Ampliemos un poco lo que ya dijimos antes acerca de la vida religiosa[1]:
“Creo que de 200 años a esta parte, jamás ha sido mejor que ahora el hacerse religioso; hoy que los religiosos están más próximos a la cruz, siendo objeto de irrisión para el mundo, incluso para los obispos y clérigos seculares. Los religiosos, como si hubieran ya conseguido todo cuanto desean, deberían regocijarse cuando se ven despreciados por sus votos hechos con la vista en Dios”[2].
Pero luego…, luego todo cambiará. Los religiosos serán lo execrable del mundo, el vómito de la sociedad y los más perversos de los hombres.
«los votos solemnemente pronunciados delante de Dios, son una renegación de Cristo, un engaño diabólico, contrarios al Evangelio, y en tal supuesto, son por ellos difamados como apóstatas aún los religiosos que se han mantenido fieles a Dios»[3].
«Mediante el voto de castidad se reniega de ser hombre, con lo cual cada uno de ellos es invitado a quebrantar los sagrados votos; adelante, pues, decididamente, teniendo ante los ojos a Dios en la recta fe, y volviendo la espalda al mundo con su batahola, taconazos y vocinglería; no escuchar ni mirar nada aunque detrás de nosotros se hundan Sodoma y Gomorra, ni preocuparse de su paradero»[4].
“ningún voto de monje es válido en presencia de Dios: los clérigos, los monjes y las monjas todos a una están obligados a desentenderse de sus votos cuando se sienten capaces de fecundar y de multiplicar las criaturas de Dios”[5].
En este sentido, como señala Denifle, “fue el odio contra la Iglesia, de la cual eran los religiosos las tropas auxiliares más aguerridas, pero de los cuales él tenía por entonces necesidad y fue su obstinación en no reconciliarse con la Iglesia la que le excitó a la guerra contra las órdenes monásticas y los votos”[6].
Pero en segundo lugar, creemos que hay algo que debió influir enormemente en la espiritualidad del fraile agustino que, con el tiempo, hará explosión en su alma. Nos referimos a la Devotio Moderna: esa corriente espiritual por entonces “de moda”, que terminaría por incidir en la formación del joven sacerdote[7].
Lo veremos enseguida.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.
[2] Carta a los romanos, fol. 275v (Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 41).
[3] Weim., VIII, 604 (Heinrich Denifle, op. cit., 7).
[4] Weim., XII, 243 y s.
[5] Erl., 20, 59 (Heinrich Denifle, op. cit., 9).
[6] Heinrich Denifle, op. cit., 45-46.
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