“Se celebraba la fiesta de la Dedicación del templo. Los judíos, rodeándole le preguntaban: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. Jesús respondió: “Ya se lo dije a ustedes y no creen; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero ustedes no creen, porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. El Padre y yo somos uno”. (Jn 10,22-30)
Sigue el diálogo con los judíos.
Esta vez le preguntan de frente si es o no el Mesías.
Que no los tenga en suspenso.
Cuando no se quiere cambiar de corazón, ¡cuánta resistencia!
Cuando no se quiere cambiar de pensamiento, ¡cuántas excusas!
Cuando no se quiere cambiar de vida, ¡cuánta obstinación!
Cuando no queremos aceptar la verdad del otro,¡cuántos obstáculos!
Jesús es claro en su respuesta:
“Ya os lo he dicho, pero ustedes no me creen”.
Ahí están mis obras, que hablan de mí.
Porque no son obras mías sino que las hago en nombre de Padre.
Pero “ustedes no creen y no creen porque no son ovejas mías”.
Ustedes son ovejas de la ley.
Son ovejas de sus propias tradiciones.
En cambio mis ovejas en“escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”.
Y les doy la vida eterna.
Y no perecerán jamás.
Y nadie me las arrebatará de mi mano.
Como nadie las arrebatará de la mano de Padre.
Porque el Padre y yo somos uno.
Si alguien tiene derecho a ser feliz es el bautizado creyente.
Si alguien tiene derecho a sonreír es el que cree en Jesús.
Si alguien tiene derecho y motivo para sentirse seguro y feliz es el cristiano.
Porque tenemos:
El mejor de los dones: conocer y seguir a Jesús”.
Sentir que somos de él.
Sentir que pertenecemos al Padre.
Sentir que nadie puede arrebatarnos de sus manos.
Sentir que no somos un rebaño a la deriva sino que El está con nosotros.
Posiblemente no lo vemos pero sabemos que camina con nosotros.
Y sabemos que es El quien da la cara por nosotros.
Y sabemos que es El que prefiere dar su vida por nosotros antes de que alguien arrebate la suya
Sabemos que el cristianismo es la religión de amor.
Sabemos que el cristianismo es la religión de la esperanza.
Sabemos que el cristianismo es la religión “no de la ley” sino de la “vida eterna”.
Tenemos motivos más que suficientes:
Para vivir con seguridad en nosotros mismos.
Para vivir con confianza en nosotros mismos.
Para vivir con esperanza en nosotros mismos.
Para vivir gozosamente nuestra fe, aun en las situaciones difíciles.
Para sentirnos tomados de la mano del Hijo y del Padre.
Para sentirnos defendidos del Hijo y del Padre.
Que el Hijo y el Padre nos tienen como propiedad suya.
Y que por ello cuidan diariamente de nosotros, aunque las cosas nos salgan mal.
Lo que realmente importa es:
Que sepamos ver las obras que Jesús hace por nosotros.
Que sepamos que lo que Jesús hace por nosotros es por mandato del Padre.
Que no necesitamos guarda espaldas que nos protejan.
Porque nos basta saber y creer que el Padre y el Hijo caminan a nuestro lado.
Y esta es nuestra fe.
Y esta es nuestra esperanza.
Y esta es la razón de nuestra caridad.
Clemente Sobrado C. P.
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