Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 28 a. Semana

“Dijo el Señor: “¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, y la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! “¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis con un dedo!” (Lc 11,41-46)


Siguen los “¡Ay!” de Jesús.

Siguen los “¡Ay!” de los que ven la pajita en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Siguen los “¡Ay!” de los que enredan sus vidas en pequeñeces, y no toman conciencia de lo importante.

Siguen los “¡Ay!” de los que:

Dan importancia a cosas insignificantes.

Pero se olvidan de lo importante.

Dan importancia a la ley.

Pero se olvidan del amor.

Dan importancia a los defectos de los demás.

Pero son incapaces de reconocer las virtudes de los otros.

Dan importancia al cumplimiento de las normas.

Pero no son capaces de sentimientos de comprensión con los más débiles.

Dan importancia al orden.

Pero se olvidan de la vida.

Dan importancia al polvo de los muebles.

Pero se olvidan de que la vida es más importante.

Dan importancia a que los niños vistan blanquitos.

Pero no entienden que los niños tienen que jugar.

Dan importancia al orden en casa.

Pero no entienden que los niños tienen que divertirse.

Dan importancia a ser rectos.

Pero no entienden de comprensión.

Dan importancia a hablar bajito para no perturbar el orden.

Pero no entienden que la vida necesita de música y canción.

Dan importancia al cumplimiento de la ley.

Pero no son capaces de amar.



¡Cuántas normas y cuántas leyes!

Pero, ¡qué poca consideración con las personas!

Cuántas veces exigimos seriedad y cara de tranca.

Y no sabemos valorar una sonrisa.

Preferimos que la gente viva tiesa, seria y aburrida.

Y no disfrutamos con la gente alegre y feliz.

Preferimos el orden a la vida.

Preferimos la justicia a la comprensión y misericordia.

Preferimos la justicia al amor.

Preferimos el culto al perdón.

Y Jesús nos dice: “Deja la ofrenda ante el altar y ve a reconciliarte”.


Somos especialistas:

En ser exigentes con los demás.

Y renunciamos a los sentimientos de comprensión de las debilidades de los otros.

En ser exigentes con los demás, aunque les hagamos pesada la vida.

Y no tenemos la delicadeza de arrimar nuestro hombro para ayudarles.

En ser estrictos con los demás.

En cambio Dios es condescendiente con nosotros.

En ser intransigentes con los demás.

En cambio Dios es amable hasta con los malos.


La exigencia está bien, siempre que tenga en cuenta la debilidad de los demás.

La exigencia es buena, siempre que nos ayude a ser mejores.

La exigencia es buena, siempre que no oscurezca el amor.

“Misericordia quiero y no sacrificios”.

Es preferible equivocarse amando, que acertar maltratando a los otros.

Antes de ser exigentes con los demás, comencemos por exigirnos a nosotros mismos.

Si hay cosas pesadas, comencemos nosotros por llevarlas, y dejemos que otros descansen.

No hacemos santos cargando los hombros de los demás con cargas pesadas, sino haciéndoles sentir que son amados.

Jesús no puso la Cruz sobre nuestros hombres, la cargó sobre los suyos.

Jesús no permitió que Pedro muriese por El como pretendía orgullosamente, fue Jesús quien dio su vida por Pedro.

No hacemos damos vida con cargas pesadas, sino haciendo felices a los demás.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo C Tagged: coherencia, hipocresía, misericordia, verdad

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