Nuestra Señora del Rosario
“Se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” El le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. (Lc 10,25-.37)
Hoy celebramos una de las fiestas que representa una de las devociones que más ha entrado en el corazón de los fieles: “Nuestra Señora del Rosario”. He visto varios Calendarios Litúrgicos y cada uno pone como textos bíblicos, textos diferentes. Bueno, pues como a mí me gusta el texto de Lucas 10,25-37, a él me atengo. Claro que cada uno es libre es elegir el suyo.
Me gustan las preguntas, porque demuestran inquietud, búsqueda.
Y siempre me han gustado esos que buscan, porque nunca se quedan sentados.
Lo que no me gustan son las preguntas maliciosas “para ponerlo a prueba”.
Porque estos no buscan la verdad.
Estos lo que hacen es ver cómo complicar al otro.
Pero, a veces “uno va por lana y sale trasquilado”.
Me gusta la pregunta como tal: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna”.
Pero me gusta más la respuesta de Jesús: “Amar a Dios y al prójimo”.
En la vida hay muchos caminos.
En la vida hay muchas devociones.
En la vida haya muchos actos de piedad.
Todos ellos muy buenos, pero que, a veces engañan y complican.
Jesús es más simple y sencillo y directo.
En el camino para llegar al cielo no hay más que una cosa:
Amar a Dios.
Amar al prójimo.
Con frecuencia nos enredamos en cantidad de devociones.
Que si dejé el Rosario a medias.
Que si me quedé dormido y no terminé mis oraciones.
Pues da gracias a Dios que el sueño te ha pillado hablando con Dios.
Pero el amino del cielo es mucho menos complicado.
El camino del cielo tiene menos complicaciones.
Para Jesús basta una sola cosa: Amar.
Amar, claro, a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo lo que eres.
Pero no basta eso.
El camino del cielo es como las líneas del ferrocarril.
Dios y el prójimo.
Ni Dios sin prójimo porque sería una mentira.
Ni prójimo sin Dios, porque sería algo vacío.
A mí, mi confesor me mandó rezar tales oraciones.
A mí, mi director me dijo que no sé que cosas te aseguraban el cielo.
Y tú haces lío entre confesor, director, y luego lo que dice el cura en la homilía, que también él tiene sus cosillas.
Pues, mira, Jesús, lo simplifica todo.
A Dios se llega por el amor.
Y para colmo, para que no te dejes llevar a engaño, te pide “amar a tu prójimo”.
Jesús es bien claro: “Díjole Jesús: “Anda y haz tú lo mismo”.
A Pedro, para hacerle cabeza del grupo, no le examinó de Teología ni de Derecho Canónico: Simplemente le preguntó “si le amaba más que los demás”.
A nosotros, cuando muramos, Dios nos va examinar también de una sola cosa.
Nuestro examen de ingreso al cielo no tiene sino una pregunta que ella misma se desdobla: ¿Has amado?
No le vayamos con el cuento de que hemos hecho cantidad de cosas.
No le vayas con un “currículum vitae” donde figuran cantidad de cosas.
Nuestro “currículum vitae” se reduce a si le hemos amado a él y si hemos amado a nuestro prójimo.
Y ahí tengamos cuidado.
No le vayas con el cuento de que al prójimo no porque te han hecho mucho daño.
No le vayas con el cuento de que tú amas muchos, menos a fulano que te hizo sufrir mucho.
Delante de Dios no sirven esos cuentos y esos “no puedo”.
¿Has amado o no has amado?
Si has amado, olvida que el resto lo hace Dios.
Y para que nadie se queje de que me he olvidado de la Virgen del Rosario, les diré que el Rosario no es sino esos cinco misterios de amor de Dios a los hombres y de nuestro amor a los hermanos. Porque un Rosario sin amor al prójimo, ¡ustedes me dirán!
Clemente Sobrado C. P.
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