Hoy el campo estaba genial, daba gusto pasear por él. Mariposas primaverales, flores llenas de alegría, verdor por todas partes, semillas que llevaba el viento. La misa de la tarde la he vivido con profundidad. Por la mañana, he podido trabajar muchas horas en un artículo teológico.
Por la tarde, he colocado (como todos los sábados) un icono de Cristo en el centro de la mesa del salón. El icono sobre un atril cubierto con una tela de seda me recuerda que comienza el día del Señor. También coloco una vela a cada lado y las enciendo al rezar vísperas. El icono lo dejo en ese lugar todo el domingo, desde las primeras vísperas hasta las completas del día domingo por la noche.
Entre los cristianos, debería predicarse más la santificación del domingo. Hay una frase preciosa que escuché a una judía: no es el pueblo judío el que ha preservado el sábado, sino que es el sábado el que ha preservado al pueblo judío.
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