En el infierno no hay necesidad de dormir. Pero el alma, a veces, debe caer en una especie de somnolencia espiritual. Una especie como de letargo en el que no deben ganas de pensar nada, sólo de dejar pasar el tiempo.
Otras veces, el alma condenada debe recoger todas sus fuerzas e imponerse la actividad, y dialogar con otras almas, recorrer el mundo de los condenados, imponerse un trabajo intelectual.
Sí, el mundo de los condenados no es un mundo material, pero puede recorrerse con el espíritu. Uno puede conocer cuáles son los otros condenados, ver cómo están, intentar saber qué les trajo allí, cómo interactúan con los otros. El alma condenada puede animarse a realizar actividades, como un naufrago en una isla. Sólo que en la isla hay más naufragos.
Publicar un comentario