(231) El Jesús de Pagola –4



–Y dale con el Jesús de Pagola…


–Mientras siga vigente en Seminarios, noviciados, catequesis, predicaciones, Facultades, librerías religiosas, traducciones y demás, habrá que refutarlo de cuando en vez.



–La Congregación de la Doctrina de la Fe hizo por fin un dictamen sobre el Jesús de Pagola, que en una Nota hizo público la Conferencia Episcopal Española (8-III-2013), según ya vimos (228). La Congregación advierte que «las modificaciones aportadas por el Autor [en la 9ª ed. revisada-2008] representan un mejoramiento del texto, que, sin embargo, no son suficientes para resolver los problemas de fondo presentes en el mismo. Tales problemas fueron a su tiempo señalados por la “Nota de clarificación” que sobre la primera edición publicó la Comisión Episcopal de la Conferencia Episcopal Española [18-VI-2008]. Por tanto, no parece oportuno que se conceda el “imprimatur” a la nueva versión del libro “Jesús. Aproximación histórica”». Un mes después es publicada en PPC la 10ª edición del libro (IV-2013).



Las «modificaciones» principales del libro en las ediciones 9ª-10ª renovadas, se dan 1)–en la Presentación, que desarrolla más largamente (pgs. 5-20) que en las anteriores (pgs. 5-9) las intenciones y métodos del Autor; 2)–en el capítulo 15, que mantiene el mismo texto, pero cambia su título, Buscando a Jesús (449-462), titulado ahora Ahondando en la identidad de Jesús (457-490), y añade al texto una breve descripción de los cuatro Evangelios (460-473), que en ediciones anteriores aparecía, más breve aún, al final del capítulo 14 (436-439); y 3)–y por último, hay algunas «mejoras» del texto, por la modificación o supresión de algunas frases.



Suprime Pagola algunas de las frases más escandalosas de la primera versión de la obra (edics. 1ª-8ª), sobre las que quizá fuera advertido por la Congregación de la Fe, y que ya a comienzos de 2008 le refutábamos algunos en las recensiones críticas que publicamos, como también la misma Nota de clarificación. Por ejemplo, «Jesús ni pudo ni quiso poner en marcha una institución fuerte y bien organizada [la Iglesia], sino un movimiento curador que fuera transformando el mundo en una actitud de servicio y amor» (4ª ed.-292; quitada en 10ª-302). O bien, Jesús «en ningún momento manifiesta pretensión alguna de ser Dios» (4ª-379; quitada en 10ª-391). O bien, el «cuerpo glorioso» de Jesús, «no parece implicar necesariamente la revivificación del cuerpo que tenía en el momento de morir» (4ª-433; modificada, pero mantenida en la idea, porque indica que esa «continuidad» entre cuerpo temporal y glorioso era convicción procedente de «ambientes populares» (10ª-455). Frases como éstas y unas cuantas más –no muchas– son retiradas o suavizadas por Pagola en la edición revisada de su obra; pero como deja intacto el texto de la primera versión del libro (1ª-8ª edics.), viene a decir el actual lo mismo que las ediciones anteriores.



En todo caso, estas modificaciones y mejoras, como dice la Congregación de la Fe, «no son suficientes para resolver los problemas de fondo» señalados por la Comisión Episcopal de la Fe en su Nota de clarificación. Recordaré, pues, abreviado este documento, y comprobaremos que, efectivamente, «los problema de fondo» persisten en la 10ª edición del libro.


Nota de clarificación sobre el libro de José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica (PPC, Madrid 2007, 544 pp.), publicada por la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, con la autorización de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (18-VI-2008). La Nota distingue entre las cuestiones de método y las doctrinales. Los subrayados son míos.



1. Cuestiones metodológicas


a) Ruptura entre fe e investigación histórica


La Iglesia «ha creído y cree que los cuatro Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente hasta el día que fue levantado al cielo» (Vat. II, Dei Verbum 19)… «La historicidad del testimonio evangélico no queda alterada porque se haya realizado con aquella “crecida inteligencia” nacida de la Pascua, pues los autores sagrados, aún dejando su impronta, “siempre nos comunican la verdad sincera acerca de Jesús» (ib. 19).


Sin embargo, «parece sugerirse que para reconstruir la figura histórica de Jesús haya que prescindir de la fe, bien porque la lectura creyente de la historia sea simplemente una más entre otras posibles, bien porque se piense que la fe conduce a una deformación de la historia»… Pero «quien prescinde de la fe apostólica se cierra a una auténtica aproximación histórica a Jesús».


b) Desconfianza en la historicidad de los Evangelios


«Son frecuentes en el libro las referencias al carácter no histórico de muchas de las escenas evangélicas». [Son más que frecuentes: son casi continuas. Pagola vacía de historicidad la gran mayor parte del Evangelio.]


c) Aproximación a la historia desde presupuestos ideológicos


«La reconstrucción histórica realizada por el Autor alterna datos supuestamente históricos con recreaciones literarias [suyas] inspiradas en la mentalidad actual… Los relatos evangélicos son adaptaciones posteriores cuando desmienten la propia tesis [del Autor]; son históricos cuando concuerdan con ella».


2. Cuestiones doctrinales


a) ¿Quién es Jesús de Nazaret?


«Para el Autor, el Jesús que realmente aconteció en la historia, es, ante todo, un profeta. Los capítulos 3º, Buscador de Dios, y 11º, Creyente fiel, son muy esclarecedores. Ciertamente, la obra comienza afirmando que “Jesús es la encarnación de Dios”, el “hombre en el que Dios se ha encarnado”. Esas afirmaciones aparecen también al exponer lo que los seguidores de Jesús, una vez resucitado, predican sobre Jesús. Pero conviene advertir que para el Autor todos estos modos de hablar de Jesús pertenecen a los discípulos, quienes, después de la Pascua, han buscado el nombre para Jesús acudiendo, unas veces, a la tradición judía, y otras, a la terminología presente en el mundo pagano». [Como ya vimos (228), el Prefecto de la Congregación de la Fe escribía al Card. Rouco: «separando al llamado “Jesús histórico” del “Cristo de la fe”, [Pagola] en su reconstrucción histórica elimina preconcebidamente todo cuanto excede de una presentación de Jesús como “profeta del Reino”» (19-X-2011].


b) La conciencia filial de Jesús de Nazaret


«Si Jesús no se presentó a sí mismo como Dios y como Hijo de Dios, ni reclamó para sí la fe que reclamó para el Padre, la posterior confesión de fe de los apóstoles no fue más que una interpretación exagerada y, en cuanto tal, deformadora de su maestro, formulada a partir de una Pascua que ya no se sabe lo que es. [Pero] La conciencia que Jesús tenía de sí y de su misión es inseparable de la verdad histórica contenida en la profesión de fe. Sin la verdad histórica, la profesión de fe se convierte en mito… Presentando a Jesús principalmente como un profeta, no extraña el silencio sobre su concepción virginal… la negación de su conciencia filial y mesiánica, la explicación meramente natural de los milagros (curaciones y exorcismos), o el vaciamiento de contenido salvífico del lenguaje sobre la muerte y la resurrección».


c) El valor redentor de la muerte de Jesús


«El Autor afirma que el empeño fundamental de Jesús habría sido “despertar la fe en la cercanía de Dios luchando contra el sufrimiento”… Y es que, para el Autor, Jesús no dió ni a su vida ni a su muerte un sentido sacrificial y redentor»… «La última cena se presenta como una solemne cena de despedida… “Repitiendo aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo y su presencia”».


d) La redención como liberación del pecado


«La concepción reduccionista de la obra redentora de Jesucristo se descubre también en el silencio sobre la realidad del pecado. La razón de este silencio está en la contraposición establecida entre Juan el Bautista y Jesús: la misión del primero está pensada y organizada en función del pecado… Por el contrario, la preocupación primera de Jesús es el sufrimiento de los más desgraciados”. Eso explica que para el Autor, Satán sea un símbolo del mal… hablar de “Satán” es una forma mítica de simbolizar toda forma de mal».


«De ello se deduce también el modo en que el Autor entiende el perdón. “A estos pecadores que se sientan a su mesa, Jesúsno les absuelve de sus pecados; sencillamente los acoge como amigos”. La conversión es irrelevante (porque “el perdón es gratuito”)… Por más que se hable de acogida, al final el Autor se aproxima más a una “acogida impuesta”, que hace irrelevante la respuesta libre del hombre».


e) Jesús y la Iglesia


«Según el Autor, Jesús no tuvo intención de crear un grupo organizado y jerárquico, sino que quiso poner en marcha un movimiento de hombres y mujeres, salidos del pueblo y unidos a él, “para que ayuden a los demás a tomar conciencia de la cercanía salvadora de Dios”… Nadie ejercerá en su grupo un poder dominante. Tampoco hay diferencias jerárquicas entre varones y mujeres».


f) La resurrección de Jesús


[En nota 18] «El juicio de la Congregación para la Doctrina de la fe sobre el modo de explicar el P. Roger Haight la resurrección de Cristo [13-XII-2004] bien puede aplicarse a la exposición de J. A. Pagola: “La interpretación del Autor lleva a una posición incompatible con la doctrina de la Iglesia. Está elaborada sobre presupuestos equivocados y no sobre los testimonios del Nuevo Testamento, según el cual las apariciones del Resucitado y el sepulcro vacío son el fundamento de la fe de los discípulos en la resurrección de Cristo y no viceversa”».


3. Conclusión


«Se puede afirmar que el autor parece sugerir indirectamente que algunas propuestas fundamentales de la doctrina católica carecen de fundamento histórico en Jesús»… El problema está «sobre todo –dado que el libro quiere ser una “aproximación histórica”– en reconstruir una historia, a partir de un uso arbitrario de los evangelios, que resulta incompatible con la fe. Si el “Jesús histórico” que muestra el Autor es incompatible con el Jesús de la Iglesia, no es porque ésta haya inventado, con el pasar del tiempo, a un Jesús diferente del que aconteció, sino porque la “historia” que se propone es una historia falseada, aunque ésa, ciertamente, no sea su intención. El Autor se sirve en esta obra de investigaciones que mayoritariamente se encuentran fuera de la Tradición, tanto por sus presupuestos metodológicos (asumidos acríticamente), como por sus conclusiones»…


«El fin de esta Nota no es otro que despejar la confusión y las dudas, y reiterar con el autor de la Carta a los Hebreos: “Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con los alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino” (Heb 13,8-9)».



* * *


«La fe en la historicidad de los Evangelios» es a mi entender la cuestión principal de todas los analizadas aquí en torno al Jesús de Pagola. Por eso voy a concentrar ya mi estudio únicamente sobre esta cuestión, pues es patente que de ella dependen todas las otras.


La Iglesia católica cree en la historicidad de los Evangelios. Toda la dogmática y la espiritualidad de los Padres, de los Doctores de la Iglesia, del Magisterio apostólico hasta el día de hoy, se fundamentan en la Palabra divina, en la Escritura, en el convencimiento unánime de que los hagiógrafos, inspirados por el Espíritu Santo, siempre dijeron la verdad al dar testimonio de lo que hizo y dijo nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Mantienen a través de los siglos siempre viva la convicción de que los hagiógrafos escriben acerca de lo que han visto y oído ellos mismos, o lo que les ha sido transmitido por testigos fide-dignos. Y en esa convicción se ha fundamentado permanentemente la fe de la Iglesia.



Así lo afirma el Concilio Vaticano II: «La santa madre Iglesia ha mantenido y mantiene con firmeza y máxima constancia que los cuatro Evangelios, cuya historicidad afirma sin dudar, narran fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó hasta el día de la ascensión. Después de ese día, los Apóstoles comunicaron a sus oyentes esos dichos y hechos con la mayor comprensión que les daban la resurrección gloriosa de Cristo y la enseñanza del Espíritu de la verdad. Los autores sagrados… nos transmitieron datos auténticos y genuinos acerca de Jesús. Sacándolo de su memoria o del testimonio de “los que asistieron desde el principio y fueron ministros de la palabra”, lo escribieron para que conozcamos “la verdad” de lo que nos enseñaban (cf. Lc 1,2-4)» (Dei Verbum 19).



José Antonio Pagola, por el contrario, no cree en la historicidad de la mayor parte de los Evangelios, siguiendo así el pensamiento actual de muchos otros teólogos y escrituristas, protestantes liberales y «católicos» neomodernistas. No se hace ningún problema en omitir o incluso en contra-decir todo dato evangélico que no se acomode a la figura ideológica que él quiere dar de Jesús. (En lo que sigue, que escribo de memoria, no doy citas de páginas, porque ya fueron dadas en los tres artículos precedentes).


Sólo un punto concreto, como ejemplo: si Jesús profetiza en los Evangelios varias veces que va a ser muerto violentamente y que resucitará al tercer día, Pagola omite tranquilamente estos dos importantes «datos» históricos, aunque los relatos de los tres Evangelios sinópticos ofrecen todas las garantías críticas de veracidad (criterio de múltiple testimonio y criterio de dificultad).


Más aún: no sólo omitirá Pagola el doble anuncio profético de Jesús ante sus Apóstoles, sino que incluso negará parte de su cumplimiento. En efecto, nos asegura que Cristo no resucitó al tercer día, sino que en él la muerte y la resurrección fueron simultáneas. «En realidad, en el lenguaje bíblico, los “tres días” significa “el día decisivo”». Niega la historicidad de este dato atestiguado por los cuatro evangelistas: «el día primero de la semana» (Mt 28,1; Mc 16,2; Lc 24,1; Jn 20,1) y también por San Pablo hacia el año 55/56 (1Cor 15,3-5, como el mismo Pagola recuerda: pg. 414). Por el contrario, Jesús ciertamente, tal como lo había profetizado, resucitó al tercer día, el día siguiente al sábado, el que con razón llamamos «el Día del Señor». Y la convicción absoluta de la Iglesia en la historicidad de ese dato, atestiguado por los cuatro evangelistas, ha motivado siempre la celebración del Domingo, y sobre todo ha fundamentado la fe que profesa en el Credo desde hace muchos siglos en Oriente y Occidente: «al tercer día resucitó de entre los muertos». Con razón hacía notar la Nota aclaratoria episcopal en su conclusión que «sobre todo» falla la obra de Pagola al «reconstruir una historia, a partir de un uso arbitrario de los evangelios, que resulta incompatible con la fe».



–Los Evangelios de la Infancia de Jesús tendrían que suministrarnos los datos históricos principales de los que parte la investigación científica de cualquier historiador que se aproxima a un personaje importante. En el caso de Jesús, faltan todos esos datos decisivos. Del nacimiento de Jesús, de su infancia y adolescencia, de la primera fase de su vida, prácticamente no sabemos nada, carecemos de informaciones que tengan una historicidad fidedigna. Sólo tenemos los relatos de los Evangelios, pero éstos no suministran propiamente datos históricos reales, sino la visión que de Jesús y de su origen tuvieron sus discípulos a la luz de la resurrección y pusieron por escrito medio siglo más tarde. Por tanto, en una aproximación histórica a Jesús realmente científica, será preciso omitir, o si se quiere, prescindir o quizá eliminar muchos nombres, palabras y escenas que tienen a veces una importancia suprema para la fe: Nazaret, la Anunciación del Señor, la Llena-de-gracia, la condición virginal de María, José, Zacarías, Isabel, el Ave María, el Benedictus, el Magnificat y el Nunc dimittis, la Visitación de María, la Natividad presantificada de Juan Bautista, Belén, la elección del nombre de Jesús, su Natividad en un marco paupérrimo, con ángeles y pastores, la Presentación en el Templo, la matanza de los Inocentes, la Epifanía, los Reyes magos, la huída a Egipto… Sobre ninguno de esos acontecimientos, según Pagola y sus colegas, tenemos datos históricos fide-dignos. Por lo que nos aseguran los exegetas más críticos, todos ésos no son «datos auténticos y genuinos acerca de Jesús» (Dei Verbum 19). Por tanto iniciamos nuestra investigación en el comienzo de su vida pública. Pasen, pues, y vean ustedes:


El Evangelio de la vida pública de Jesús carece también en la mayoría de su dichos y hechos de rigor histórico. Lo iremos comprobando. Jesús es ante todo un «buscador de Dios», que «también él ha de vivir de la fe». Sale de su pueblo, Nazaret, y va a conocer a Juan en las orillas del Jordán. Ese encuentro con el Bautista produce en su vida «un giro total»: «comienza a verlo todo desde un horizonte nuevo». Es entonces cuando se produce «la “conversión” de Jesús». Poco a poco, más tarde, van reuniéndose en torno a Jesús discípulos y seguidores. Pero él no pretende fundar una gran organización, jerarquizada, que tiene por misión «garantizar en el mundo la verdadera religión». En su grupo ninguno tiene autoridad especial sobre los otros, pues todos son iguales. Y su proyecto no es quitar el pecado del mundo, sino reducir el sufrimiento de la humanidad y, con todos aquellos que le sigan, hacerla más feliz. Cualquier otra idea de un Dios interesado en recibir honor y culto, no es de Jesús. Por eso hay que decir bien claro que el camino que lleva a Dios no pasa necesariamente por la fe y la religión. Jesús abre otra vía distinta de la sagrada para el acceso a Dios: la ayuda al necesitado. Y tampoco el Dios de Jesús exige la conversión y el propósito de enmienda a los pecadores. Su perdón es totalmente gratuito, no exige nada a cambio: simplemente, acoge a los pecadores como amigos, como hijos.


Al acercarse al conocimiento histórico de Jesús, conviene ignorar muchos de los hechos y dichos que escribieron de él sus seguidores cuarenta o cincuenta años más tarde: «yo soy anterior a Abraham, yo tengo poder para perdonar los pecados, el Padre y yo somos una sola cosa, mi carne es verdadera comida»… Y aunque se dice que hizo unos pocos milagros, en realidad es dudoso que los hiciera, porque tanto las sanaciones portentosas como la expulsión de «demonios» han de explicarse más bien según un orden de eficacias naturales, aunque ese orden no sea todavía para nosotros conocido. No hay que tener, pues, en cuenta sobre todo, y por eso se omiten, los milagros sobre la naturaleza –resucitar muertos, calmar tempestades, dar vista a un ciego de nacimiento, etc.–, pues no ocurrieron según son narrados por los evangelistas. Tampoco hay por qué referir, en una aproximación histórica a Jesús científica, los himnos cristológicos, algunos muy primitivos, otros más tardíos, que expresan lo que de él pensaron y escribieron sus propios compañeros –cualquier biógrafo se llenaría de gozo al estudiar y referir unos textos semejantes referidos a su personaje–, y que le dan títulos desmesurados: primogénito de toda criatura, nacido del Padre antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho, etc. Simplemente, estamos ante creaciones literarias carentes de historicidad, que quieren expresar de algún modo la grandeza de Jesús resucitado. Por eso omite Pagola esos milagros y esos himnos.


–El ciclo evangélico de la Pasión, prácticamente, es todo él una creación literaria hecha bastantes decenios más tarde. Jesús no hizo una teología de su muerte, ni la entendió como un sacrificio de expiación: «nunca se le ve ofreciendo su vida como una inmolación al Padre para obtener de él clemencia para el mundo». Ni Él ni el Padre quieren la cruz, ni tampoco ésta acontece, por mano de judíos y romanos, para dar cumplimiento a un plan divino eterno anunciado por los profetas. Todo eso es impensable. Carece también de todo rigor histórico lo que se refiere a la preparación de la Cena última, su carácter pascual, la identificación de Jesús con el Siervo sufriente de Isaías, el establecimiento litúrgico de una Nueva Alianza, la persecución de los fariseos contra Jesús, su comparecencia ante el Sanedrín, ante Caifás, ante el Pretorio, lo mismo que todos los sucesos concretos del Calvario –las palabras de Jesús a María, a los malhechores, sus oraciones concretas pidiendo al Padre el perdón de quienes lo matan, etc.– Es todo un conjunto de diálogos y escenas que, siendo realmente conmovedores, carecen sin embargo de historicidad, y han de ser entendidos más bien como composiciones literarias formadas en la comunidad cristiana postpascual.


–Tampoco el ciclo de la Resurrección es histórico, y ha de ser interpretado con un sentido histórico-crítico exigente. En Jesús muerte y resurrección son simultáneas. Nada, pues, de «al tercer día». Tampoco es preciso imaginar, como se hace en «ambientes populares», que el cuerpo del resucitado guarda continuidad real con el cuerpo terreno precedente. El «sepulcro vacío» es un relato tardío sin especial significación. Lo mismo hay que decir del esquema convencional de los «cuarenta días» de apariciones del Resucitado. Los diálogos de Jesús con Magdalena, con los de Emaús, con los Apóstoles, con Pedro, las escenas de comidas, las descripciones minuciosas de sus apariciones –estaban las puertas cerradas, era el día siguiente al sábado, Tomás estaba ausente, etc.–, la pesca milagrosa, son únicamente relatos, llenos de encanto, compuestos por cristianos que ya llevan medio siglo viviendo de la fe en Cristo resucitado. Por tanto «hemos de aprender a leer correctamente estos textos viendo en esas escenas tan gráficas no descripciones concretas sobre lo ocurrido [es decir, acontecimientos históricos], sino procedimientos narrativos que tratan de evocar, de alguna manera, la experiencia de Cristo resucitado».



En el libro Jesús de Pagola los capítulos 1-14 hacen «la aproximación histórica» a Jesús; y en el 15 escribe de Él «tal como fue vivido por sus seguidores después de la experiencia pascual». Los errores, a veces muy graves, de Pagola en su libro se concentran en los catorce primeros capítulos, los que propiamente constituyen su «aproximación histórica a Jesús», el término que da nombre a su libro. Y en esos capítulos se concentran también las críticas de la Congregación de la Fe, de la Comisión Doctrinal de la CEE y de quienes hemos publicado recensiones críticas de la obra. Pero, como es obvio, las verdades expuestas en el capítulo 15 –mezcladas con algunos errores que todavía en él mantiene– no disipan los errores afirmados en el bloque precedente de capítulos 1-14.



Con un ejemplo. Cuando Pagola en su aproximación histórica nos presenta a Jesús como un buscador de Dios, un creyente, que también ha de vivir de la fe, y que al conocer al Bautista, da «un giro total a su vida», entendemos, como dice la Congregación de la Fe, que «elimina preconcebidamente todo cuanto excede de una presentación de Jesús como “profeta del Reino”». Ahora bien, este gravísimo error no se subsana si posteriormente Pagola, en el capítulo 15, en la breve descripción que hace de los cuatro Evangelios, resumiendo a San Marcos, dice que «el misterio de Jesús, Hijo de Dios, se le revela al lector desde el inicio. Es Dios mismo quien lo presenta como su Hijo» (10ª ed.-461); o si escribe al resumir a San Mateo: «Para Mateo, Jesús no es solo un profeta o un enviado de Dios. Es su Hijo» (10ª ed.-465). En ese sentido, la Nota aclaratoria episcopal, aunque conoce el capítulo 15, dice que Pagola reconstruye «una historia, a partir de un uso arbitrario de los evangelios, que resulta incompatible con la fe». Este error tan grave, desarrollado en su «aproximación histórica» a Jesús (pgs. 21-452), no queda rectificado cuando en el capítulo 15 (pgs. 457-490) expone lo que «desde su experiencia de la resurrección de Jesús» pensaron y expresaron sus seguidores cuando comenzaron a «hacer una relectura de su vida entera» (10ª-458).



En algunas autodefensas publicadas por Pagola, respondiendo a las acusaciones que le hacíamos sus críticos, acude en ocasiones a este recurso: cita lugares del capítulo 15, que contradicen nuestros reproches, pues en ellos describe la fe de los discípulos de Jesús, progresivamente iluminada y fortalecida después de su resurrección, y después expresada por escrito en los Evangelios. Pero con esto no se sanean ni eliminan los errores expuestos en las capítulos precedentes.



Por ejemplo: –«A pesar de que Iraburu dice que ignoro el Prólogo de San Juan, le dedico página y media (p. 458-459)»… –Es verdad, le dedica página y media del capítulo 15… Pero mi/nuestra crítica se refiere a los capítulos 1-14, ala «aproximación histórica» a Jesús.



* * *


Volvamos a la cuestión decisiva:


Pagola niega la historicidad de la mayor parte de los dichos y hechos de Jesús tal como aparecen en los Evangelios. Acabaría él mucho antes si señalara en concreto cuáles son en el Evangelio, a su juicio, las palabras y hechos de Jesús que podemos realmente calificar de históricos. Quizá –no es posible calcularlo con exactitud– concediera historicidad a una décima parte, probablemente menos, de los textos evangélicos. Esto nos fuerza a plantearnos varias preguntas:


¿Por qué Pagola intenta una «aproximación histórica» a Jesús si sabe que para conocerle realmente sólo dispone de unos Evangelios que carecen casi por completo de valor histórico alguno? ¿Cómo podrá lograr su intento si, aparte de ellos, tiene únicamente como fuentes documentales a Flavio Josefo, «El testimonio neutral [sic] de los escritores romanos» –Tácito, Suetonio, Plinio–, algún papiro de Qumrán, literatura rabínica hostil, y los evangelios apócrifos (10ª ed.-512-515)?


–¿El método histórico-crítico, aplicado con toda honestidad científica, sin dejarse llevar de ideologías y prejuicios, lleva de suyo al convencimiento de que la mayor parte de los Evangelios carecen de historicidad?


¿Debemos aceptar hoy este vaciamiento del Evangelio –y en general de la sagrada Escritura, del A.T. y del N.T.–, como si fuera una exigencia realmente auténtica de la razón, para que la fe de los cristianos sea verdadera y no se fundamente en mitos irracionales, contrarios a la razón, y totalmente inverificables?…


–Si los Evangelios son vaciados casi completamente de historicidad ¿no será inevitable que la «aproximación histórica» que se intente acerca de Jesús produzca únicamente una proyeccción de la ideología del Autor?


–¿Creen en los Evangelios aquellos que no creen en la historicidad de la mayor parte de los Evangelios?


–¿Y quienes no creen en la historicidad de los Evangelios, o de su mayor parte, tienen realmente la fe cristiana, la fe de la Iglesia?


–¿Cómo podemos profesar la fe de la Iglesia en Cristo si esa fe no tiene su fundamento en palabras y hechos reales suyos, es decir, si no se apoya en la verdadera Palabra de Dios?


–¿Es posible evitar el fideismo si se niega en su mayor parte la historicidad del Evangelio?


Trataré de estas cuestiones, Deo volente, en el próximo articulo. Pero adelanto ya una conclusión.


El Jesús de Pagola no es histórico, ni bíblico, ni católico: es pagólico.


José María Iraburu, sacerdote



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Que lastima que gente tán preparada y estudiada se empecinen en desacreditar toda una doctrina que por 2000 años ha convocado y unido a toda un pueblo formando una familia en el mundo y que ha logrado permanecer fiel a las enseñanzas de la Santa Iglesia Madre y Maestra; fuente y columna de la Verdad De Cristo. Que lamentable afán de querer destacar y sobresalir a costa de su soberbia y su poca capacidad de obediencia. Como dijo San Ignacio de Loyola; "Aquellos que por un generoso esfuerzo se resuelvan a obedecer,ganan grandes meritos, pues la obediencia entraña un sacrificio parecido al martirio"

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