Escribe Antonio Argandoña: Haciendo se aprende a hacer, se forma el carácter, y uno acaba haciéndose una buena persona.
El Jubilee Centre for Character and Virtue es una magnífica iniciativa de la Universidad de Birmingham para promover el desarrollo del carácter, o sea, de las virtudes, en los niños y jóvenes. En una época en que la enseñanza de la religión se ha casi borrado de los planes de estudios de escuelas y universidades, viene muy bien que alguien recuerde la importancia de la ética.
Pero no de la ética que solemos conocer, esa que se limita a enseñar, pensando que el ser humano es solo inteligencia (o, a veces, memoria), y que la voluntad no sirve de gran cosa. O de esa ética que se limita a decir, sin importar si se pone en práctica o no. O, ya en el extremo, de la que se limita a decir y a castigar, en lugar de ayudar a hacer. Porque haciendo se aprende a hacer, se forma el carácter, y uno acaba haciéndose una buena persona.
Leí hace unos días una noticia del Jubilee Centre: están llevando a cabo un amplio estudio para conocer cómo las actuaciones digamos sociales (por ejemplo, voluntariado para ayudar a los ancianos de una residencia o para buscar dinero para unas familias sin recursos) facilitan la adquisición de lo que el Centre llama virtudes cívicas, como la del servicio: si bastan unas horas de vez en cuando, si hace falta un compromiso, cuánto compromiso, etc.
Me parece muy bien. El problema es que las virtudes, al menos cuando se incorporan al carácter, necesitan arraigarse mediante prácticas repetidas y no ocasionales. Todas las virtudes se apoyan unas a otras: no adquirirás la virtud del servicio dedicando unas horas al mes, sino convirtiéndote en una persona servicial, que lo hace a toda hora: ayuda a preparar el desayuno en casa, cede el asiento a una señora embarazada en el autobús, recoge un papel del suelo cuando llega a la escuela, presta sus apuntes a un colega… Y para esto hace falta, ya lo he dicho, acciones repetidas (y añadiría, no especializadas: ser servicial en una visita a los ancianos debe ir acompañado con serlo a toda hora), costosas (con cierta tendencia a hacer algo más cada día) y con la voluntad clara de actuar así siempre, sin fecha de caducidad. Con altibajos, claro, porque somos humanos, o sea, limitados y con errores. Pero esto no es importante, si rectificamos cada vez y volvemos a empezar.
Bien por el Jubilee Centre. Pero habrá que dar algún paso más. Por cierto, ya que trabajo en una escuela de dirección, me parece que debería recordar a los directivos y empresarios que esto mismo lo tienen que conseguir en sus empresas, con sus empleados. Y con sus directivos. Empezando por los de arriba. Ver al CEO doblar el espinazo para recoger un papel pisoteado y sucio sería un formidable revulsivo para sus empleados y clientes.
Antonio Argandoña, en blog.iese.edu.
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