Un día normal mío. Desayuno en mi casa. Un desayuno sano. Fresas, kéfir, nueces y trozo de panettone. Estaba esto último de oferta en un supermercado. No descarto que provenga de la pasada navidad.
Subo tranquilamente al hospital. Recojo mi busca para estar localizable. Doy la comunión a los enfermos. Hoy no hay muchos. Unos seis. Pero eso lleva una hora. En parte por los desplazamientos. En parte porque hablas un poco con el enfermo y los familiares.
Después me voy a la capilla. Hago mi oración de la mañana en el hospital para llenar mi turno allí. Como el sagrario está en una esquina y es un sagrario muy, digamos, simple, hago una exposición menor sobre el altar. He puesto un pedestal cubierto con una tela muy bonita, y cubro el copón con un velo semitrasparente.
Después, me pongo a trabajar en mi tesis. Me he traído una pantalla grande, un teclado y un ordenador portatil. Un viejo notebook.
Sin dejar de trabajar en el ordenador, como alguna cosa. Por la tarde me visita un sacerdote de Torrejón que ha venido a dar la unción a una parroquiana suya.
Le doy los óleos y, entonces, casualidad, me llaman para otra habitación, para dar la unción también. Menos mal que me acordaba de la habitación a la que él había ido.
Después la misa en la capilla y me marcho a celebrar misa en el convento de las úrsulas. Tras eso he tenido una reunión con los cofrades de la hermandad de esa iglesia. Los cofrades me han parecido gente muy amable, sensata y con ganas de hacer cosas. Estoy seguro de que nuestra convivencia va a ser muy fructífera.
Tras eso la cena. Me he hecho una paella, qué caramba.
Larga conversación telefónica con una amiga. Después conversación con amigo sacerdote.
Escribo el post. Rezo completas y a la cama. A ver qué sueño hoy.
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