agosto 2013



La primera lectura de hoy (domingo 22 del tiempo ordinario, ciclo c) invita a proceder con humildad en la vida. De lo mismo habla Jesús, que denuncia nuestros deseos de ser tenidos en cuenta y respetados, de buscar primeros puestos y otras vanidades. Todo lo contrario que el Hijo del Hombre, que "se despojó de su rango, pasando por uno de tantos" y que "no vino a ser servido, sino a servir".



La humildad no consiste en autodespreciarse diciendo: "no valgo nada, soy una basura" o cosas similares. Santa Teresa de Jesús decía que "la humildad es andar en verdad" (6M 10,7). Ni más, ni menos: reconocer sencillamente las propias capacidades como recibidas de Dios y también aceptar con sencillez las propias limitaciones sin amargarse por ello.



Nadie ha explicado esta intuición de santa Teresa como san Juan de la Cruz que, hablando con Cristo, le dice:
No quieras despreciarme,

que si color moreno en mí hallaste

ya bien puedes mirarme

después que me miraste,

que gracia y hermosura en mí dejaste.





En la antigüedad ser moreno era sinónimo de ser pobre (trabajar al aire abierto, que quemaba la piel). Así lo encontramos en el Cantar de los Cantares, en el que la esposa se lamenta de que ha tenido que cuidar los rebaños de sus hermanos y no ha podido cuidarse a sí misma, por lo que es morena, aunque conserva rastros de su hermosura marchitada.



San Juan dice que todos somos morenos ante Dios: pobres, sin méritos, necesitados de su misericordia. Pero es su mirada de amor la que nos embellece y nos dignifica.



Esto es la humildad: reconocer que nuestras obras no valen nada ante Dios, pero también que hemos recibido gracia y hermosura de su mirada amorosa... El Señor nos conceda la verdadera humildad. Amén.

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Aprovechando la hermosa fiesta de la Virgen del Roble en su ermita, hemos celebrado los 50 años de sacerdocio de Don José María Alonso. Que ha dirigido una sentida homilía al pueblo, llena de contenido, afecto y hermosos recuerdos de estos intensos años de ministerio. También ha hecho una llamada a los jóvenes para que se animen a seguir tan hermosa vocación.


Aunque no había nada previsto hemos improvisado un sentido canto de cumpleaños con un fortísimo aplauso, que ha dejado totalmente conmovido a nustro párroco. En la foto aparece, aún con emoción, ante la Virgen del Roble, rodeado de la feligresía. ¡Felicidades... y que cumplas muchos más!









Nos encontramos en Pamplona hace poco más de un mes. Yo estaba a la espera de que me llamaran para una consulta médica en la Clínica Universitaria y me entretenía leyendo el periódico. De pronto noté que alguien se sentaba a mi lado y trataba de leer lo mismo que yo apoyando la barbilla en mi hombro.




―¡Patxi!




Tenía la misma cara de niño.




―¡Cuánto tiempo…!




―Cuatro días, no exageres ―me contestó―. Nos vimos hace…, no llega ni a diez años.




En tres minutos me puso al día. Se había jubilado, sin júbilo, como profesor de la Universidad y tenía más trabajo que nunca. Me dijo que estaba muy bien de salud, "como una rosa con cataratas" y que iba a visitar a don Carmelo, un sacerdote anciano e ilustre canonista, que estaba ingresado en la clínica.




―Dentro de unos días cumpliré 30 años de sacerdote.




―Eres un chiquillo ―le contesté―; yo cumplo 44 a fin de mes.




Me preguntó por mi madre; me recordó los años de Barcelona cuando jugábamos a ser periodistas en la revista “Diagonal”; me habló de cinco o seis amigos de aquella época y se fue a toda velocidad después de encadenar un par de chistes que ya he olvidado.




Hoy me entero de que Don Francisco Domingo Uriarte ―Patxi― acaba de fallecer repentinamente. Esta mañana se ha celebrado su Funeral en el Colegio Mayor Aralar.




Patxi y yo éramos de la misma edad, pero siempre pensé que él era más joven, y no sólo por su cara de niño. Me asombraba su carácter jovial, sus reflejos para gastar una broma al hilo de la conversación más solemne; su espíritu deportivo, su extraordinaria memoria que recordaba todo lo bueno y olvidaba lo malo. Y esa sorprenderse habilidad para crear la figura de papel que uno le pidiera con un pedazo de periódico.




Me resulta difícil pensar en Patxi sin sonreír. Fue un gran cura: “la alegría de la casa”. ¿Qué más puedo decir? ¿Qué más se puede pedir de un cura?





El viernes 30 de agosto fue presentada al Papa la Fundación intitulada al Cardenal Carlo Maria Martini, jesuita, insigne biblista, ex arzobispo de Milán. La iniciativa tuvo lugar con ocasión del Primer aniversario de la muerte del purpurado. De esta fundación forman parte la Provincia italiana de la Compañía de Jesús y la familia Martini. La memoria de los padres es un acto de justicia, dijo Francisco. "Y Martini ha sido un padre para toda la Iglesia. En el discurso dirigido a los representantes de la Fundación, el Papa recordó asimismo el papel del padre Carlo Maria Martini cuando los jesuitas, en 1974, profundizaron la relación entre fe y justicia. Y recordó con gran gratitud y estima su figura d ...

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Homilía para el XXII domingo durante el año C


Todo el capítulo 14 de san Lucas está dedicado a lo que podríamos llamar las “conversaciones de mesa ” de Jesús. Estas “conversaciones de mesa”, aunque son propias del Evangelio de Lucas, la mesa en tiempo de Jesús era un lugar importante para expresar opinión o enseñanza, según se infiere de este género literario. Uno es invitado a una comida y, como todos los otros huéspedes, de a uno, cada invitado ofrece una reflexión o da una enseñanza. En este caso, Jesús, aborda dos cuestiones en relación a un banquete: la elección de los lugares y la elección de los invitados. Su enseñanza sobre la elección de los lugares está dirigida a todos los invitados presentes y la de la elección de los huéspedes está dirigida al anfitrión. Cuando leemos los Evangelios , podemos considerar que somos a la vez tanto el anfitrión como los invitados, las dos enseñanzas son para todos nosotros . La primera es una llamada a la humildad , la segunda a la generosa y desinteresada hospitalidad.


La humildad ya fue objeto de la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico: “Hijo mío, haz todo con humildad, y serás más amado que un benefactor.” ¿Qué es la humildad? No consiste en el hecho de estar constantemente pidiendo disculpas y admitir que nos equivocamos. Estos son sin duda signos de humildad, pero no son la esencia de la humildad, porque Jesús nunca se disculpó y él nunca admitió mal -y por una buena razón, y sin embargo, dijo: «aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón».


Entonces, ¿qué es esta humildad de Jesús? Consiste en el hecho de haber bajado para ser puesto al servicio de todos. Esta es la verdadera humildad , que no consiste en el teatro o gestos simbólicos. Se trata simplemente de servir a los demás en las cosas más ordinarias de la vida cotidiana. Es por eso que el orgullo – lo opuesto a la humildad – es el deseo de que los demás estén a nuestro servicio. Tomar el último lugar es, precisamente, servir a los demás , y se quiere tomar el primer lugar para ser servido por otros.


La segunda enseñanza de Jesús – sobre la hospitalidad – es igualmente importante. Las personas a las que estamos dispuestos a servir no deben ser solo personas interesantes con las que nos sentimos a gusto cuando las encontramos, y que también nos pueden, a su vez, ayudar a conseguir un buen trabajo o evitar que paguemos una multa. Debemos invitar -y por lo tanto servir- sobre todo: «a los pobres , a los lisiados , a los cojos , a los ciegos», dice Jesús.


La enseñanza de Jesús está dirigida a todos. También se aplica a los grupos: familias , comunidades y naciones . No podemos enumerar todas las guerras y los conflictos que ensangrientan la humanidad hoy en día . Estos conflictos nacen siempre del deseo de un grupo de agarrar el primer lugar en el banquete, a menudo negando a otros el derecho de ser parte de ese banquete común. Fíjense si no en la declaración del presidente de Estados Unidos, que dice reservarse el derecho a intervenir en Siria según los “intereses” de su país.


Vivimos en una sociedad competitiva . Los padres quieren que su hijo sea el primero en clase, ¡aún pegándole a una maestra por una mala nota, hija y madre!; se desea la medalla de oro en los Juegos Olímpicos, se aspira a un mejor trabajo, una mejor posición en la sociedad. En realidad no hay nada malo en ello. Esto puede ayudar a desarrollar lo mejor de nosotros mismos. Pero la humildad es reconocer que nuestro valor personal no reside en nada de esto, sino sólo únicamente en la calidad de nuestra relación con Dios y con los demás, servir a Dios y servir a los demás.









Martirologio Romano: En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros socios de san Pedro Nolasco en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos (+1240 dC).



Ramón Nonato (Portell, 1204 - Cardona, 31 de agosto de 1240),1 religioso mercedario, fue un santo nacido en un pueblo de la antigua Corona de Aragón que, actualmente, forma parte de Cataluña, en España. Su epíteto nonnatus (en latín: no nacido) se deriva de haber sido extraído del útero de su madre por cesárea después de que ella hubiera fallecido.1 Es el santo patrón de los partos, matronas, niños, embarazadas y personas acusadas falsamente.



Nació en Portell, comarca de La Segarra, entonces perteneciente a la diócesis de Urgel y, desde 1593, a la diócesis de Solsona. Se hizo miembro de la orden de los Mercedarios, fundada por San Pedro Nolasco para el rescate de cautivos católicos en manos de musulmanes del Norte de África. Se ordenó presbítero en 1222, y luego fue superior en varias comunidades de la Orden de la Merced. Como redentor de cautivos viajó al norte de África, pagó rescate por varios prisioneros y, siguiendo el cuarto voto de estos religiosos, cuando se agotó el dinero que llevaba, se quedó como rehén a cambio de la liberación de otro cristiano.



Estando cautivo, sus carceleros musulmanes lo martirizaron perforando sus labios con hierro candente para colocarle un cerrojo en su boca e impedir su prédica. Fue rescatado por su orden y en 1239 retorna a España.



El Papa Gregorio IX lo nombró cardenal pero, de camino a Roma, fallece en Cardona. Muchos milagros le fueron atribuidos antes y después de su muerte.



Fue canonizado por el papa Alejandro VII en 1657, celebrándose su festividad el 31 de agosto. Aunque su fiesta era de ámbito universal desde 1681, con la reforma del calendario fue reducida a culto local a partir de 1969.


Valiéndose de una parábola, el Señor nos instruye acerca de la humildad: “todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11). No se refiere Jesús, de modo principal, a la necesidad de ser conscientes de las propias limitaciones. Este autoconocimiento – siempre oportuno – no define la especificidad cristiana de la humildad. El criterio de la humildad, su norma, es mucho más alto; es la propia figura de Jesús: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,19).


Según la traducción griega de la Biblia – la llamada versión de los Setenta - , el humilde – “tapeinós”- es aquel que se siente pobre ante Dios y, en consecuencia, es manso – “praús” - ; es decir, inclinado hacia el prójimo. En Jesús se personifican estas dos actitudes: la obediencia a la voluntad del Padre y la entrega generosa en favor de los hombres. De este modo refleja el mismo ser de Dios.


San Pablo nos ayuda a profundizar en el significado de la humildad de Jesús en el himno de la Carta a los Filipenses: “siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres” (Flp 2,6-7). Jesús se humilla ante el Padre “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2,8). De esta obediencia brota su mansedumbre; su compasión y su servicio en favor nuestro: “Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades” (cf Mt 8,17).


La humildad de Dios es equivalente a la generosidad de su amor. San Pablo lo expresa, de otro modo, en el himno a la caridad: “La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13,4-7). Cada una de las afirmaciones sobre la caridad constituyen rasgos definitorios de la humildad divina reflejada en la vida de Jesús: Él – Dios – “todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.





El seguimiento de Cristo consiste en la identificación con Él; en hacer nuestras – dejando obrar al Espíritu Santo – su humildad y su mansedumbre. San Buenaventura habla de dos tipos de humildad que han de estar presentes en el cristiano – y, en realidad, en todo hombre - : la “humilitas veritatis” y la “humilitas severitatis”. La “humildad de la verdad” nos lleva a reconocernos como criaturas ante Dios: Él es Todo y nosotros, ante Él, somos nada; ya que, sin Él, no seríamos. “La humildad de la severidad” nos empuja a reconocer nuestros límites: Dios es la Bondad infinita; nosotros somos pecadores.


Este doble reconocimiento, lejos de humillarnos, nos enaltece. Dios nos llama desde nuestra nada y desde nuestra miseria, y nos invita a sentarnos a su mesa, para participar del banquete de su amor y de su salvación. Este banquete – símbolo del Reino de los cielos – se anticipa sacramentalmente en la Eucaristía, donde Jesús, el Mediador de la nueva alianza (cf Hb 12,24) nos pone en comunicación con Dios y con toda la Iglesia del cielo. De la Eucaristía mana la fuerza que nos empuja a invitar a los pobres, pues pregustamos ya, en la Comunión, la recompensa de hacer el bien sin buscar recompensas.


Guillermo Juan Morado.



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Cristiana virtud es la prudencia, que nos hace ser comedidos a la hora de tomar decisiones, emitir juicios y sopesar realidades. Seis meses con el papa Francisco. Hubo quienes desde su aparición en la logia de San Pedro entendieron que la prudencia no era necesaria y lanzaron todas sus mediáticas campanas al vuelo saludando la tan soñada revolución eclesial que por fin daría rienda a tantas fallidas ilusiones.


El ínclito P. Ángel soñaba con que Francisco fuera el primer papa en ordenar sacerdote a una mujer. Lástima que el mismo Francisco haya recordado que es cuestión cerrada y que pierdan toda esperanza. Nos han contado por activa y por pasiva, aún queda la perifrástica, que por fin había llegado el final de la nefasta influencia de Opus y Legionarios de Cristo para dar paso a una Iglesia más libre, más liberadora, cercana a los pobres y desvalidos. Qué buen tino. Para las finanzas de la Santa Sede, un sacerdote del Opus Dei. Para el gobierno de la Ciudad del vaticano acabamos de enterarnos que un legionario de Cristo. Pues menos mal que se iba a terminar su influencia.




¿Y en otros temas de actualidad, de esos que siempre se pretende sacar de madre? Pues resulta que el papa ha dicho que él cree lo que cree la Iglesia. Vaya. Escasito el cambio.


Gente también hubo que ante el nuevo papa dijo: bien venido el papa, sea Bergoglio, Ratzinger, Wojtila, Luciani, Montini o Roncalli. Es el papa, es el vicario de Cristo y no hay más que hablar del peluquín. Y en cuanto a lo que puede esperarse, pues se sigue esperando en la confianza en Cristo que no abandona a su Iglesia. Y no hay más que decir.


Es curioso que gente que se las da de conocer tan extraordinariamente la vida de la Iglesia por dentro pudiera llegar a pensar que con Francisco se iba a poner todo patas arriba. No suele ser la forma de actuar del Espíritu Santo, que tiende a hacer lo que le da la gana pero dentro de un mínimo de lógica tendiente al anuncio fiel del Evangelio. Fue salir Francisco y comenzar los sueños: ordenación de la mujer, celibato opcional, derogación de la moral sexual, desaparición del Opus y los Legionarios, matrimonio homosexual… ¡Ay cuántos sueños!


Y te llega Francisco, recuerda que la doctrina de la Iglesia es la doctrina de la Iglesia, y te nombre nada menos que uno del Opus para el dinero y un legionario para gobernar la Ciudad del Vaticano. Si lo hubiera hecho el beato Juan Pablo II le hubieran acusado de echarse en manos de esta ”gente”. Pero lo ha hecho Francisco. ¿Y ahora qué?


Pues ahora queda eso de que “los sueños, sueños son”.





No conozco que Manuel Martín Ferrand haya dejado escritas y publicadas sus memorias. Desde ayer se repica en todos los medios informativos una voz monocorde: El fallecido era un maestro de periodistas. Es cierto.


Además, por eso digo lo de las memorias, un gran conocedor de los tiburones que se han movido en las empresas de comunicación en la España de la Transición.


Buen comensal, mejor conocedor de la cocina española, Martín Ferrand nos contó a un grupo de amigos el proceso del llamado “antenicidio”. Almorzábamos en el restaurante Juanito, en Baeza.


Un resumen de su intervención fue el siguiente:




Antes de la llegada al poder del socialismo español, tras la larga noche de la jefatura absoluta de Franco, se movieron los hilos para que el grupo Prisa apoyara desde todas sus terminales mediáticas a esa esperanza socialista de una España en plena Transición.


El imperio de Prisa entró en encumbrar a un socialismo, que había abjurado de sus principios marxistas, consiguiendo que en el otoño de 1982 obtuviera una mayoría tan absoluta en el parlamento que los dirigentes del partido estaban borrachos de gloria.


En otra parte, con otros mimbres, nació Antena 3 Radio, durante el mismo año. En ese barco montaron unos jóvenes periodistas desconocidos para el gran público español. El cabeza era Antonio Herrero. El muñidor fue Martín Ferrand que ahora ha fallecido.


En esa década el socialismo mostró sus mejores galas: introducir una ingeniería social en la educación, en la cultura, en las publicaciones, en la televisión nacional, en la justicia, en la medicina y en algunos cuartos oscuros de la propia Iglesia Católica.


Antena 3 y el grupo Prisa fueron los receptores de las primeras televisiones privadas, que quitaron el monopolio a televisión española.


Desde el grupo Antena 3, cuyo capitán era el fallecido Martín Ferrand, las críticas, las denuncias, la publicación de trapos sucios, y los mangoneos económicos del socialismo en el poder, saltaban todos los días a la radio y la televisión.


El imperio de Prisa tenía todos sus resortes colocados para tapar la boca a sus oponentes en los medios de comunicación. Los jefes del imperio compraron todas las emisoras locales de Antena 3 y luego las cerraron. En la existente en la ciudad donde resido, dirigía un programa de 15 minutos gratis, en la mañana del domingo, nunca olvidaré cómo tuve que salir sin despedirme de la audiencia. Comenzó el “antenicidio”.


Martín Ferrand y sus grandes comunicadores, encabezados por Antonio Herrero, entraron de cabeza por la puerta que les abría el padre Gago y don Bernardo Herráez en la Cope.


El maestro de periodistas que hoy recuerdo, el amigo Martín Ferrand que en paz descanse, nos contó con pelos y señales y nombres de los intervinientes en aquella oscura y horrenda operación contra la libertad de expresión y de comunicación, urdida en las negras logias, en las moquetas de los despachos y aplaudidas por los gobernantes en el poder de aquellos años.


Vuelvo al comienzo. Si Martín Ferrand ha escrito sus memorias y salen publicadas alguna vez saldrá polvo de lo mojado. Esperemos acontecimientos.


Descanse en paz Manuel Martín Ferrand. Ruego una sentida oración por su alma.


Con este post me despido. Mañana inicio el mes de Ejercicios Espirituales que anuncié hace unos días. Como dice el Papa Francisco: Recen por mí. Dios se lo pagará.


Tomás de la Torre Lendínez



Domingo 22 Tiempo Ordinario – C


El Evangelio de hoy nos manifiesta que es peligroso invitar a Jesús a una comida.

Diera la impresión:

De que en vez de ir a comer, va a espiar.

De que en vez de ir a comer, va a juzgar a los comensales.

De que en vez de ir a comer, va a llamar la atención a quien le invita.

Jesús es un invitado peligroso.

Como peligroso es su Evangelio.

Es precisamente en las comidas que Jesús nos lanza unos petardos que nos dejan a todos fuera de juego.


Hay dos temas fundamentales:

Actitud de los invitados.

A quienes invitamos.


Prefiero quedarme con los segundos porque es posiblemente lo que más nos duele.

Y a la vez son posiblemente los que mejor ponen de manifiesto las preferencias de Jesús.

Y son posiblemente los que mejor revelan la esencia del Evangelio.

“Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.



Hoy le ponemos precio a todo.

Hoy lo cobramos y pagamos todo.

La gratuidad no suele ser precisamente lo que nos distingue.

La gratuidad es la virtud que distingue a Dios.

El interés y el precio y la correspondencia es la virtud que distingue a los hombres.

Claro si a esto le queremos llamar “virtud”.


Pero si la gratuidad nos resulta difícil, más difícil nos resulta “a quienes solemos invitar”.

Quisiera saber cuántas tarjetas de invitación reciben los pobres, los lisiados, cojos y ciegos.

No creo que las imprentas hagan mucho negocio imprimiendo a este tipo de personas.

Debo confesar que tampoco he visto demasiadas invitaciones de estas en mis comunidades.

No sé cuántas invitaciones de estas harán los Obispos, los Párrocos.

Por mucho que nos duela, “el tema de los pobres se nos atraganta”.

Por mucho que nos duela, “el tema de los pobres no es algo que hemos

digerido”.

Y no sé hasta dónde la Iglesia considera como “bienaventuranza” esta invitación.

“Dichoso tú, porque no pueden pagarte”.


¿Recuerdan la Iglesia luego de terminado el Concilio Vaticano II?

¿Recuerdan la Asamblea General del CELAM de Medellín en l968?

¿Y recuerdan cuando comenzó a sonar por ahí la música de la “teología de la liberación”?

Entonces resonaba por todas partes la frase “opción preferencial por los pobres”.

Como si recién descubriésemos el verdadero Evangelio.

Como si recién sintiésemos como Jesús cuyo distintivo era “me ha enviado a evangelizar a los pobres”.


Pero ¡qué pronto llegaron las sospechas!

La teología de la liberación era un marxismo camuflado de Evangelio.

La teología de la liberación que hablaba de Dios desde los pobres y trataba de hablar de Dios a los pobres, cayó en la sospecha de la Iglesia.

Que pudo haber afirmaciones no siempre demasiado exactas, tal vez, pero no tengo duda de que fue un aldabonazo que despertó nuestras conciencias.

Y nuestra pastoral volvió a dormirse en la butaca del consumismo y del bienestar.

Y nuestra pastoral volvió a dormirse en vez de arriesgarse y decidir caminar por otros caminos.


A veces me pregunto:

Si era miedo al peligro de la ortodoxia y era el miedo al cambio que esto implicaba.

Si era el miedo a los errores teológicos o el miedo al “evangelio de los pobres”

Si era el miedo a los errores doctrinales o era miedo a que se manchasen nuestros manteles.


Señor: confieso que nunca he tenido la tentación de sentarme en los primeros puestos cuando he sido invitado.

Señor: sí tengo que confesarte que mis invitados no son precisamente esos que tú invitas y nadie invita.

Señor, ¿serán los pobres los invitados de la Iglesia?


Clemente Sobrado C. P.




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El video de hoy nos cuenta la historia de la Iglesia en Siria. Su origen lo podemos leer en los Hechos de los Apóstoles:



“Los que se habían dispersado durante la persecución que se desató a causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y anunciaban la Palabra únicamente a los judíos. Sin embargo, había entre ellos algunos hombres originarios de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, también anunciaron a los paganos la Buena Noticia del Señor Jesús. La mano del Señor los acompañaba y muchos creyeron y se convirtieron. Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía.


Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme. Bernabé era un hombre bondadoso, lleno de Espíritu Santo y de mucha fe. Y una multitud adhirió al Señor. Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de «cristianos».” (Hch 11,19-26 )



Los invito a ver este video donde nos presenta las características particulares de este Patriarcado:



Hoy es tierra donde predominan los musulmanes. Pero su historia de fe es muy rica. Este artículo sobre “La Iglesia Siria de Antioquía” del P. Ignacio Peña es muy interesante. Los invito a leerlo. Y recemos por la paz en la tierra de nuestros hermanos en la fe que ya están viviendo la guerra interna y están al borde de que “el gran país del norte” le mande bombas y misiles.


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(Cfr. www.almudi.org)





Rompiendo el silencio


Ficha técnica



  • Autor: Esperanza Puente

  • Editorial: Libros Libres

  • Encuadernación: Rústica






Rompiendo el silencio


de Esperanza Puente


Testimonios de mujeres que sufrieron un aborto provocado.







17,00 €



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  • Recomendación de Criteria



Las víctimas del Síndrome Post aborto a menudo niegan haber padecido abortos, debido a la culpa y a la depresión asociadas con ello. Esto hace que la documentación del también conocido como Síndrome de Estrés Post Traumático sea muy difícil de encontrar. Los síntomas varían, desde una depresión leve hasta pensamientos suicidas, y podría también estar asociado a otros comportamientos emocionales como trastornos alimenticios, abuso de alcohol y drogas y autocastigo. Millones de mujeres han tenido abortos solo para descubrir un dilema emocional que no se va. El Síndrome Post Aborto puede afectar tanto a hombres como a mujeres. El Síndrome Post Aborto puede afectar tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, Hasta la aparición de este libro de Esperanza Puente, no existía en castellano un testimonio que abordara con claridad la perspectiva y reflexiones de una mujer después de haber abortado. ¿Por qué lo hizo? ¿En qué situación personal se encontraba? ¿Qué consecuencias tuvo en su vida y qué valoración le merece como mujer el aborto? Rompiendo el Silencio ofrece, además, la experiencia de otras mujeres y hombres que también participaron en un aborto provocado. Se trata de vivencias en las que hasta ahora ha imperado el silencio incluso en el ámbito familiar. Pero constituyen un hecho que va cobrando cada vez más importancia en el debate sobre el aborto, la liberación de la mujer y el hecho de ser madre.


Sobre el autor

Esperanza Puente

abortó hace hoy quince años, y desde hace cinco dedica todo su tiempo a ayudar a mujeres que han pasado por lo mismo que ella y a participar en congresos a nivel nacional e internacional. Ha contado su testimonio ante todo tipo de públicos, desde colegios e institutos, hasta universidades, foros médicos y la mismísima Organización de las Naciones Unidas.














"Amigo mío, siendo ateniense, de la ciudad más grande y con mayor prestigio de sabiduría y poder ¿no te da vergüenza vivir pensando sólo en cómo conseguir más riqueza, fama y honor, y en cambio no interesarte por la sabiduría, la verdad y el cómo mejorar tu alma?" (Apología de Sócrates)



Por otro lado, Buda piensa que el origen del sufrimiento está en la sed que provocan los deseos de placer y de bienes pasajeros, y que ese sufrimiento desaparece en la medida en que se alcanza el autoconocimiento, el control interior y el comportamiento amable con todas las criaturas.



El cristianismo completa esta sabiduría proponiendo una lucha interior que conduce a amar bien a Dios y a los demás. El cristianismo invita a no "crearse necesidades" y así ser más libre para centrarse en lo realmente importante.



“Menos es más” decía el famoso arquitecto Niels van der Rohecomo lema de su arte sobrio. Quizá pueda ser un buen lema para nuestra vida también...




El director espiritual te ayuda a crecer en la fe y en la esperanza, que provienen de Dios y conducen a Dios. El "coach" te ayuda a aumentar la fe y la esperanza en ti mismo (no en Dios, evidentemente) para lograr, no tu salvación, sino la de tu empresa..

Autor: Pedro Luis Llera Vázquez | Fuente: Catholic.net





Hoy he empezado a recibir un curso de "coaching educativo": nada más y nada menos. Una insigne y brillante profesional del tema nos está introduciendo en las bondades de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional, las emociones y los sentimientos, las conexiones neuronales y las partes de nuestro cerebro. Ciertamente apasionante.



Hace no muchos años, cuando a uno se le moría su padre o su hijo, recurría al consuelo espiritual que te proporcionaba la fe y un sacerdote iba a tu casa o ibas tú a la iglesia y el cura te confortaba con la esperanza que proviene de la fe en Dios. Ahora, cuando ocurre una desgracia, un equipo de psicólogos acude al lugar de la tragedia y te habla de asertividad y resiliencia para que seamos capaces de expresar adecuadamente nuestras emociones y además podamos sobreponernos al trauma. Pues bien, el "coaching" es como la dirección espiritual de toda la vida, pero en laico. Me explico. Un director espiritual te guía y te ayuda a crecer en santidad para que uno pueda discernir lo que Dios quiere de ti en cada momento de tu vida y poder responder adecuadamente, buscando siempre la salvación de tu alma y la vida eterna. El director espiritual te ayuda a crecer en la fe y en la esperanza, que provienen de Dios y conducen a Dios. El "coach" te ayuda a aumentar la fe y la esperanza en ti mismo (no en Dios, evidentemente: hasta ahí podíamos llegar... Dios se escapa de los parámetros científicos de la psicología y la neurología) para lograr, no tu salvación, sino la de tu empresa; el director espiritual te invita a vivir la fe en comunidad; el coach, a formar equipo para trabajar más y mejor. Fantástico. Es lo de toda la vida, pero en su versión materialista cientificista. O sea, sin Dios.



Pues bien. Al final de la primera sesión, nuestra ilustre ponente - ciertamente una señora simpática y competente - nos dejó una pregunta inquietante en el aire: ¿Cuál es nuestro proyecto de vida? ¿Nos hemos planteado alguna vez por qué estamos aquí, para qué y cuál es el sentido de nuestra vida?



¡Pues bueno soy yo para eso...! Así que me dispongo a responder. Y sé que lo que voy a escribir le resultará escandaloso a mucha gente. Me importa un bledo lo que piense nadie. Hoy, como siempre, proclamar la Buena Noticia resulta necedad para unos y escándalo para otros. Pero yo no estoy aquí para otra cosa que para alabar y dar gloria a Dios. Eso da sentido de mi vida: su "principio y fundamento". Dios me ha dado la vida por amor y para que yo lo ame a Él y ame a mis hermanos. Pero es imposible servir a Dios y contentar al mundo.



Yo, gracias a Dios, tengo fe y le pido al Señor que me aumente esa fe cada día. Sí. Yo creo en Dios. No en un dios cualquiera. Creo en el único Dios verdadero: Jesucristo. Creo en el Dios de la Iglesia Católica, que es una, santa, católica y apostólica. Creo en la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo. Por eso, quienes dicen que creen en Dios y rechazan a su Iglesia, mienten. Por eso, quienes se llaman católicos y desprecian al Papa o extienden doctrinas distintas a las del catecismo de la Iglesia, mienten. En realidad son lobos disfrazados de corderos, falsos profetas que trabajan para Satanás; hipócritas a quienes más les valdría colgarse una piedra al cuello y tirarse al mar, porque tendrán que rendir cuentas ante el Altísimo por sus engaños. Ningún santo se apartó nunca del verdadero Evangelio ni cuestionó nunca la autoridad del Santo Padre ni se erigió en profeta alternativo. Los santos se han caracterizado siempre por mantenerse fieles a Dios, unidos a la Iglesia y al sucesor de Pedro. Y atacar a la Iglesia, perseguirla o predicar doctrinas distintas del auténtico magisterio apostólico es perseguir al mismísimo Cristo Resucitado. Los enemigos de la Iglesia son enemigos de Dios mismo. Odian a la Iglesia y odian a Cristo. Yo creo en el Dios de la Iglesia clandestina china; en el Dios de las viejecitas que rezan el rosario en Corea del Norte mientras cuentan alubias sentadas en círculo, jugándose la vida; creo en el Dios de la Iglesia mártir de Pakistán y de Siria y de Egipto y de tantos países islámicos o comunistas que persiguen y asesinan a mis hermanos.



En mi vida y en la de mi familia, la presencia amorosa de Dios es tan evidente, tan tangible, tan palpable, que es imposible no creer en el Señor. Él me llamó y yo le seguí. Todo lo que tengo y lo que soy se lo debo a Cristo. Yo era un inútil, incapaz de hablar ni escribir ni entender nada. Pero el Señor es mi Maestro - el único "coach" verdadero - y se fijó en mí sin yo merecerlo y me enseñó y me abrió el entendimiento para que pueda proclamar su gloria. Él escoge y llama a los más torpes, a los más débiles, a los más necesitados, a los más pecadores, para que su gloria, su grandeza y su bondad resulten aún más evidentes. Tomás de Aquino, el doctor angélico, decía que había aprendido más rezando ante el Sagrario que en los libros. Lo suscribo. Hasta el punto de afirmar que la única sabiduría que me interesa es la que viene de la Cruz del Cristo, la que procede del Señor, muerto y resucitado. Toda la sabiduría de este mundo me parece basura al lado de Cristo.



El Señor no me quiso llamar al sacerdocio ni a la vida religiosa. Él sabrá por qué. Mi Dios me llamó a formar una familia y me regaló la vocación de maestro. Cristo quiso que yo fuera su testigo y que anunciara su Evangelio a los niños y jóvenes, educándolos en el amor, que es Él mismo. Y el propio Señor se ha ido encargando de llevarme y traerme por los caminos más insospechados para que yo pudiera llevar a cabo la misión que Él mismo me había encomendado. Desde luego, esos caminos nunca fueron mis caminos. Yo jamás habría sospechado los itinerarios que el Señor tenía y tiene misteriosamente reservados para mí. A mis cuarenta y nueve años ya ni me molesto en hacer planes: sólo confío en el Señor y, con toda paz, acepto en mí la Voluntad de mi Señor y sólo le pido que me dé fuerzas para decirle siempre que sí. "Señor: dame lo que pides y pide lo que quieras". Sólo tengo la certeza de que Dios me quiere. Sé en Quién he depositado mi confianza.



Maestro católico



En mi vocación como maestro católico han sido decisivos tres santos: San Ignacio de Loyola, San Juan Bautista de La Salle y Santo Tomás Moro.



De San Ignacio aprendí a optar por la Bandera de Cristo; aprendí que o se está con Cristo o contra Cristo; que no hay medias tintas ni componendas posibles; que debemos "sentir con la Iglesia" y anunciar el Evangelio sine glossa, unidos al Papa y a la Iglesia jerárquica, con humildad y obediencia. Cuando tú te crees más sabio y entendido que el Papa y todos los obispos juntos, la has fastidiado. La soberbia es el peor de los pecados. Y cuando hablamos de Dios, la última palabra es la de los Apóstoles y sus sucesores, con el Papa a la cabeza; y la de los santos que nos han precedido y dado ejemplo en la historia de la salvación. Pero cuando tú te crees más listo y más iluminado que el Papa, que los obispos y que todos los santos que en el mundo han sido, dejas de estar en comunión con la Iglesia; y por lo tanto, con Cristo. Y entonces empiezas a construir iglesias alternativas, irremediablemente condenadas a la esterilidad y a la nada. Porque el sarmiento que se desgaja de la Vid, no sirve para otra cosa que para arder en el fuego; pero no da fruto.



De San Juan Bautista de la Salle aprendí que la educación católica es un ministerio de la Iglesia; que los maestros somos ministros y embajadores de Cristo ante nuestros alumnos y que nuestra misión es conducir sus almas a Cristo para que se salven. Y que esa tarea sólo se puede hacer si estamos enraizados en Cristo y si permanecemos fieles a la sana y segura doctrina de la Iglesia. Pero si nos apartamos de Cristo, si nos inventamos doctrinas alternativas y pseudoproféticas, iglesias de los pobres enfrentadas dialécticamente con la Iglesia Jerárquica (que debe de ser, a entender de algunos, la de los ricos), y no permanecemos fieles a la única Iglesia de Cristo, todo se va al traste y dejamos de tener una escuela católica para ofrecer experimentos pedagógicos pintorescos y muy progresistas, pero abocados al fracaso más estrepitoso.



Y de Santo Tomás Moro aprendí que uno debe mantenerse fiel a la Iglesia y a Cristo hasta las últimas consecuencias: guste o no guste a los que mandan; aprendí que la Verdad no se debe adulterar para buscar el propio beneficio; que hay que estar dispuesto a perder cargos y sueldos y comodidades y hasta la propia vida, si fuera preciso, por fidelidad a Dios y a la Iglesia. Aprendí de él que la fe no se puede reducir al ámbito privado, sino que uno debe ser cristiano a tiempo completo. Aprendí que la fe tiene serias y trascendentales implicaciones en la vida pública, que es donde debemos dar la cara: incluso a riesgo de que nos la partan. A sir Tomas More le cortaron la cabeza. Aprendí de este mártir glorioso que uno no puede ser tibio; que no vale el "sí, pero..." Un católico no puede hacer apaños y militar en organizaciones que defienden el aborto, que comprenden y aceptan el divorcio y que prodigan toda clase de políticas inmorales. Benedicto XVI lo dejó muy claro cuando formuló los "principios no negociables": defensa de la vida, de la familia, de la libertad de educación y búsqueda del bien común. Esas son las líneas rojas para un católico en la vida pública por pura coherencia eucarística. Y no hay peros ni posibilismos ni medias tintas que valgan al respecto. O se está con Dios o con el mundo.



A parte del "coaching" de Cristo, los santos también nos brindan un ejemplo que nos ayuda a discernir el camino que conduce a la salvación, que es lo único que me importa, porque, en definitiva, es el único camino hacia la verdadera felicidad.



Padre de familia



En cuanto a mi vocación como seglar y padre de familia, el Señor puso en mi vida a una esposa a la que quiero tanto, que no hay palabras que puedan contener tanto amor. A buen seguro que hay mujeres más guapas, más atractivas, más listas, más simpáticas... Pero, parafraseando al genial Pedro Salinas, entre todas las gentes del mundo, sólo ella es ella. Después de veinte años de matrimonio, no la cambiaría por nada ni por nadie de este mundo. Ella es el amor de mi vida, mi compañera, mi cómplice, mi alegría, mi felicidad. No podría entender mi vida sin mi mujer porque ella y yo no somos dos personas que viven su vida en paralelo, sino que somos una sola carne y una sola vida, unidos por el amor de Dios, de un Dios que nos acompaña siempre y nos bendice cada día. Y aunque nuestra vida no haya sido precisamente un camino de rosas, nunca nos ha faltado la ayuda de la Santísima Providencia.



Yo no entiendo el divorcio, ni a los canallas que maltratan o matan a sus mujeres: ¡Cómo se puede ser tan malnacido! El divorcio, el adulterio, el engaño y la mentira son pecado: ¡Cómo no van a serlo! La infidelidad acaba con el amor y destruye al hombre y a la mujer. Y destroza la vida de los hijos. Pero el mundo vive de espaldas a Dios y no se entera de nada: está ciego y sordo. La gente que vive en los valores de este mundo busca la felicidad en el placer, en el bienestar, en el goce hedonista y acaba en la desesperación, en el nihilismo y en la muerte. La felicidad sólo se encuentra en el amor que viene de Dios.



Y de ese amor nacieron nuestros tres hijos maravillosos: tres auténticos regalos del Señor. Nuestros hijos son nuestra mejor aportación a este mundo, nuestra obra de arte: nuestra y de Dios. Con ellos, todo es más bueno y más hermoso. Los hijos te enseñan a amar. Cuando eres padre, entiendes cómo es Dios: cómo se puede amar hasta el extremo e incondicionalmente a alguien; cómo tus hijos son más importantes que nada ni nadie. La razón de ser de un padre es educar y amar a sus hijos, verlos crecer en estatura y en gracia de Dios. Eso también da sentido a mi vida.



Cuántos niños crecen sin padres porque éstos están demasiado ocupados en otras cosas más importantes, como ganar más dinero o labrarse impresionantes carreras profesionales. Abandonar a los hijos para trabajar y "vivir mejor" supone muchas veces destruir a los hijos. Vale más vivir con menos y tener tiempo para los hijos, que tenerlo todo y dejar a los hijos huérfanos y hambrientos de lo único imprescindible: el amor - y el tiempo - de sus padres. Un niño sin el amor de sus padres no puede crecer sano. El mundo está lleno de niños raquíticos de amor porque les falta la vitamina imprescindible para crecer y madurar. España está llena de niños desnutridos de cariño y de ternura porque para sus padres hay otras cosas más importantes, como realizarse a sí mismos. Se olvidan que lo único que te realiza es el amor a tus hijos. No hay otra carrera mejor ni otro bienestar mayor.



¿Cómo puede haber gente que no quiera a sus hijos? ¿Cómo es posible que una madre asesine a su propio hijo sin darle siquiera la oportunidad de nacer? Yo no puedo entender ni aceptar el aborto, que es un crimen abominable. Un hijo no es nunca una desgracia ni una maldición. Al contrario. Un hijo siempre es una bendición de Dios. Pero lo que está de moda es defender el derecho de la mujer a decidir si quiere o no tener a su hijo. Y llevarle la contraria al mundo supone la descalificación y que te señalen con el dedo como si fueras un fanático peligroso. Al mundo no le gusta que le digan la verdad, porque el mundo vive en la mentira. Pero Dios pedirá cuentas de cada gota de sangre de esos niños asesinados. Ya sé que vosotros no creéis que Dios exista. Ya sé que para vosotros no hay cielo ni infierno ni castigo ni condenación ni salvación: que para vosotros sólo somos carne destinada a la podredumbre. Pero os equivocáis. Yo sé que Dios está; que Dios es El Que Es; que el Señor es el creador de todo cuanto existe y que en Él vivimos, nos movemos y existimos. Pobres de vosotros los que anunciáis mentiras y predicáis la muerte.



La solución está en el Sagrario



El mundo quiere destruir a la familia porque el Príncipe de este Mundo quiere destruir al hombre. Y el hombre sin amor, sin Dios, se convierte en una bestia cruel capaz de los peores crímenes. Satanás nos dice que el amor es imposible, que no hay amor eterno, que el amor se acaba, que no existe otra cosa que sexo y placer. Y el mundo se lo cree. Por eso tanta gente vive sin sentido, sordos y ciegos al amor de Dios. Sólo Dios nos puede salvar de la desesperación, del sinsentido y de la muerte, si nos volvemos hacia Él y nos arrepentimos de corazón de todo cuanto nos aparta de su amor. En el mundo hay mucha corrupción, muchos ladrones, asesinos, violadores, pederastas; muchas mentiras, mucha desesperación. Vivimos tiempos de crisis, de parados y desahucios; de indignados y de sinvergüenzas. Y no se encuentran soluciones ni alternativas. Las ideologías son mentiras. Los partidos políticos y los sindicatos son sectas al servicio de su propio poder sin otro fin que enriquecer a sus dirigentes y a sus amiguetes.



¿Queréis soluciones? Mirad al Sagrario. Allí está Cristo: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Miradlo a Él, presente realmente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Si no nos convertimos a Cristo, seguiremos sumidos en la oscuridad del pecado. Cristo entregó su vida por amor, para salvarnos y perdonar nuestros pecados; dio su vida como víctima para que nosotros tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia. No hay esperanza fuera de Cristo. Por eso la llamada a la conversión es hoy más urgente que nunca. Los paraísos que prometen algunos y el Estado del Bienestar de otros no nos conducen más que a callejones sin salida: a la esclavitud, al sufrimiento y a la muerte. Sólo el amor de Dios y su misericordia puede realmente salvarnos de tanta inmundicia como nos rodea y tanto pecado como llevamos dentro de nosotros mismos; de tanta desesperación; de tanto pecado personal y de tanto mal social.



Seguir al mundo es entrar por la puerta ancha que conduce a la perdición. Comed, bebed, disfrutad de los placeres, buscaos a vosotros mismos y atended sólo a vuestro propio bienestar. Tenéis derecho al goce permanente. Haced lo que queráis, que nada es pecado. Todo está bien y todo vale. Dicen que el vitalismo dionisíaco es la única puerta para la felicidad. Pero Baco ofrece placeres y lo que te da, en cambio, es muerte y desesperación: el vómito y la náusea de la borrachera del sinsentido y de la nada.



Cristo es la puerta estrecha por la que es más complicado pasar. Seguir a Cristo es aceptar la renuncia a uno mismo; es aceptar la cruz, es renunciar a los halagos de la gente, a la riqueza fácil. A todos nos gusta que nos vean como triunfadores y que nos aplaudan pero no es ese nuestro camino: sólo a través de la cruz de Cristo llegaremos algún día a la plenitud de la vida eterna. Sólo el Amor puede dar sentido a nuestra vida. Sólo Cristo es nuestro Salvador y Señor. Seguir a Cristo supone ir a contracorriente. Hoy en día, lo que está bien visto es defender el matrimonio homosexual, el aborto y los planteamientos progresistas, liberales o socialistas; es más fácil ser muy liberal y relativista, porque entonces eres tolerante, políticamente correcto y te dan inmediatamente el carnet de demócrata. Y ser católico puede parecer que es decir siempre que no. Pero nuestros noes, en realidad, son un sí al Amor, a la Verdad y a la Vida. No se trata de ser aguafiestas que lo van prohibiendo todo. Al contrario: tenemos una gran noticia: que el pecado y la muerte ya han sido derrotados por Cristo; que la batalla con el mal y con la muerte ya se ha decido a favor del bien y de la vida. Nuestra noticia es que hay esperanza, que el amor ha triunfado ya sobre el odio y la desesperación.



Escuchadlo a Él. No a mí. Escuchemos al Señor que nos llama y nos espera con los brazos abiertos para acogernos y perdonarnos. Hay esperanza. Hay salidas. Podemos ser felices. Podemos amar y ser amados de verdad y para siempre. El Señor no quita nada y lo da todo. Miradlo a Él. Seguidlo a Él. Adoradlo. Unidos a Cristo, lo podemos todo. Él es nuestro Salvador. Confiad en Él. Tened fe. Pedídsela al Señor. Lo demás lo tendréis por añadidura.



Mi vida tiene sentido. Soy feliz viviendo mi vocación de maestro y de padre. Mi proyecto de vida es Cristo y, con la ayuda de su gracia y de su misericordia, alcanzar la santidad. A eso estamos llamados todos los bautizados.

Sólo Dios basta.

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Y no he podido asistir, por tener tareas parroquiales indelegables. Pero, de corazón, me uno a mis paisanos de Sorzano, subiendo espiritualmente a la ermita, a rezarle y cantarle a la Virgen, recordando a quienes se nos fueron y recibiendo al final el sabroso "bollo".


De todos modos, cuando termine mis tareas, me acercaré a Sorzano para compartir el "bollo" con mi familia y mis paisanos ¡Feliz fiesta de la Virgen del Roble".


La foto es de la ermita del Roble, sacada hace unos días en una de mis visitas.







El Diccionario de la Academia sólo admite el verbo “tunear” en la acepción, ya moribunda, de “hacer el tuno o el pillo, o comportarse como tal”. Nada dice del sentido más moderno de este término. “Tunear” significa personalizar una máquina ―un coche, una moto, un ordenador― para adaptar su aspecto externo a la personalidad de su dueño.




Los automóviles tuneados tienen, entre otras ventajas, una protección adicional contra ladrones. Ningún caco se atrevería a robar un automóvil de tres colores metalizados, con un par de cuernos de reno sobre el motor y guardabarros fosforescentes. Imposible ocultar a la policía un robo semejante.




Aunque la mayor parte de los tuneadores tienen un gusto mejorable y, con el debido respeto, podrían ser calificados de horteras urbanos sin curación posible, ellos suelen sentirse la mar de satisfechos con sus travesuras estéticas, especialmente en los automóviles.




Todo esto es conocido. El problema es que el “tuneo” está de moda y los tuneadores se están pasando. Ya no les basta con tunear la moto, el ordenata o la escopeta de caza. ¿Por qué no tunear et propio pellejo y adaptarlo a nuestro modo de ser?, se preguntan.




Así llegaron los tatuajes. No me refiero al tatuaje discreto, más o menos tradicional, de quien se pinta una mariposa en el hombro o un corazón con el nombre del amor de su vida. A mí estas cosas me conmueven. Hace años escribí en algún sitio que el tatuaje es lo único indisoluble que nos queda, después de haber trivializado el matrimonio con el divorcio exprés.



El tuneo epidérmico es otra cosa y renuncio a describirlo. Las fotografías son suficientemente expresivas. Hay miles como éstas en la red.




Ayer, en mi viaje de vuelta a Madrid, traía a mi lado otra pareja, como la de Ángel y Gorda, sólo que mucho más horterillas, los pobres. Les saqué un par de fotos, que no me atrevo a publicar, más que nada porque creo que necesitaría su autorización. Los dos se parecían en algo: eran feos de concurso. Ella, larguirucha y de nariz prominente, se había cortado el pelo al cero y conservaba sólo una trenza que le salía de lo alto del cráneo como el humo negro de una chimenea. Él, ligeramente estrábico, llevaba el pelo teñido de amarillo chillón.




Estoy mirando ahora mismo la fotografía que les saqué a traición y trato de encontrar un centímetro cuadrado de piel que no esté tuneado. Hay detalles divertidos: él, por ejemplo lleva un lápiz tatuado detrás de la oreja y un reloj de colores en la muñeca, que marca las 10 y diez.




Supongo que ninguno de los dos estaba contento con su piel; se veían feítos y trataron de arreglarlo en un ataque de adolescencia. Y es una pena, porque el reloj de la vida no está tatuado; sigue corriendo y, cuando menos lo piensen, se mirarán al espejo y verán solo un par de ancianos tuneados llenos de arrugas.






Hoy estoy feliz, felicísimo. He ido a mi consulta de la Seguridad Social hecho a la idea de que iba a salir de allí tomando una pastilla diaria contra el colesterol. Pero todo bien. Amnistía general. Todos los indicadores dentro de la normalidad.

Pero queda claro que mi familia por linea materna tiende a producir colesterol. Hay una propensión familiar. Contra eso no puedo hacer nada. No envié mis naves a luchar contra los elementos. Yo puedo decir, no puedo enviar mis naves a luchar contra la genética.


Esta felicidad de los análisis, en otro tiempo, bien la hubiera celebrado comprando en Telepizza una pizza mediana. Pero hoy me he limitado a comer ensalada como un conejo. Acompañando la ensalada cociné un insulso pescado blanco.


Pero no me importa nada el colesterol, mientras el azúcar se mantenga como hasta ahora. Otro aspecto positivo es que no he cambiado de graduación de gafas en más de veinte años. La graduación sigue completamente estable.


En fin, le doy gracias al Señor de que me mantenga sano hasta el día de hoy. No pocos, incluso, me dicen que me ven más joven. ¡Es que Roma me ha rejuvenecido! Aunque, fuera de bromas, lo que yo creo que más influye en mi aspecto juvenil y fresco son los muffins de chocolate blanco con arándanos que me tomo de postre.





Hoy estoy feliz, felicísimo. He ido a mi consulta de la Seguridad Social hecho a la idea de que iba a salir de allí tomando una pastilla diaria contra el colesterol. Pero todo bien. Amnistía general. Todos los indicadores dentro de la normalidad.

Pero queda claro que mi familia por linea materna tiende a producir colesterol. Hay una propensión familiar. Contra eso no puedo hacer nada. No envié mis naves a luchar contra los elementos. Yo puedo decir, no puedo enviar mis naves a luchar contra la genética.


Esta felicidad de los análisis, en otro tiempo, bien la hubiera celebrado comprando en Telepizza una pizza mediana. Pero hoy me he limitado a comer ensalada como un conejo. Acompañando la ensalada cociné un insulso pescado blanco.


Pero no me importa nada el colesterol, mientras el azúcar se mantenga como hasta ahora. Otro aspecto positivo es que no he cambiado de graduación de gafas en más de veinte años. La graduación sigue completamente estable.


En fin, le doy gracias al Señor de que me mantenga sano hasta el día de hoy. No pocos, incluso, me dicen que me ven más joven. ¡Es que Roma me ha rejuvenecido! Aunque, fuera de bromas, lo que yo creo que más influye en mi aspecto juvenil y fresco son los muffins de chocolate blanco con arándanos que me tomo de postre.



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