“Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación, ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!” Al salir de allí, los escribas y fariseos, empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas, para cogerlo con sus propias palabras”. (Lc 11,47-54)
Cada uno es responsable de su vida.
Pero todos somos responsables de todos.
Me impresionó, cuando en 1948 fue de estudiante a Tafalla. En nuestros pequeños paseos pasábamos de las Cooperativas vitivinícolas. Y me llamó la atención el letrero que todos tenían en mayólica: “Unos por otros y Dios por todos”.
Bello eslogan de corresponsabilidad. Unos responsables de los demás como Dios es responsable de todos.
Estamos demasiado acostumbrados al individualismo.
Ser bueno: yo.
Ser mejor: yo.
Saber más: yo
Salvarme: yo.
Algo así como si solo yo existiese.
Una especie de “sálvese el que pueda”.
Mientras tanto, Dios siempre pregunta: ¿Y los demás dónde están?
Para Dios somos todos familia: hijos y hermanos.
Por eso la suerte de los otros nos tendría que interesar tanto como la nuestra.
De ahí que Jesús hable claro:
Los hay que ni entran ni dejan entrar.
Los hay que ni conocen y dejan que otros conozcan.
Los hay que ni crecen ni dejan crecer.
Los hay que ni creen ni dejan creer a los demás.
Los hay que no ven a Dios ni dejan que otros lo vean.
Es lo peor que podemos hacer.
Cada uno tendremos que responder de nosotros mimos.
Pero también tenemos que responder de los demás.
No podemos ser de los que echamos llave a la puerta para no entrar y nos quedamos en la calle.
Peor todavía cuando echamos llave a la puerta del Evangelio y del Reino e impedimos que otros entren.
Ese es el “ay” de Jesús hoy.
Un “ay” contra los que se niegan a abrirse al Evangelio.
Un “ay” con los que tratan de cerrar la puerta para que otros tampoco se abran.
Siento miedo de que, tal vez, no me salve.
Pero más miedo tengo de que:
por causa mía, otros dejen de salvarse.
por causa mía, algunos no lleguen a la fe.
por causa mía, algunos dejen de creer en Dios.
por causa mía, algunos abandonen la Iglesia.
Estoy pensando en esos profesores empeñados en derrumbar la fe de sus estudiantes.
Estoy pensando en cuantos, con el testimonio de nuestra vida somos un estorbo para que otros crean.
Estoy pensando en cuantos, con el testimonio de su vida arrastran a otros al error.
Estoy pensando en cuantos, con el testimonio de su vida, invitan a otros al abandono de su vida religiosa.
Estoy pensando en cuantos, con el testimonio de su vida, ponen a otros en la pendiente del pecado.
Hay muchos cristianos que abren siempre la puerta.
Hay muchos cristianos que ponen estorbos en el camino.
Hay muchos cristianos que impiden avanzar a los demás.
Señor:
que no sea de los que, con mi vida cierro la puerta a los sencillos.
que no sea de los que, con mi testimonio cierro la puerta a los débiles.
que cada día, mi vida sea un abrir la puerta que conduce a ti.
que cada día, mi vida sea como la puerta grande por otros muchos puedan entrar.
Que mi vida sea camino.
Que mi vida sea luz.
Que mi vida sea puerta
Clemente Sobrado C. P.
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