemos razones.
Eso es lo que Jesús nos quiere decir con esta comparación.
Cuando no queremos escuchar la verdad, “no se oye, Padre”.
Cuando no queremos encontrarnos con alguien, “no me he dado cuenta”.
Cuando no queremos ver el sufrimiento ajeno, “la verdad que no lo sabía”.
Cuando no queremos escuchar a Dios, “estoy tan ocupado que no tengo tiempo”.
Cuando no queremos cambiar, “yo me siento bien”.
Cuando alguien nos pide un favor, “perdona pero estoy ocupado”.
Nuestra mejor salida para no escuchar a Dios que nos llama, la tenemos siempre a punto: no yo estoy para esas cosas.
Nuestra mejor respuesta para no comprometernos a fondo con el Evangelio, “es que yo no quiero ser fundamentalista”.
Nuestra mejor respuesta cuando se nos habla del perdón, “es que llevo la herida dentro porque nos hizo mucho daño”.
Nuestra mejor respuesta cuando se nos pide que nos confesemos, “yo no creo en los curas”.
Nuestra mejor respuesta cuando se nos pide que creamos a la Iglesia, “la Iglesia tiene mucha hipocresía, ya estás viendo los trapos que están sacando”.
Cuando se nos pide ir a Misa, “tengo que descansar porque trabajo mucho durante la semana”.
Y a nadie debe extrañarle, Jesús se daba cuenta perfectamente de nuestras resistencias:
“Vino Juan que no comía y bebía” y dijisteis que “tenía un demonio”.
“Viene el Hijo del hombre que come y bebe” y decís “que es un comilón y un borracho”.
Es que cuando no nos interesa la verdad:
Nos escudamos en lo que sea.
Buscamos explicaciones a todo.
Tratamos de justificarnos en todo.
Lo que dice la parábola de los niños en la plaza:
“Si tocamos la flauta”, no bailáis.
“Si tocamos lamentaciones”, no lloráis.
Todo es cuestión de cuán abiertos estamos a la verdad.
De cuán abiertos estamos a la llamada de Dios.
De cuán abiertos estamos a la noticia del Evangelio.
De qué interés tenemos para cambiar.
¿Qué queremos justificar nuestras aventuras extramatrimoniales?
La respuesta está ahí: no es más que una aventura.
Además mi esposa no responde.
Y luego todo el mundo lo hace.
¿Qué queremos declararnos gnósticos o no creyentes?
Es que hoy la fe está pasada de moda.
Y además yo veo demasiado fundamentalismo.
Y luego ya ves cómo viven los cristianos.
Es decir:
Ni nos convence la austeridad de Juan, que tenía un demonio.
Ni nos convence Jesús, que es un “comilón y bebedor”.
Si nos hablan de austeridad mal.
Si nos hablan de una vida normal, peor.
Lo importante es que nos dejen libres y no nos compliquen la vida.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C Tagged: coherencia, conveniencia, evangelio, exigencia, hipocresía, indiferencia, testimonio
Publicar un comentario