Cosas que fácilmente te puedes encontrar en el campo si no llevas insecticida






















Hoy al regresar a Alcalá de celebrar misa en Cobeña, me he equivocado de carretera, yéndome hacia Ajalvir. Al percatarme, como no había cuneta en esa carretera tan estrecha, me he metido en un camino marcha atrás con la intencíon de cambiar de sentido.

Pero he calculado mal y una rueda se ha salido de la entrada del camino. He descendido del coche y he visto, con preocupación, que una rueda había quedado al aire en un socavón muy grande del que no me había dado cuenta que estaba allí. Di gracias a Dios, porque si al principio llego a ir hacia atrás diez centímetros más, mi coche hubiera volcado. Así de grande era aquel agujero, que no sé qué hacía allí en el campo. Aquello se suponía que era un trigal segado o algo así. Pero no, allí había un agujero. Y bien grande.


El asunto era peligroso. Si quitaba el freno de mano y una de las ruedas delanteras no pisaba bien el firme, corría riesgo de irme hacia atrás del todo.


Estaba en mitad del campo. Pero andando me he dirigido hacia un coche de la Guardia Civil que estaba a cinco minutos, que había visto al pasar antes. Les he pedido que si se podían poner detrás con su coche, tocando mi parachoques con el suyo. Así no tendría peligro ninguno. Pero me han dicho que no podían abandonar el lugar que iban a hacer tests de alcoholemia y que no podían correr el peligro de que su vehículo sufriera ningún daño.


Amablemente le he insistido en que ningún daño podía venir de que su parachoques se limitara a tocar el mío. No tenía ni que empujar. Pero el joven agente se ha mostrado pétreo en su voluntad de no ayudar a un coche en apuros en mitad del campo.


Menos mal que un buen hombre que pasaba por allí, sin ni siquiera pedírselo, ha hecho lo que el agente no ha querido. Y lo he sacado sin ningún peligro.


Quiero dejar constancia de que ese agente no me ha ayudado no porque no pudiera, sino porque tenía la cantinela en su mente de que ellos no están para hacer de grua, ni de mecánicos. Pero allí simplemente se trataba de ayudar a alguien. Daba lo mismo si él era bombero o panadero. Era alguien que en mitad del campo le ha pedido una ayuda mínima. Algo que cualquier ser humano hubiera hecho por simple sentido común, diga lo que diga un reglamento que de ningún modo le impedía ayudar a alguien que se lo pedía.



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