“Se pusieron a deliberar: “Si decimos que es de Dios, dirá: Y por qué no le habéis creído?” Pero como digamos que es de los hombres”. Tenían miedo a la gente, por todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta. Y respondieron a Jesús: “No sabemos”. (Mc 11,27-33)
¡Cuántos pliegues tiene el corazón humano!
¡Cuánto le cuesta a nuestro pobre corazón ser transparente!
¡Cuánto el cuesta a nuestro pobre corazón ser sincero!
Queremos:
Que los demás sean honestos.
Que los demás sean sinceros.
Que los demás sin transparentes.
Y mientras tanto llevamos el nuestro envuelto en mil pliegues.
Escondemos el nuestro de infinidad de dobleces.
Quieren que Jesús sea claro.
Quieren que Jesús diga con claridad “con autoridad hace lo que hace”.
Ellos sí quieren saber claramente lo que hay dentro de él.
Mientras tanto:
Esconden el suyo en respuestas maliciosas.
Si decimos “que de Dios”, nos cogemos los dedos.
Si decimos “que de Dios”, nos complicamos la vida.
Si decimos “de los hombres”, la gente se nos echa encima.
Si decimos “que de los hombres”, nos creamos un lío con la gente.
Es decir: “vamos por lana y salimos trasquilados”.
Así que:
“mejor nos callamos”.
“mejor confesamos nuestra ignorancia”.
“mejor confesamos que “nos sabemos”.
Saben muy bien cómo piensa el pueblo.
Saben muy bien cómo piensa la gente sencilla.
Saben muy bien cómo es el corazón de la gente simple y sencilla.
Saben que no les conviene complicarse sintiéndose acusados.
Saben que no les conviene echarse a la gente encima.
Una de las cualidades más hermosas del corazón humano:
es la transparencia.
Una de las cualidades más hermosas del corazón humano:
es la sinceridad.
Una de las cualidades más hermosas del corazón humano:
es la honestidad.
La transparencia nos hace vulnerables.
Pero también embellece nuestras vidas.
La sinceridad puede complicarnos.
Pero también hace hermosas nuestras vidas.
La honestidad puede traernos problemas.
Pero también nos dignifica como personas.
La doblez del corazón:
Nos cierra a la verdad.
Nos cierra a la luz.
Nos cierra a Dios.
Por eso, Señor, te pido:
Arranca de mi corazón esa doblez y falsedad.
Regala a mí corazón esa transparencia del cristal.
Regala a mi corazón esa belleza natural del color de las flores.
Regala a mi corazón esa honestidad de la luz del sol.
Regala a mi corazón ese deseo sincero de la verdad.
Regala a mi corazón esa limpieza del tuyo.
No tengas miedo en hacerme honesto y sincero, aunque luego tenga que pagar las consecuencias.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario Tagged: hijo de dios, jesus, profeta, verdad
Publicar un comentario