“Dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que habla no será suyo; hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando, Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará”. (Jn 16,12-15)
Y seguimos con la misión del Espíritu Santo en nosotros.
En primer lugar, Jesús confiesa que no ha lo ha dicho todo.
Que hay todavía muchas cosas que necesitamos saber.
Pero que, de momento, no estamos preparados para entenderle.
Que Jesús se adapta a nuestra capacidad para revelarnos el amor del Padre.
En segundo lugar, el Espíritu Santo “nos guiará hasta la verdad plena”.
Algo bien interesante:
Necesitamos de un maestro interior que nos abra el espíritu a la verdad que Jesús dejó incompleta.
Que por tanto, la vida del cristiano consiste en ir buscando la verdad plena.
Que la Iglesia, no tiene la verdad plena sino que también ella la sigue buscando fruto de la acción del Espíritu en ella.
Que la misión de la Iglesia es seguir buscando la verdad plena.
Que por tanto, también la Iglesia sigue buscando y que no tiene la verdad plena.
Que el Espíritu Santo tiene precisamente esa misión:
Una Iglesia en camino de la plena verdad.
Una Iglesia que, movida por el Espíritu, está siempre en búsqueda.
Una Iglesia siempre abierta a nuevas manifestaciones.
Una Iglesia que no puede quedarse siempre en el pasado, sino que tiene que estar siempre abierta a lo que Dios quiere de ella.
En tercer lugar, el Espíritu nos comunicará “lo que está por venir”.
El Espíritu, “memoria del pasado”.
El Espíritu, “memoria del futuro”.
El Espíritu, que nos hace comprender el pasado.
El Espíritu, que nos abre a lo nuevo.
Y eso en nombre del Padre.
Y en nombre de Jesús, “recibirá de mí lo que os irá comunicando”.
Jesús no niega el pasado.
No niega todo lo que él nos enseñó.
Pero reconoce que hay mucho más para lo que nosotros:
No estamos preparados.
No podemos comprender.
Que necesitamos del Espíritu como maestro espiritual.
El Evangelio y la revelación de Dios no es solo para un tiempo o una cultura.
Sino para todos los tiempos y todas las culturas.
El Evangelio no responde solo a los problemas del pasado.
El Evangelio responde también a los nuevos problemas de cada época de la historia.
Por eso, el cambio, no es negar el ayer.
El cambio es hacer actual el ayer en la realidad del hoy.
El hombre de hoy tiene una mentalidad distinta al hombre del tiempo de Jesús.
El mundo de hoy tiene problemas que no tenía el tiempo de Jesús.
El mismo Concilio Vaticano II reconoce esta obra del Espíritu:
“Guía a la Iglesia a la plenitud de la verdad”
“La unifica en comunión y en el ministerio”.
“La instruye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos”.
“La embellece con sus frutos”.
Hace “rejuvenecer a la Iglesia”.
“La renueva constantemente”.
“Y la conduce a la unión consumado del Esposo”. (LG 4)
¿Por qué tanto escándalo de los cambios?
¿Por qué tanto escándalo de lo nuevo?
Cuando la misión del Espíritu es “rejuvenecerla y renovarla constantemente”.
Clemente Sobrado C. P.
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